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Kiara


Una de las cosas que más me gusta de nuestro pueblo son los maravillosos paisajes que tenemos, muchos de ellos parecen sacados de cuentos de hadas. Al estar cerca de las Montañas Rocosas no tenemos veranos muy calurosos, pero eso no importa, ya que el lugar es precioso en esa época del año, y lo es aún más el invierno, cuando la nieve cubre el pueblo. Me gusta el invierno, sobre todo porque me divierto como una cría pequeña con la nieve, aunque también me gusta sentarme frente a la chimenea con una taza de té caliente y un buen libro o pasar la tarde viendo películas o series con palomitas y una manta. Estar calentita observando como la nieve cae tras la ventana. Uno de los muchos placeres de la vida, bueno al menos para mí. Lo cierto es que todavía faltan algunos meses para que esto suceda, pero la espera siempre merece la pena.

Por otra parte, la gente del pueblo no está mal del todo. A ver hay cosas que me gustaría que cambiasen, como, por ejemplo, algunos habitantes deberían no meterse en los asuntos de los demás o que las noticias dejasen de correr a la velocidad de la luz sin importar el porcentaje de veracidad de estas. También me hacen bastante gracia muchas de las creencias que tiene la gente, cosas en las que creen y que no han sido verificadas, por lo que no suelen ser verdaderas, pero como todo pueblo, Rocky Cave también tiene sus cuentos y leyendas, muchos de los cuales atraen a turistas.

Una de estas leyendas, una muy real, es Aiden Hunter. Jugador estrella del equipo de hockey del pueblo. Un chico que, en un futuro no muy lejano, será jugador profesional de hockey en algún equipo conocido y del que todos los habitantes del pueblo estarán orgullosos. A ese chico le conoce todo el pueblo, ya sea por el hockey o por el simple hecho de ser él. Todo el que le ve le saluda, y las chicas con las hormonas alborotadas suspiran al verle. No voy a mentir, el chico es guapo, pero todo lo estropea su ego. Durante el año de su ausencia me había acostumbrado a falta de esos suspiros, pero esos días pronto acabarían.

Entro en el instituto y puedo notar que el ambiente es diferente. Parece como si se tratase de una fiesta o algo, pero que yo recuerde no es así, no hay ninguna fiesta en las próximas semanas,

- El ambiente está raro. ¿No te parece? – le digo a Emma mientras saco un libro de mi taquilla.

Mi amiga me mira y se muerde el labio, algo nerviosa.

- Emma...

Mi frase queda suspendida en el aire y el tiempo parece ralentizarse. Las puertas del instituto se abren y todos los alumnos se giran como si de un movimiento minuciosamente trabajado y ensayado se tratase, quedándose todo el pasillo en completo silencio. Este silencio no dura mucho ya que es roto por una ola de suspiros excesivamente altos de las chicas. No tengo que ver al artífice de este circo para saber que la persona que acaba de entrar en el edificio es Aiden. Juro que la escena que acabo de presenciar es idéntica a la de "El Señor de los Anillos", esa en le que se abren las enormes puertas de par en par cuando Aragorn entra en el Abismo de Helm. Aiden camina despacio mientras saluda a todo el mundo. Le estrecha la mano a los menos conocidos y a os que conoce más, jugadores de su equipo, les da un abrazo corto. A las chicas simplemente les sonríe y ellas parece que estén a punto de derretirse cuando lo hace. La escena parece sacada de una película de adolescentes, y me parece un tanto ridícula. Veamos, hay que estar mal de la cabeza para decir que ese idiota no es guapo, de hecho, es muy guapo y he de decir que le veo cambiado físicamente, porque en cuanto a su actitud, sigue siendo el mismo idiota que se fue hace un año, no hacen falta más que unos minutos para comprobarlo. Volviendo a lo físico, es un poco más bajo que Logan, pero su cuerpo está mejor definido que el suyo. No es el típico tío que tiene músculos para regalar, Aiden tiene los justos y eso le hace verse realmente bien. Tiene el pelo rubio, aunque más oscuro que el mío. Más corto de lo que recuerdo, pero peinado hacia arriba como siempre. Inevitablemente mis ojos vuelan a encontrarse con los suyos y vuelvo a quedarme atrapada en ellos, como esa primera vez en la que nuestras miradas se cruzaron. Él me sostiene la mirada, y yo me permito admirar ese color ámbar que me siempre me atrapa. En sus ojos y sus fracciones puedo ver que algo ha cambiado, pero qué. Algo me dice que las cosas entre nosotros no van a ser iguales que hace un año. Me doy cuenta de que llevo mirándole demasiado, ruedo los ojos y me doy la vuelta quedando cara a cara con Emma que me mira con una sonrisa sospechosa, la cual ignoro completamente.

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