Capítulo 1

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—Hazlo, sí. Muévelo más.

—¿Así? —pregunta Heissen, con la voz ronca.

—Joder, sí —suspiro, aliviada—. Ahora más a tu derecha, sí muévete —el idiota se va hacia la izquierda—. Mierda que a tu dere... ¡Oh, Dios!

—Esto no está bien, si tu madre nos descubre nos va a matar —repite Heissen, por tercera vez, volteando para todos lados.

Ruedo mis ojos.

—¿Podrías callarte y seguir haciendo esto? Es delicioso —siendo sinceros, más que delicioso, es placentero—. ¡Oh, vamos!, sí, sí, abajo; más abajo —pido—. Eres un experto, deberías de dedicarte a esto.

—¿A rascar la espalda? —arquea una ceja—. No, gracias, mi sueño en la vida no es calmar la picazón de la espalda de la gente y menos de las que tienen espalda peluda.

—No tengo espalda peluda —chillo, enojada. Maldito, no sé por qué dice eso.

—¿Has visto tu espalda?

—No.

—Entonces, ¿cómo sabes que no estás peluda?

Joder, buena pregunta.

—Pues, porque lo sé, dah.

—Sí, claro, peluda —dice, dejando la cuchara grande con forma de mano que utiliza mi mami para batir el espagueti—que, como se habrán dado cuenta, no sé cómo se llama—en el fregadero.

—Si no fueras mi mejor amigo gay —me quedo pensando por un segundo qué podría decirle que le duela o algo... ¡Bingo! —, te pondría una gran cinta negra en tu trasero para que así no tengas por dónde te den.

—No hay problema. Recuerda que soy activo, me gusta más penetrar —contraataca, con una sonrisa llena de victoria.

¡Me lleva el demonio!

—Hoy en la noche habrá una gran fiesta iremos, ¿cierto?

—Sí, vamos. Me la pasé toda la semana trabajando como mula, me merezco un fin de semana de diversión —respondo, animada.

Salimos finalmente de la cocina, donde anteriormente estábamos, y subimos las escaleras hacia mi habitación.

—Me encanta tu habitación, es mi lugar favorito en el mundo. Es como mi Narnia personal, es decir, me encanta ese toque que le dimos, las lucecitas; que hayamos rayado toda la pared con nuestros sellos personales. Es increíble, amo este lugar, para mí esto es mi casa.

—Tranquilo, es sólo un cuarto —Heissen corre hacia mi cama y se tira de panza sobre ésta.

Se queda callado uno segundos, pero yo no le tomo mucha importancia. Finalmente suspira y dice:

—¿Crees que soy guapo? Es decir, sé que soy guapo, pero quiero que seas sincera y me digas si soy guapo —me quedo patidifusa, ¿de qué coño me habla? —Sí, sí, sí, debes de creer que estoy loco, pero hay un chico y es jodidamente atractivo, pero conoces mi regla —Oh, es eso—. No salgo con nadie que sea más atractivo que yo...

—... porque me podría ser infiel —decimos al unísono.

No sé por qué se preocupa por eso. Heissen es realmente sexy, es lo que cualquier chica heterosexual diría que es un desperdicio gay, el tipo chico musculoso, hace gym—ser gay no aplica hacer cosas de chicas como mucha gente idiota piensa—, ojos verdosos, cabello castaño claro y con esos sexys hoyuelos que se le marcan al sonreír. Pero lo que lo hace verdaderamente atractivo, es su seguridad, su ego y su forma tan divertida de ser. Oh, y su mirada, su hermosa mirada que te hace sentir segura y bella. Lastimosamente tira para el otro bando.

Medio kilómetro de distanciaWhere stories live. Discover now