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Kiara


- Por fin viernes- escucho suspirar a alguien del grupo de chicas que acaban de pasar a mi lado.

No puedo estar más de acuerdo con esas palabras. Es la primera semana del nuevo curso y yo ya no puedo más. La verdad es que estos cinco días han pasado bastante rápido, pero aun así has sido frenéticos. Como ha dicho la chica, por fin es viernes y yo no puedo estar más contenta. No es que no me guste el instituto, al contrario, me gusta y mucho. Me encanta venir aquí y pasar las horas aprendiendo cosas, no es ironía en absoluto. Me aburro bastante haciendo la misma cosa por mucho tiempo, así que ver la tele todo el día mientras estoy en casa no es una opción muy apetecible. Prefiero venir al instituto, donde, de alguna forma todos los días son diferentes y traen algo nuevo, aunque obviamente hay cosas que nunca cambian.

Como he dicho antes, esta semana ha sido bastante movidita y yo estoy agotada no, lo siguiente. La razón de mi estado es muy simple, me he hartado a hacer tours por el instituto para los alumnos de nuevo ingreso. Normalmente es algo que se hace en grupo y hay un día específico para hacerlo. Ese día es el día de bienvenida y se hace el viernes antes de que empiecen las clases. Pero como es normal al principio de curso, hay alumnos que ingresan unos días más tarde por diferentes razones así que me toca a mí enseñarles nuestro maravilloso instituto. ¿Por qué yo? Muy simple, debido a mi actitud y empatía hacia los demás soy la persona idónea para enseñar el instituto y sus instalaciones a los nuevos alumnos. También suma puntos que la directora McCaan confía mucho en mí. Así que me he pasado los últimos cuatro días subiendo y bajando escaleras como no lo había hecho en la vida. He hecho más ejercicio es estos últimos cuatro días que en todos estos años en Educación Física. Si antes creía conocer todos los rincones del colegio mejor incluso que los de mi propia casa, ahora podía afirmarlo con total seguridad. Por suerte solo quedan la comida y dos horas de clase para irme a casa y desconectar. Pero, como es normal en mi vida, es imposible que me vaya a casa con una sonrisa.

A falta de escasos quince minutos para que termine la clase de Geografía, se escuchan unos golpecitos en la puerta que hacen que todos los alumnos, incluida yo, miremos en esa dirección.

- Adelante- dice la profesora de Geografía con clara molestia.

Unos alumnos de último año entran en clase con un taco de hojas. Cuando se instalan, nos van llamando poco a poco para asignarnos una taquilla, nos dicen su número y la clave numérica para abrirla. Ésta última podemos cambiarla siempre y cuando se lo digamos a la persona designada en secretaría por si pasa algo y deben abrir las taquillas. Precaución y seguridad, ante todo. La verdad es que es un poco cansado porque todos los años es lo mismo. Cada año nos cambian las taquillas y no entiendo muy bien el por qué. Cuando los alumnos terminan y se marchan, la profesora decide dejarnos salir antes de que acabe la clase puesto que no tiene sentido retenernos estos últimos cuatro minutos, minutos en los que nos dedicamos a recoger y salir de la clase.

Como de costumbre, al terminar de meter las cosas en la mochila, me siento y espero a que todo el mundo salga.

- Ahora entiendo porque siempre esperamos a que todo el mundo salga- dice Emma.

Emma Rogers y yo somos amigas desde segundo curso de primaria, cuando ella y su familia se mudaron a Rocky Cave. El primer día la profesora nos sentó juntas y desde ese momento hemos sido inseparables. La nuestra es una de esas amistades que cuando empiezan sabes que durarán para toda la vida.

- Parecen una estampida de ñus cuando ven una leona cerca- me echo a reír ante su comparación.

- Adolescentes- digo negando con la cabeza mientras guardo el estuche en la mochila

El vínculo-EditandoWhere stories live. Discover now