31. Te sigo amando, Maritza.

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Nathan Daniels

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Nathan Daniels

Entro a la empresa y ya muchas miradas están sobre mí. Usualmente no vengo por estos lugares y comprendo que mi presencia aquí les parezca extraña.

Camino hasta la presidencia, antes de entrar paso con la secretaria de Sebastian.

—Aura, buenas tardes —saludo de forma cortés a la chica de más o menos mi edad, labios rojo carmesí y escote pronunciado—. ¿Le llegó correspondencia a Sebastian?

Aura me mira con solo esa mirada que da una mujer que quiere mas que simple profesionalismo. La mujer es bella, tiene una verdadera belleza exótica y es el tipo de chica con las que suelo involucrarme sexualmente, incluso teniendo escasos pensamiento inapropiados con ese tipo de mujeres estando con Maritza, sin embargo, desde que estoy con Katherine con ningúna a sucedido tal caso.

Y soy conciente de qué en estos momentos puedo demostrarme que no estoy cayendo bajo los encantos de Katherine de forma nociva; al poder llevar Aura la oficina, tirarla sobre mi escritorio, arrancarle la ropa seguido de su ropa interior dejándola desnuda ante mí y con la total libertad de poseerla a mí modo... pero eso también puedo hacerlo con Katherine, y con la total certeza de que sería siempre que quisiéramos y no solo en un día de desliz de calentura. Sin embargo, el gran motivo por el cual no lo hago es porqué absurdamente me estaría engañando a mí mismo, pues lo cierto es que si estoy cayendo bajo los encantos de Katherine de forma nociva y tratándose de ella, no me da miedo admitirlo.

—Solo las de ayer, pero el mismo señor Dorian-Greyson la recibió —responde con una audible voz sexy, que he de señalar finje desde que llegué, la he oído hablar un par de veces en juntas anteriores y no habla así.

Si solos supiera que detesto ese tipo de personas.

—Bien. Estaré en la oficina revisando esos pendientes, Sebastian ya lo sabe.

Responde algo que sinceramente me dio igual y no preste atención.

Me adentro a la oficina. No es nada en comparación como la dejo mi padre y como la recuerdo de pequeño, es lujosa y practica. Siendo sinceros me gusta más.

Aflojo el nudo de mi corbata, me dirijo hasta una pequeña repisa de vinos que hay en el lugar y me sirvo el mas fuerte que hay, estar en este lugar siempre me pone mal, me trae muy malos recuerdos de cuando era pequeño, y cuando mi padre era un hijo de puta.

Sonrío con ironía.

A la mayoría de las personas les he metido respecto a mi padre; siempre lo he idólatrado, al igual que mi madre, pero lo cierto es que es una gran mentira, una llena de mierda, y es la segunda mentira mas grande que he dicho en mi vida.

La verdad absoluta solo la sabemos mi madre y yo, solo ella y yo sabemos que clase de mierda era ese hombre, el hombre que debió cuidarnos y protegemos con su vida pero nunca lo hizo. Bueno, sí, muriendo es que nos salvo.

Medio kilómetro de distanciaWhere stories live. Discover now