LXXV. Réquiem

20 0 0
                                    

Querido pajarito:

   Escribo esta carta con las últimas migajas de amor y de dolor que me quedan. El resto lo comiste vos; te instalaste en mi pecho y poco a poco fuiste desmenuzando y tragando esos sentimientos con tu pequeño pico.
   Ya no te escribo desde el rencor o el odio, ni siquiera desde la nostalgia, pero tampoco te escribo desde el amor o el anhelo. Te escribo desde el inminente vacío que pronto va a llenar el lugar de mi corazón en el que estabas. Te escribo desde páginas en blanco y lágrimas que ya no caen por mi cara; te escribo desde la distancia y las despedidas. Te escribo desde muy lejos. Y a la vez desde muy cerca.
   Escribo esta carta para agradecerte por estos meses de eterna inspiración. Si hubo algo que no me faltó durante el tiempo que pasamos juntos, fueron ganas y motivos para escribir. Eso lo generabas vos, y creeme que lo disfruté mucho. Sin embargo, terminaron pesando más en la balanza de mi salud mental todas las cosas que sí me faltaron mientras estuviste a mi lado (no fueron pocas).
   Escribo esta carta para aun así pedirte perdón, porque ya los años me pesan demasiado como para seguir creyendo la fantasía de que la culpa es sólo de una persona cuando una relación termina. Sé que yo también cometí mis errores.
   Escribo esta carta para pedirte que nunca dejes de volar. No estás hecho para las jaulas, pajarito, no estás hecho para no ser libre. La gente que quiso encerrarte no te entiende, no merece tener la enorme fortuna de escucharte cantar todas las mañanas.
   Escribo esta carta porque ya no hay vuelta atrás en la despedida. Estoy rodando cuesta abajo en la cumbre de los sentimientos y no puedo hacer nada para frenarme, es inminente la partida. Es inevitable la caída.
   Escribo esta carta con mis últimas migajas de amor y de dolor; te las entrego junto con estas palabras, te lo entrego todo. Si voy a vaciarme de vos tengo que hacerlo completamente, ya no me bastan los simulacros de indiferencia o los olvidos a la mitad.
   Te entrego una última sonrisa, por todas las que me sacaste en estos meses.
   Te entrego también una última puñalada, por todas las que vos me diste en estos meses: no vas a volver a encontrar nadie que te quiera tanto como yo lo hice. Sé que estás pensando que exagero, o que no va a ser así, pero corazón, leé atentamente. Te estoy hablando en serio.
   Te repito, te entrego esa última verdad, por todas las que me ocultaste vos en su momento, te entrego esa última certeza. No vas a volver a conocer a alguien como yo. Pero no me taches de egocéntrica, no. No estoy diciendo todo esto porque piense que soy única en el mundo o algo por el estilo. Sé que podrías reemplazarme fácilmente.
   Te entrego esta última herida, por todas las que vos me hiciste durante todo este tiempo, te entrego este réquiem. Y a pesar de que vos nunca me la tuviste a mí, finalmente también te entrego un último acto de piedad: prometo no hacerte sufrir demasiado.
   La fragilidad del cuerpo humano es algo que siempre me sorprendió, ¿a vos no? No te puedo prometer que no te va a doler, pero tranquilo, voy a hacerlo lo más rápido posible.
   No tengas miedo. Una bala entre tus hermosos ojos es lo único que nos va a hacer falta para saldar nuestras cuentas pendientes y consumir todas las migajas que todavía quedan en mi pecho. Y así nos vamos a asegurar de que, como te dije, nunca más nadie te quiera como yo.
   Mencioné al principio de esta carta que te estaba escribiendo desde muy cerca, y no mentía. Llegó la hora de volar, pajarito.
   Abrime la puerta, por favor. Hace frío acá afuera.

Lo que nunca pude decirteWhere stories live. Discover now