Capítulo 35

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Es cierto, no lo dudo, jamás pensé que podía llegar hasta aquí, jamás pensé que podía tener una gemela, todo parece un sueño, mejor dicho una pesadilla, los miedos es que el veneno del alma, por eso, jamás no podemos tener miedo.

¿Donde mueren los sueño? En un lugar llamado miedo.

Mis ojos se llenan de lágrimas cuando recuerdo que no tengo familia, solamente soy yo, en serio que la mentira es horrible, la verdad duele, pero la mentira...

No tengo palabras para describirla. Todo fue una experiencia que me dejo con muchas dudas, con muchos recuerdos y muchos deseos.

La mirada de aquélla chica era tan fría y tan vacía, que me daba escalofríos de solo verla, prefiero que jamás vuelva, pero sé que volverá.

— Emily Fernández, usted es menor de edad, significa que tendremos que mandarla aún orfanato — Podré hombre, se ve que esta cansado, se que quiere estar alado de esposa, ¿Por que no lleva una mejor vida?

— Yo... No se que decir.

— Firma aquí — El señor que al parecer se llama Lorey (Feo nombre) me da una lápiz, pero antes de poner mi firma las puertas se abren de par en par.

— ¡Espera! — Un hombre de cabello negro, ojos grises, y buen porte, estaba junto con una mujer rubia.

— ¿Quien es usted? — Pregunta Lorey.

— Soy el tío de Emily, digame señor Miller — No entendía que estaba pasando ¿Mi tío? ¿Tengo un tío?

— Yo jamás lo he visto, no cuerdo nada de usted — Digo.

— Emily yo soy hermano de Edgar Black, tu padre, me enteré de todo, y lo siento mucho

— No te lamente de algo que no tuviste culpa, perdón pero Edgar no es mi padre.

— Si lo es, Emily, tu y yo sabemos lo que paso, por favor ven conmigo, viviremos seis años en Argentina y volveremos — Sus ojos se le notaban preocupación, pero más preocupada estaba yo ¿Y si es un asesinó? ¿Un violador?

Todo queda en silenció, pero no completamente, ya que se escucha su respiración agitada, la mujer solo me miraba con felicidad, parece buena persona.

— No tengo donde ir, me tendré que ir con ustedes, pero me tendrán que explicar todo.

El asiente con alegría, sabía que estaba feliz por mi decisión, aún que yo dudaba.

"Mi tío" se a cerca a la mesa de Lorey y le dice una palabras, me levantó y me dirijo hacia la señorita de cara perfecta.

— Hola linda, se que estas confundida, pero te aseguró que te amaré como una hija, porque ahora lo eres, te quiero mi niña — Su abrazó era tan maternal, tan caliente, acogedor, sentía tantas emociones que no tengo idea de como expresarlo.

— Gracias ¿Tia?

— Si dime tía.

— ¿Emily? Ven por favor — Ahora voy dónde el señor Miller, me da el mismo lápiz — Firma aquí — Cuando fui a firma el me detuvo — No pongas tu apellido, si no, Emily Miller.

Le doy una sonrisa y hago lo que él me dice ¿Ahora ese sera mi apellido? Es bonito.

— Ahora si, eres el padre de Emily Miller, esperó que te portes bien — Dice Lorey, que buen hombre.

— Gracias a usted — Digo, y los tres nos retiramos del lugar.

[^.^]

Estamos en el avión rumbó a Argentina, voy a extrañar a mi hermosa Venezuela, a su riquisima comida, su hermosa gente... Y mi familia.

Adios...

— Tío Miller, yo te quería preguntar ¿Como supiste lo de Edgar?

— Tu "Nana" me avisó, me dijo que estabas en peligró y podría ser que te quedaras sin familia.

— La señora Atilana es tu hermana

— Si, esa mujer sufrió mucho, pero que en paz descanse.

— Aún no lo puedo creer.

— ¿De que vengas a vivir conmigo?

— De que estoy volando en avión, siempre he querido viajar en uno.

[*-*]

Llegamos a la mansión de mi tío, todos me reciben con una sonrisa, es tan grande, que me mareó al solo ver el techo, que calidad es aquí.

— Emily, ve a tu habitación ok, vendrá un doctor para acerté examenes.

— Pero no se cual es mi habitación.

— Dolores te va a llevar ¡Cierto!

Una señora de unos sesenta años sale con una sonrisa, tenía los dientes tan blancos, su cabello era rubio y sus ojos eran azules.

— Ven linda.

La señora Dolores me lleva a una habitación, es amplia, solo tiene una cama, una mesita de noche el closet y un mueble morado.

— Pon tus cosas, en unos minutos vendrá el doctor.

— Ok.

Me acuesto en mi cama y esperó a que el doctor llegué. Cuando se abre la puerta, yo me levantó rápido, me acomodo el vestido y lo miró.

— Buenos días Emily, Soy el doctor Flores, vengo acerté unos pequeños estudios.

— Bueno.

El doctor me obligo a decir toda la historia de lo que me había pasado, con cada palabra que decía era una mueca de desagrado que el hacia, se me escapan varías lágrimas pero a él no le importaba, ahora falta que no me crea, y me por loca, esperó que no sea así.

Ya cuando el doctor término se fue hablar con mis tíos, ellos no querían que escuchara, pero era lo primeros que iba hacer. Con pasos lentos me acerqué a la sala, dónde estaban reunidos, el doctor aún seguía con esa mueca ¡Ya me esta cayendo mal!

— Lo que les voy a decir es algo muy triste, y esperó que se lo tomen bien.

— Digalo doctor — Dice mi tío.

— Emily me cuenta de una historia muy macabra, dice tener una hermana gemela que le hablaba, que la sometía a juegos macabros, hasta dice de que ella fue quién mato a nana y a sus hermanos, todo esto apunta de que ella es esquizofrénica, pero no se preocupen, se puede salvar, pero sera algo doloroso.

— Pero es verdad, ella tenía una hermana gemela.

— Tenía.

— Bueno, ella murió cuando tenía 12 años.

— La chica es esquizofrénica y punto.

O no.

(**)

— Muy bien chiquita, no me gusta ver a las personas sufrir, así que no grites mucho.

Esos hombres me amarraron a una silla, me pudieron un aparato en la cabeza.

— Muy bien, en uno, dos, tres.

Cuando dijo tres, el aparato se prende, era un dolor tan desgarrador, sentía como me quería explotar la cabeza, grité y grité, pero nadir vino, mi vista se nubló, sentía como mi saliva se salía de mi boca, mi cuerpo temblaba de una manera tan horrible, me retorcía del dolor, los miserables pusieron un espejo al frente de mi, un espejo, para que me pudiera ver, tenía los ojos volteados, mi cuerpo todo era horrible, solo quería que parará.

¡Pero era lo menos que hacían!

— ¡Mama! ¡Papa! ¡ayuda! Esmeralda por favor ven ¡No me dejes! Ayudame mamá, ¡Paren ya!

Desdé ese día... Todo se volvió negro...

El miedo vino a mi, el dolor la tragedia... Todo lo malo vino a mi...

Solo por que creían que era esquizofrénica, pero jamás me olvidaré de Esmeralda....

Jamás...

Nos envejece más la cobardía que el tiempo, los años solo arrugan la piel, pero el miedo, arruga el alma...

Fin

Mi GemelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora