Capitulo treinta y cuatro.

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Ahora sí que estaba en una situación realmente peligrosa, Edgar está al frente de mí, con una pistola, para ser exacto, en mi cabeza.

- ¿Para donde crees que vas?

- Eh ¿Al baño?

Para ser sincera, por un momento sentí como la bala me quemaba la cabeza, pero Esmeralda apareció de repente, protegiéndome de la muerte... de nuevo.

- Cuando esté muerta, es que podrás acabar con la vida de mi hermana.

- Si eres ridícula – le dice Edgar a Esmeralda – Si ya estas muerta, ahora ¡Quítate!

- ¡Que no, demonio!

Joder tengo que pensar rápido un plan antes de que Edgar se la tire de loca y haga un total desastres, pero en verdad, estaba más preocupada por el simple hecho de que ya Esmeralda arriesgo su vida por salvarme, bueno ni la arriesgo ¡Perdió su vida! Pero en este caso, ya no se puede hacer nada, en esta habitación solo hay una persona con un corazón latiente. Cuando Edgar apretó el gatillo, empuje a Esmeralda, ella impacto en el pecho de Edgar, y la bala fue a dirección del techo.

- ¡Vete, Emily! – No, mi intención es que ella se venga conmigo, no la dejare sola.

- No me iré sin ti.

- Yo no puedo ir, recuerda, que aunque me duela decirlo, estoy muerta.

- Viviremos en este mundo feliz aunque no tengamos permiso.

- ¡Eso ni siquiera tiene sentido, por favor ve... - Edgar ya se había levantado, y ahora, tenía sus manos alrededor del cuello de Esmeralda, lo que más me aturde es el hecho de que Esmeralda aún tiene esa sonrisa sínica, como si de alguna forma estuviera feliz – Vete.

Con todas mis fuerzas abro la puerta y lo primero que me encuentro es un montón de árboles, el sol pegaba en mi cara haciendo imposible ver el camino, echo un último vistazo a esa escena tan... dolorosa, y lo único que quiero es llorar, pero no en este momento...

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Mi GemelaWhere stories live. Discover now