Capitulo 40

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POV CRISTIAN

A cada momento siento que mis ojos pesan más y más. El antídoto está en todas las casas de la ciudad y en cada rincón. Quedan tan pocos vampiros... suspiro porque ya sé cuál es mi final. No tengo otro ser dentro de mí como lo tenía Ana.

Sé que moriré. Ya lo asumí.

-abuelo, necesito que me des un poco de tu sangre pero, una que está en un sitio complicado. Te dolerá pero la necesito con urgencia- dice Ana. Mirando al abuelo, cada vez se ve más como un humano. Las heridas que tenía en su cuerpo, están casi desapareciendo y el olor a carne podrida, ya no existe.

-lo sé. Me lo has dicho como 10 veces en menos de una hora. Sé que dolerá pero es un precio que estoy más que dispuesto a pagar para salvar la vida de mi nieto- me regala una mirada esperanzadora y niego con la cabeza. ¿A que está jugando? Todos sabemos que vamos a morir.

-pero hay alguien que no está muy conforme con esa respuesta y mucho menos con lo que estamos haciendo- dice Ana mirándome de reojo.

-no es la primera vez que se comporta de esa manera. Digamos que asumió que no estaría en este mundo por más tiempo y simplemente se cansó de nadar contra la corriente- dice el abuelo mirándome. Me conoce tan bien que me da miedo, el me lee tan fácil que siempre me he preguntado si puede hacer más que simplemente comunicarse por ese medio.

-no hablen como si no estuviera aquí. Los estoy escuchando- digo de mal genio.

-¿Por qué no te vas a pasar el rato con los bebés? Según tú vas a morir y deberías aprovechar todo el tiempo posible con ellos. Ellos te extrañan- dice Ana. Al principio su voz sonó dura pero cuando habla de los niños, es más suave e incluso tierna.

-no estoy para mandados. Si quiero ir a ver a los pequeños, lo hare por gusto propio, no porque me mandan- digo. Ana me fulmina con la mirada pero no dice nada.

-eres un gruñón, Cristian. No puedo creer que te estés comportando como un niño chiquito. Deja de ser tan odioso u vive lo que te queda de vida. Nunca pensé que fueras un cobarde pero adelante, estas libre de escoger lo que quisieras hacer con tu vida y tu animo de mierda- dice el abuelo enojado. Me está regañando a la grande.

-puedo ser lo que quiera con el poco tiempo de vida que me queda- digo de mal genio.

-abuelo, ¿Puedes colocarte en la mesa y tomar posición fetal?- dice Ana y frunzo el ceño.

-claro pero no me muestres la aguja. Me va a dar una crisis de pánico si la veo- dice el abuelo y Ana se ríe. El abuelo toma la postura que le pidió Ana. Ella busca una aguja que me deja paralizado. Es enorme y mide como 20 centímetros. Es delgada pero sigue siendo enorme. ¿Dónde meterá eso?

Ana se posiciona mirando la espalda del abuelo, respira profundamente y comienza a contar algo con los dedos. Cada vez la piel del abuelo se ve más tierna, mas... humana.

Ana se detiene y comienza a acariciar la zona escogida. Mo dice nada al abuelo, simplemente coloca la punta de aguja en la zona, suspira y comienza a introducirla poco a poco.

Estoy que me desmayo. Ver como la aguja desaparece en la espalda, por completo, estoy sudando.

El abuelo se queja un poco y Ana se detiene. Encuentra algo y luego tira un poco la jeringa. El color rojo se hace presente y tengo ganas de salir de este lugar. Tengo ganas de huir. No sé cuándo me volví tan cobarde.

Ana saca la aguja con la misma calma que la coloco. Se me viene a la mente las imágenes de algunos libros, donde mostraban la gigante aguja que a las mujeres embarazadas les ponían en la espalda. Creo que se llama algo de epidural o algo por el estilo.

Llamado de la sangre: Cristian y AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora