Capitulo 62

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Suspiré tratando de dejar ir un poco de la presión que sentía dentro de mí, estaba decepcionado de mi mismo pero a la vez me comprendía, no he echo nada con mi vida pero también, pasé casi la mitad de mis días encerrado junto a Michael o en juicios contra él o huyendo de él. Todo para que acabaramos en el mismo lugar, ¿así será toda mi vida?, ¿toda mi existencia se basará en huir de él y luego volver a él para luego huir nuevamente? Estoy cansado, mi sobrino fué la última gota que hundió mi barco, por lo menos puedo decir que no todo es mi culpa. Andrea puso la soga en mi cuello el día en que decidió dar a luz al hijo de Michael, pero yo salté de la silla en la que me paraba el día en que decidí tratar de tener una relación con ese niño. Nunca tuve hijos, era obvio que mi instinto paterno me traicionaría, ahora estoy aquí, no tengo nada pero tengo mucha gente que depende de mí, primero grité por justicia y que las cámaras apuntaran a mi caso y ahora soy yo quien a regresado con su agresor, me escondo de esas cámaras y discretamente giro al rededor de ese hombre. Pareciera que todo lo que viví fué un maldito montaje para hacer quedar mal a Michael, una maldita broma de mal gusto, soy una broma de mal gusto, soy retazos de un hombre, soy un mal intento de ser uno.
Salí de mi cuarto, la luz del sol me había despertado, preparé el desayuno y serví la mesa, Michael no tardó en salir a comer, el sonido metálico de su prótesis chocando contra el suelo me advirtió su presencia, me dijo algunas palabras que no entendí, solo contesté con una pequeña sonrisa, espero que no me haya hecho ninguna pregunta. Se acercó a mí y me abrazó, no sabía cómo reaccionar a esto, este hombre me había hecho vivir los peores momentos de mi vida pero ahora era lo único que me podía dar un mínimo de estabilidad, faltaban pocos días para que mi familia pudiera traer todas sus cosas para acá, seríamos ilegales aquí, pero aún así era mucho mejor que vivir contando los pesos día a día para ver si alcanzaríamos a pagar la cuota mensual en el banco. Yo era un hombre, sin embargo no podía actuar como uno, solo era una ama de casa poco convencional, pero ahora no tenía nada más que eso, eso era lo que me haría poder tener a toda mi familia (o lo que quedaba de ella) junta.
Michael se despidió de mí, me dió un abrazo y un beso en la mejilla, debe de dar vergüenza ver esa escena, somos dos hombres adultos, no estamos para portarnos melosos.













Besé a Alejandro en la mejilla, era obvio que no esperaba esa reacción, su carita sorprendida me lo dejó claro. Me fuí a trabajar feliz, me tenía tranquilo verlo en mi casa, sabía que estaba bien, sabía que comía bien, sabía que no estaba con una prostituta como en su pueblo, sabía que usaba cosas buenas. Yo sé que esto de tenerlo en mi casa solo empeora mi condición, mi psicólogo me lo dijo, me advirtió de no tenerlo cerca, pero no ha sido mi culpa, las condiciones nos llevaron a esto, él no huyó de mi, él quería estar conmigo, él quería estar con mi hijo, no soy el único responsable.
Andrea y su padre venían para acá, tenía que encontrar donde meterlos, no quiero que estén en contacto con Alejandro, le van a comenzar a decir cosas que no son y va a tener pensamientos tontos, pensamientos que no debe tener. Su padre actúa como si no estuvieran en una citación complicada, no le importa vivir en un basurero con tal de tener dignidad.
Llegué al trabajo, hice lo que tenía pendiente, ni siquiera miro la hora cuando se trata de trabajo, tampoco es como si estuvieran muy ansiosos de tenerme en casa. Pensé en una forma de hacerle entender a Alejandro que su mejor opción era yo, está vez no lo obligaría, está vez me comportaría y lo trataría bien, si Ellen consiguió enamorarlo no debe de ser tan dificiles. Mi tono de llamada me sacó de mis pensamientos, tal como si lo hubiera conjurado Ellen me marcaba, sabía que estaba en la ciudad, no había hablado conmigo, ya casi no lo hace, ni siquiera con Alejandro, desde que se relacionó más conmigo se han alejado poco a poco.

—Michael, tengo que decirte algo, es importante, en verdad lo siento —, su voz preocupada me estaba comenzando a asustar.

—¿Qué pasa?, deja de asustarme, ya cuenta —, me desesperaba su cobardía, su mente nunca quería ir al grano, siempre daba vueltas.

El ático. Yaoi Hard SadomasoquistaWhere stories live. Discover now