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Al día siguiente me levanté a la hora habitual, ya que tenía nuevo celular podía poner la alarma. Me deslicé bajo unos jeans ajustados negros y una camisa de seda color blanca que me llegaba hasta las caderas. Caminé hacia la cocina y me puse en un tazón cereal con leche.

Los ruidos de dos ruedas se escucharon bajando las escaleras, y mi padre se asomó por el descanso, secándose la frente. Había una maleta a su costado.

—¿Y eso? —el me sonrió.

—Nada, solo un viaje de último momento —fruncí el ceño. Nunca antes había tenido que viajar.

—¿Porqué? Nunca viajaste. Aparte tienes la sesiones con con psicóloga —metí una cuchara con cereal a mi boca.

—Las terminé la semana pasada —casi me ahogo—, y es un regalo de Dios, que mi jefe halla confiado en mi para poder mandarme de viaje a mi solo —¿eso era posible?—. Después de todo el asunto tuyo y de Lidia.

—¿Cuándo vendrás? —pregunté.

—El viernes —abrí los ojos, y me acerqué a él—. Pero llegaré para tu baile.

—El baile no me importa —contesté—, lo que me importa es la entrega de diplomas.

—Posiblemente llegue —me crucé de brazos.

—¿Posiblemente? —el terminó de bajar la maleta y se paró al frente mío.

—Te prometo que llegaré lo más pronto que pueda —asentí algo desanimada. Miré mi reloj de muñeca y luego abrasé a papá.

—Me tengo que ir, nos vemos en unos días —corrí hacia la cocina y tomé unas ultimas cucharadas de cereal.

Agarré mi mochila y corrí hacia mi auto, me monté en él y conduje hacia la preparatoria. El pensamiento de que mi padre no pudiera asistir a mi graduación me revolvía el estomago. Sentía como si ninguno de mi padres pudiera estar orgulloso de mi.

Me detuve en un semáforo en rojo, y prendí el estéreo. Me quedé viendo a la nada, pensando en lo que había sucedido ayer a la madruga, Noah y yo, Noah y yo, Noah y yo. Es que no podía ser real. No podía dejar de pensar e imaginar lo que hubiera pasado si mi padre no hubiera llegado. Una sonrisa pícara se escapó de mi boca y un bocinazo me sacó de mi transe.

Aceleré y doblé a la derecha para entrar al estacionamiento de la preparatoria.

Bajé del auto, con mi mochila y mis hojas de Biología en mano. Tenía que leer cuanto pudiera, mañana seria el gran día en donde mi futuro se definiría. Universidad de medicina, si es lo que quería y lo que realmente necesitaba.

—¡Hola! —me asusté, Mel estaba en la misma situación que yo—. Okey, no sabes. Me aceptaron en N.Y pero tengo que aprobar el examen. Ya terminé de estudiar, antropología y  biología.

—Que bien —seguí mirando mis hojas. Tal vez debería haberla felicitado por su ingreso, pero mierda que estaba jodida con la cantidad de cosas que tenía para estudiar.

—Espero que termines para esta noche —subí mi vista a ella—, ya sabes por la fiesta.

—Claro que no —seguí caminando a mi casillero.

—Vamos, será divertido —negué.

Tengo que estudiar matemática con Thomas— fruncí el ceño, ¿Thomas?

—¿Thomas? —preguntó —, pensé que ya lo habías asustado.

—Yo también, pero ayer me buscó en el estacionamiento, y creo que no sería mala idea que me ayudara —abrí mi casillero y una nota cayó a mis pies, Noah. La tomé y la guardé en la parte trasera de mis jeans —. Tal vez, si terminó de estudiar vaya.

—Okey —Mel miró su reloj—, me tengo que ir adiós.

Hora del almuerzo, vestidores masculinos.
"Noah"

Había estado los tres primeros períodos recordando y repitiendo eso para no olvidarlo.
Al sonar la campana, fui la primera que se levantó y corrió fuera del salón. Caminé hacia los vestidores masculinos y me aseguré de que estaban vacíos.

Cuando entré me senté en la banca con mi celular en mano, esperando a Noah llegar.

—Tendrás que ir Steve —mi corazón se aceleró, al escuchar las voces y las puertas de las duchas abrirse.

—Lo pensaré —me paré del banco pero era tarde, tenía a Steve Lincon y Jacob Mars en frente mío. Los dos con el torso desnudo, y una toalla en sus caderas.

—Hola Emma —me quedé helada— ¿Se te perdió algo? —Steve contenía la risa.

—Yo... yo lo siento —traté de irme pero una mano me tomó del brazo.

—Ey espera, algo me dice que los dos sabemos porque estas aquí —Jacob sujetó mi cintura y me apego a él.

—¡Que te pasa imbecil! —le pegué en el abdomen y me aleje unos pasos.

—Vamos, sabemos que ese video se filtró por tus medios —Steve se nos acercó—, y sabemos que tú quieres atención, somos dos chicos casi desnudos y contigo. Quiero ver lo del video y más, pero en persona.

—No seas tímida —Jacob, se fue detrás mío y me pego a él. Sentí su bulto en mi trasero y mi bello se erizó—, demuestra lo que tienes —susurró a mi oído.

Jacob me abrazó y yo traté de soltarme de él, pero Steve tomó mi piernas. Los dos me llevaron como una bolsa de papá.

—¡Suéltenme cerdos inmundos! —patalee hasta que caí al suelo, me quedé sin aire por el golpe por unos segundos pero luego lo recuperé— ¡Estúpidos de mierda! —me paré, y Steve me agarro del cuello.

—No te vallas, apenas nos divertimos —sentí que mi cara se ponía azul. Nunca había experimentado esta falta de aire.

—¡Hey! —Jacob calló al piso tocando su barriga, Steve aflojó su agarre y llevó su atención a su compañero que se retorcía de dolor.

—¡Que te pasa Centineo! solo nos divertíamos —Steve se acercó a Noah y este le pegó un puñetazo en la quijada dejándolo mareado.

—¿Estas bien? —Noah me tomó de las mejillas y yo los miré.

—Me dan asco —Steve me miró con furia y Jacob se reincorporo. Al acercarme a él le pegué un patadón en los huevos y este soltó un grito a dolorido tirándose de nuevo al piso.

Noah me tomó de la mano y me sacó de los vestidores. Caminamos hasta el cuarto de conserje y nos encerramos en el. Mi corazón latía a mil, no podía creer lo que acababa de pasar. Tenía toda las manos sudadas y también la frente.

—Gracias —dije, el me miró e hizo una leve sonrisa—. Enserio, yo pensé que no había nadie.

—Lo sé, te creo —me tomó de la nuca y me acercó a su pecho. Sentí sus brazos rodearme y una sensación de confianza me invadió.

Soñemos un poco - Noah Centineo (COMPLETA)Where stories live. Discover now