ANNIE: LA TRAIDORA

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Al terminar mi turno, Berthold me llevó a casa en su todoterreno gris metalizado. No se despidió de mí, ni siquiera me miró, dando su trabajo por finalizado y a la espera de que me bajara del coche y desapareciera de su vista. No tenía que decírmelo dos veces. Cerré la puerta de un golpe seco y subí a casa donde Eren ya me estaba esperando sentado en el sofá. Nada más oír las llaves en la puerta, se levantó y me miró fijamente.

—Comió las pizzas —anuncié sin entusiasmo alguno mientras tiraba las llaves sobre el taburete verde y me iba a por algo frío que beber—. Erwin me debe sesenta dólares.

Eren lo celebró con una gruñido agudo de felicidad y una sonrisa antes de seguirme hasta la cocina. Se pegó a mi espalda y me frotó el pelo con su rostro, pero yo chasqueé la lengua y traté de apartarle de un codazo mientras abría la nevera.

—Eren llamará a Alfa —me dijo, levantando una mano para pedirme el móvil.

Se lo entregué junto con otro sonido de queja y me incliné para ver las numerosas latas de refrescos. Me decidí por una bebida energética de marca blanca que nunca había probado.

—Aquí Eren —dijo el lobo tras marcar rápidamente el número del Alfa—. Sí. Levi consiguió que comiera cuatro pizzas grandes —me miró con el pecho henchido y la cabeza bien alta. Yo puse los ojos en blanco y negué antes de darle un sorbo a la lata—. Sí. Emh... ahora Levi está... bebiendo —perdió su expresión orgullosa y la sustituyó por una mueca de preocupación y cierto miedo.

Alargué la mano cuando oí aquel triste intento de Eren por evitar pasarme el teléfono y tener que hablar con el Alfa.

—Erwin —murmuré en mi tono sin vida, buscando un cigarrillo en la cajetilla y mi zippo.

—Oh, ¿ya has terminado de beber, Levi?

—Ya se lo he dicho a Farlan, pero te lo diré a ti también —dije, ignorando por completo su comentario—. Annie ha dejado de dar de comer a Berthold porque quiere que se vaya de su vida. Airea la Guarida y lava la ropa para librarse de su Olor a Macho. Cree que eso va a funcionar, pero ella no sabe que es demasiado tarde, y cuando se dé cuenta de que el lobo no se irá ni aunque le escupa a la cara y le eche a patadas, simplemente huirá de la ciudad. Alimentar a Berthold a escondidas no va a resolver nada, porque Annie es el problema.

El Alfa se quedó en silencio tras terminar de oír mi discurso, lo que me dio tiempo a prender la llama del zippo y encenderme el cigarrillo.

—Esa es una acusación muy grave contra un compañero de la Manada, Levi... —dijo Erwin con un tono grave y profundo, casi como una advertencia—. ¿Tienes pruebas?

—No, pero tengo un recibo de sesenta dólares de una pizzería, porque esta noche he tenido que dar de comer a un lobo hambriento que tiene compañera —respondí, perdiendo por un momento mi tono indiferente y muerto. Cerré los ojos por aquel error y me rasqué la ceja con la misma mano con la que sostenía el cigarrillo—. No necesito que me creas, Erwin. Solo te digo lo que sé —concluí.

Iba a dar mi acto benéfico por concluido, despedirme educadamente y colgar para volver a mi exilio, pero el Alfa dijo:

—Ven a verme mañana al despacho, Levi —y antes de que pudiera negarme con una excusa, añadió­—: Este tema es muy importante para mí y me gustaría que pudiéramos hablar tranquilamente tú y yo. No me importa madrugar un poco y reunirnos antes si tienes trabajo que hacer.

Fumé una calada con la mirada perdida en los ventanales con las repisas inundadas de macetas y plantas, después miré a Eren, que esperaba muy atento e impaciente al resultado de aquella conversación. Era mala idea. Era una terrible idea y solo me daría problemas. Solté el humo lentamente y respondí:

Humano - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora