Capitulo 12

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POV ANASTASIA

Cuando despierto estoy sola. Él no está y me esta asustando. ¿Qué será que le dijo mi otro yo? Me aterra la idea de que me deje y sola. No me gusta la soledad.

Me doy cuenta que al final de la cama hay una pila con ropa. Tiene colores vivos, cosa que no es muy común. Para hacer ropa de colores vivos se necesitan colorantes vegetales. Son tan escasos y caros. El color más difícil de hacer es el negro. Ya que solo se tiene tres colores básicos: amarillo, azul y rojo.

Bajo de la cama y mis pies tocan la fría madera. Algunos de los tablones están podridos y crujen. Miro hacia fuera, a través de la protección oxidada. La cuidad siempre tiene ese color gris, que a la larga es deprimente.

Lo vampiros siguen su vida y no les importa nada. Ni aun cuando una humana embaraza se enreda y cae al suelo. Me preocupa que pueda sangrar, eso la convertiría en una presa fácil pero se levanta, ayudándose de la pared. Un vampiro la mira detenidamente y frunzo el ceño. Se da vuelta y me mira.

Esos ojos. Un escalofrío recorre mi espalda y me afirmo en lo que tenga cerca. El vampiro sonríe y me da miedo.

"No saldrás de este lugar. Tú vida y tu sangre me pertenecen".

Una voz ronca llega a mi mente. Busco en la habitación algún rastro de la presencia de algún ser pero no hay nadie. Tomo la ropa y abro una de las tres puertas que hay en la habitación. Una pila de libros queda delante de mí y con el movimiento tan brusco que realice, se caen encima de mí.

Uno de esos libros golpea mi ceja provocando un golpe y un pequeño golpe. Termino enterrada por un centenar de libros antiguos.

 Termino enterrada por un centenar de libros antiguos

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-¡Ay!- me quejo cuando paso mi dedo por la herida. Comienzo a sacar los libros cuando la puerta se abre.

-¡¿Qué has hecho?!- dice Cristian enojado. Lo miro y sus ojos están completamente rojos. El gris ha desaparecido por completo.

-estaba buscando el baño- digo asustada.

-es la puerta del fondo- dice y me mira. Llega hasta al frente y sin importarle pisar alguno de los libros –estás herida- dice. Con un dedo limpia la sangre y se la lleva a la boca. Arruga la nariz cuando lo saca.

-¿Qué ocurre?-

-tu sangre es amarga. No es dulce como cuando te muerdo- dice.

-¿eso es malo?- digo mientras lo miro. El rojo que cubría sus ojos ahora solo cubre su pupila.

-no lo sé. Eres demasiado rara y eso me confunde y me frustra- dice pasando su mano por el cabello.

-yo también me frustro. No sé quién soy ni de dónde vengo. No sé leer ni mucho menos escribir. Soy torpe y a veces me cuesta aprender. Es como si una maldición estuviera sobre mis hombros- digo aun permaneciendo sentada con algunos libros en las piernas.

Llamado de la sangre: Cristian y AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora