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La mansión de Lidia era intimidante, demasiado lujosa para pertenecer a Nevada. Su pintura color carmín y sus detalles daban a entender que se trataba de arquitectura colonial. Estudiar historia después de todo no fue tan malo. Era como tres casas, con ventanales inmensos, estaba escasamente alumbrada y se escondía entre las ramas de los grandes robles.

Me sentía demasiado cómoda en el asiento del copiloto como para bajar. Mierda, mierda, mierda. ¿Qué hago aquí? ¿Cómo llegué? Miré a Thomas y él estaba concentrado en un punto fijo hacia delante.

No me arrepentiría, no ahora. Solo subía a su habitación, buscaba su computadora y eliminaba el video. Fácil. Suspiré y abrí la puerta del copiloto, hasta la frialdad de la familia de Lidia se sentía. El aire estaba helado, más que hace un rato y el olor a pasto recién cortado inundó mis fosas nasales relajando por completo mi cuerpo.

—¿Sabes donde está su cuarto? —Thomas cerró la puerta del conductor.

—Me sé el mapa completo —entrecerré los ojos y el se enconjio de hombros ¿Acaso habían tenía algo?—. Lidia siempre hizo las mejores fiestas para las preparatorias, hará una nueva para el fin de curso.

—Y por eso sabes donde queda su cuarto —me acerqué a él.

—Eh venido a todas las fiestas —los dos volteamos hasta quedar enfrente de la mansión.

—¿Cómo entramos? —pregunté.

—Por su ventana —apuntó a una ventana con cortinas de seda rosa pastel, la luz estaba apagada pero solo en ese cuarto. Se ve que sus padres siguen allí—, treparemos.

— ¿Estas loco? No treparé. ¿Acaso viste como estoy vestida?— Thomas me examinó de arriba a abajo.

—No se me ocurre otra mejor idea —miré hacia la ventana y luego hacia una viga que se extendía desde el suelo hasta la terminación del tejado. No sería fácil, pero en educación física nos hacían trepar con sogas, nunca perdí la habilidad y espero que no me falle ahora.

—Tu subirás primero —el alzó las manos y asintió.

Caminamos sigilosamente hasta la entrada, aunque no tanto ya que mis zapatos retumbaban en el suelo haciendo ruido. Nos asomamos por una pequeña ventana que daba a la sala y la cocina, no había una sola mosca. Solo muebles de gran valor y adornos. Nunca había visto una casa tan bien decorada, paredes color pastel, muebles color marrón oscuro, retratos en donde no puede distinguir las personas, había objetos que valdrían más que mi casa.

Seguimos nuestro andar hasta la viga y nos asesoramos de que no habíamos sido vistos, luego Thomas abrasó a medias a la viga y se colgó. Empezó a arrastras su cuerpo hasta arriba hasta que llegó a una pequeña grieta de la que se agarró y logró empujar la ventana, que se deslizó sin problema alguno. Su cuerpo se perdió en la oscuridad de la habitación y luego su cabeza se asomó para darme el okey.

Sequé mis manos en la falta y me abrasé a la viga, clave mis uñas y empece a trepar. Cuando llegué casi a la ventana Thomas me ofreció su mano de la que me aferré y cuando tironeo caí a una alfombra de piel dentro de la habitación.

Me reincorporé y me acomodé la falda, miré para todos lados, pero la visión era casi nula, solo una escasa luz se metía dentro del cuarto que olía a lavanda.

—¿Ahora que? —susurró Thomas.

—Busca una computadora —contesté en tono bajo.

Me dirigí hacia la cama de Lidia y prendí la linterna de teléfono, la habitación era de color turquesa con dibujos de hojas y ramas por las paredes. Su cama era enorme con colchas color blanco y varios cojines de adorno. Alumbré hacia mi derecha y había un estante, lleno de fotos, Lidia de bebé, de niña y adolescente. Trofeos, medalllas y tiaras. Primer lugar en coronación PRINCESA DE VERANO. ¿Como no? Era Lidia. Seguí alumbrando hasta que mi vista se detuvo en una laptop que estaba sobre un escritorio de vidrio. Me senté en su silla y la prendí.

—Que bien —me exalté por la voz de Thomas en mi odio—. Ay no, tiene contraseña.

—Mierda —miré la pequeña vigeta que decía contraseña—. Piensa Emma.

—Prueba Pastel —mire a Thomas—, así se llama su perro.

Puse Pastel pero la palabra incorrecta saltó de la computadora. Vamos, es Lidia no debe tener una gran contraseña. Un nombre, su nombre y año en que nació. Incorrecta. La fecha de su nacimiento. Incorrecta. Su nombre completo. Incorrecta. El nombre de su novio. Correcta. ¿Enserio Lidia?

—Bueno, eso fue fácil —sonreí ante el comentario de Thomas y miré la pantalla—. Solo busca en los videos de la máquina.

La foto de pantalla de Lidia era de ella y Noah. Se me revolvió el estómago al ver como él le besaba en la mejilla mientras la nieve les salpicaba la cara, él tenía una sonrisa escondida en el cachete de Lidia, y ella sonreía mordiéndose el labio inferior. ¿Porqué dueles tanto Centineo?

Entré a los videos de Lidia y me llevé la gran sorpresa de que tenía más de mil. No buscaría uno por uno. Seguro sería uno de los primeros, no creo que grabe algo todos los días.

—Mira este —hice click en uno y la pantalla se iluminó. Lidia grababa las ciudades de Londres y luego se grababa a ella, acomodando su cabello—. No, mejor el siguiente.

Lidia en Nueva York, Lidia en Miami, Lidia en Orando, Lidia en Disney y Lidia con Noah. Todos los videos parecían sacados de un cuento de hadas, eran demasiados viajes, demasiadas tomas. Habíamos revisado más de diez y ninguno era.

—Tal vez no esté aquí —me dijo Thomas y yo suspiré.

—Tiene que estar aquí, no está en su teléfono —seguí clickeando.

—¿Revisaste su teléfono? —preguntó Thomas con una sonrisa.

—No... le pague a alguien.

—Entonces de eso era de lo que hablaban tú y Centineo —miré a Thomas y negué—, le pagaste para que traicionara a su novia, eres mala Emma.

—Concéntrate —volví la mirada a la computadora y di un click frustrado hasta que la toma tomó un agua algo barrida y cristalina. Mi imagen se proyectó en la pantalla, mientras Noah estaba al lado mío observando a Lidia, quien se encontraba a la izquierda del lente. Vi una cabellera marrón detrás mío y mi sostén cayó al agua cuando di un pequeño salto de susto. Salí de la imagen y maldije por lo bajo. Toque el botón derecho del mouse y apreté eliminar, tardo tres segundos y el video desapareció de la carpeta—. Listo.

—Genial —había olvidado que Thomas estaba conmigo.

—¿Viste todo? —pregunte avergonzada.

—Ya lo había visto antes —eso no me ayudó—. No te preocupes, ahora hay que salir de aquí.

Soñemos un poco - Noah Centineo (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora