Cien mentiras

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Luca Andrews.

No me había tomado el tiempo de analizar lo que una mala decisión es capaz de dañar.

¿Alguna vez has mentido y creado una gran bola de mentiras que no sabes ni como retroceder?

¿Alguna vez has tomado una mala decisión que daña miles buenas?

Bueno, yo estaba en ese momento, en ese momento de mi vida donde no sabía cómo retroceder, no sabía cómo mirar a alguien a los ojos y decirle que mentí. Por partida doble.

Todo el tiempo estoy nervioso, me la paso tomando alcohol para liberar tensión y al pendiente del teléfono por si algo —como la verdad descubierta— pasa.

Supongo que ahora estoy más liado que antes.

El haber involucrado a Katherine en esto no fue una buena opción, y no sé porque mierda fue  que terminé accediendo en primer lugar.

No sé porque miento, no sé porque engaño, no sé porque mierda no soy capaz de enfrentar a Daniels. No sé porque soy un cobarde; pero ahora se porque ella lo quiere a él y no a mi.

Debí decirle a Nathan la verdad desde un principio, debí ser sincero como él tal cómo él siempre lo ha sido conmigo.

Pero, ¿cómo le dices a tu mejor amigo que no solo te gusta su chica sino que ya te la tiraste?

¿Como mierda voy a ver a Nathan a los ojos y decirle que me acosté con Maritza?

Y ahora, ¿Cómo voy a ver a la cara a Katherine y decirle que solo coqueteé con ella porque Maritza así me lo pidió? ¿Cómo voy a verla a la cara y decirle que soy un idiota que se dejó manipular por alguien que simplemente no lo quiere?

Mi cabeza sigue zumbando por la risa exagerada de Katherine al inhalar la cocaína. 

Otra cosa más para que Nathan me entierre vivo.

Traviesa y coqueta se sienta a horcajadas en mí. Sus dedos se pasen por mi rostro haciéndome sentir más culpable de lo que ya me siento.

Katherine es una buena chica, la mierda en la que Nathan la metió no se la merecía, mucho menos en la que la estoy metiendo yo. No obstante, quiero a Maritza más que a nadie en este mundo y si ella necesita en su vida a Nathan para ser feliz entonces haré todo lo que esté a mi alcance para que así sea, aunque eso implique ir contra todos mis principios o contra no tenerla a mi lado.

Antes de ella no existe nadie.

—Te queda bien mi camisa —le dije. Aunque eso era verdad, aunque estuviese drogado y de más no estaba ciego, Katherine tiene un cuerpo fenomenal, sin duda mi amigo tiene buenos gustos—, no te la lleves, quiero que sea mi recuerdo de ti.

—Quiero llevármela, quiero que sea mi recuerdo de ti —replicó insatisfecha por mi petición. 

Le sonreí. 

Poniendo mi mente en blanco y mentalizandome que esto es por el bien de Maritza, le retire la camisa seguido de sus sostén, sus firmes y voluminosos pechos quedaron expuestos ante mis ojos por segunda ocasión. Era fascinante verla desnuda, si bien no era Maritza, es una chica realmente hermosa y no solo físicamente me he dado cuenta que también internamente.

La miraba con fascinación, y aunque sabía que pecaba; recordé que nos caballeros no tiene memoria.

Llevé mis manos a sus firmes pechos y comencé a magrearlos con deleite, sus pezones​ pronto se endurecieron y la tentación de chuparlos se hizo muy presente. Gemidos brotaban de su garganta avivando la situación. 

Medio kilómetro de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora