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— Jane. Jane, despierta.

— ¿Qué ocurre?— confundida y adormilada, Hermione se volteó para mirar a su hermana, pero se enderezó con rapidez al ver a la profesora McGonagall en el umbral de la puerta mirándolas.— Blair...

— Ponte tu bata, no hay tiempo. El señor Weasley fue herido, debemos irnos.

Hermione aún confundida hizo caso y siguió a su hermana afuera del dormitorio, abajo por las escaleras en espiral hasta el interior de la sala común. Allí se encontraron con los Weasley's.

El grupo siguió a la profesora McGonagall a través del agujero del retrato de la señora gorda y a lo largo del pasillo iluminado por la luz de la luna. Pasaron a la Señora Norris, quien dirigió sus relampagueantes ojos hacia ellos y maulló débilmente, pero la Profesora McGonagall exclamó "Fuera" y la Señora Norris se escabulló entre las sombras. Pocos minutos después alcanzaron la gárgola de piedra que custodiaba la entrada al despacho de Dumbledore. 

— Fizzing Whizzbee — dijo la Profesora McGonagall.

La gárgola cobró vida y saltó hacia un lado; la pared detrás de ella se abrió en dos para revelar una escalera de piedra que se movía constantemente hacia arriba, como una escalera mecánica en espiral. Los tres subieron a la escalera móvil, la pared se cerró tras ellos con un ruido sordo y se movieron hacia arriba en círculos estrechos hasta que alcanzaron una puerta de roble pulido con una aldaba de bronce con forma de grifo. Aunque ya pasada de la medianoche se escuchaban voces que venían desde dentro de la habitación. Un definitivo murmullo. Sonaban como si Dumbledore estuviera entretenido al menos con una docena de personas.

La profesora McGonagall golpeó tres veces con la aldaba y las voces cesaron abruptamente como si las hubieran apagado. La puerta se abrió por si sola y la Profesora McGonagall guió al grupo hacia adentro. El cuarto estaba en penumbra; los extraños instrumentos de plata colocados sobre las mesas estaban quietos y silenciosos, en vez de zumbando y emitiendo bocanadas de humo como era habitual; los viejos directores y directoras de los retratos que cubrían las paredes estaban dormitando en sus marcos. Detrás de la puerta, un magnífico pájaro rojo y dorado del tamaño de un cisne dormía en su percha, con la cabeza bajo el ala. Harry y un Ron completamente pálido se encontraban sentados junto a Dumbledore.

— Harry, ¿qué sucede?— preguntó Ginny, que parecía asustada— . La Profesora McGonagalldice que viste a papá herido... 

— Su padre ha sido herido en el curso de su trabajo para la Orden del Fénix— les explicó Dumbledore, antes que Harry pudiera hablar— . Ha sido llevado al Hospital San Mungo para Enfermedades y Lesiones Mágicas. Los enviaré de regreso a la casa de Sirius, que es un lugar más conveniente para ir a hospital que La Madriguera. Se reunirán con su madre allí. 

—¿Cómo iremos?— preguntó Fred temblando—¿Polvos Flu? 

—No— contestó Dumbledore—. Viajar con Polvos Flu no es seguro en este momento, la Red está siendo vigilada. Tomarán un Traslador— señaló el viejo caldero descansando inocentemente en su escritorio—. Sólo esperaremos el reporte de Phineas Nigellus... quiero estar seguro que no hay moros en la costa antes de enviarlos. 

Hubo un destello de flamas en mitad de la oficina, dejando atrás una pluma dorada que flotó suavemente hasta llegar al piso. 

—Es el aviso de Fawkes— informó Dumbledore, tomando la pluma cuando cayó—. La Profesora Umbridge ya debe saber que no están en sus camas... Minerva, ve y haz que se  vaya....invéntale cualquier historia....La Profesora McGonagall se fue en un crujido de tartán. 

—Dice que estará encantado— se escuchó una voz aburrida detrás de Dumbledore; el mago llamado Phineas había reaparecido enfrente del banderín de Slytherin—. Mi tataratataranieto siempre ha tenido un gusto extraño en materia de huéspedes. 

𝕱𝖔𝖗𝖊𝖛𝖊𝖗 𝖆𝖓𝖉 𝖆𝖑𝖜𝖆𝖞𝖘 | ʙᴡDonde viven las historias. Descúbrelo ahora