35. Buena mierda

21.1K 1.9K 2.1K
                                    

Nathan Daniels

Freno de golpe; sujeto mis manos con fuerza al volante y el cuerpo se me sacude momentáneamente. Tiro la cabeza hacia atrás reposandola en la cabecera del asiento y suspiro duro.

Han pasado 6 horas y yo siento que ya pasaron 3 siglos, tres malditos siglos y aun no he podido dar con Katherine; he preguntando, llamado e investigado donde se ha podido meter pero no tengo respuesta alguna.

«Qué buena mierda Daniels», me jode esa horrible culpa de conciencia.

Saco el celular de la guantera e intento contactar a Katherine pero no responde, me vuelve a mandar a su buzón. Exasperado, arrojo con fuerza el celular hacía el parabrisas.

Y es que la culpa me consume, no debí tratar a Katherine de esa manera, sé que en ese momento me exalte y no debí hacerlo, pero el hecho de que ella se refiera a Maritza de esa manera no lo tolero, como tampoco tolero que Maritza se expresé mal de Katherine.

Lo peor de todo es que ese no fue mi único error, también, el hecho de tratarla mal en público acabo con todo, si había una mínima esperanza de exoneración para mí, se había acabado, lo sé, conociendola voy a pagar caro eso. No tengo perdón, ni excusa, pero no pude controlar mis instintos, el ver como un idiota ponían sus manos en ella hacía hizo que me hierva la sangre y termine explotando. Jamás algo tan estúpido me había alterado tanto, fueron muchas emociones encontradas, porque no solo tenía en mente las cosas sin sentido que en la oficina me había dicho Katherine, sino también, el hecho de que Maritza se iba y por mi culpa más que nada, aunque eso en cierta forma me hacía feliz ya que ella contraria su camino, por otro lado me dolía el no poder volverla a ver en un largo tiempo.

Llevo mis manos a mis ojos y los frotó con desesperación; la droga ya está haciendo su efecto.

Miro por la ventana del coche y el lugar sigue vació, no hay ni una sola alma, solo montañas y un terreno perfecto para seguir corriendo. Enciendo el coche, acelero en un punto fijo y después giro hacia mi izquierda, y ahora, así me mantengo, dando vueltas en el propio eje del coche sintiendo como los demonios en mi interior comienzan a calmarse.

Le doy vueltas al volante ordenandole al coche moverse a mi modo.

Freno de golpe, nuevamente. Parpadeo un par de veces, limpio mis ojos y hasta sacudo la cabeza pero parece que no es una ilusión, de verdad está un niño parado en medio del terreno. Frunzo mi ceño desconcertado.

Al escuincle le cálculo aproximadamente 7 años, tiene el cabello castaño y es todo lo que le puedo percibir desde mi posición. Pocas cosas en el mundo me asustan e ntimidan, ver a ese mocoso hay en unas de ellas, no logro saber como o porque pero un escalofrió recorre todo mi cuerpo haciéndome entrar en una clase de shock, no me muevo y no digo nada; solo me quedo viéndolo anonado. El niño comienza a caminar hacía mí en pasos lentos y firmes, lleva sus manitas a los bolsos de un pantalón café claro, conforme va avanzando puedo distinguirlo mejor; tiene la ropa sucia y podría decirse que manchada de sangre, además, posee grandes raspones en su cuerpo así como una herida profunda en su mejilla. La distancia es prudente entre ese niño y mi auto; o sea donde me encuentro.

No pasa mucho tiempo cuando todo mi cuerpo se conecta y salgo de mis pensamientos perplejos. La necesidad del saber quien es o si necesita ayuda me llega y es entonces que intento salir del coche pero la cerradura no me abre, le pincho varias veces pero solo me da señales de «open» mas no abre, giro mi vista hacía al frente, y entonces mi desconcierto crece más. Nuevamente ese miedo que hace muchos tiempo atrás no sentía se apodera por completo de mí; el niño me sonríe de manera perversa y corre hasta llegar a mi auto. 

Al llegar al capó, sonríe mucho y araña el mismo produciendo un sonido irritante, intento salir del coche pero nuevamente no abre, mi desespero es tan grande que comienzo a golpear el vidrio de la puerta; nada pasa.

Medio kilómetro de distanciaWhere stories live. Discover now