Capítulo 16

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Dos meses después, en Dublín.

_____ intentó borrar de su cara la expresión de súplica, pero estaba desesperada. El hombre de mediana edad sentado al otro lado del escritorio se quitó las gafas.

—Me temo que no tiene la experiencia que estoy buscando. Creo que verá que muchas compañías opinan lo mismo.

_____ sabía que estaba librando una batalla perdida y por eso recogió su bolso y se levantó.

—Gracias por atenderme, señor O'Brien, y le agradezco su opinión. Tan sólo le pido que, si queda alguna vacante en su compañía para puestos de becario, cuente conmigo.

Él le estrechó la mano con fuerza.

—Sin duda lo haré. Tendremos su currículum archivado.

Era la misma historia en todas partes. Una recesión global se cernía en el horizonte, y todo el mundo estaba nervioso y apretándose los cinturones prescindiendo de empleados superfluos. Era la peor época para carecer de experiencia y volver a casa en busca de empleo. Y aun así, cuando salió del edificio para adentrarse en un espléndido día de finales de primavera, supo que se alegraba de estar lejos de Londres. Lejos de lo que había sucedido allí.

_____ cruzó la abarrotada calle y maldijo por haber tomado la dirección que había tomado. Se encontraba frente al nuevo restaurante que acababa de abrir en una de las zonas más concurridas del centro de la ciudad. Vélez's. Lo que ofrecía esa cadena de restaurantes era una porción de vida italiana, una promesa, un estilo de vida relajada.

Lo irónico era que, sin saber aún quién era el hermano de Valeria y sabiendo que ella tenía relación con la familia, la cafetería de los Vélez en Londres se había convertido en el refugio de _____. Allí había pasado horas durante su tiempo libre, estudiando o leyendo, tomándose un capuchino y disfrutando de ese momento de tranquilidad el mayor tiempo posible. Y ahora allí estaba ese restaurante, en Dublín, burlándose de ella con su brillante fachada y recordándole a su propietario. Estaba claro que Christopher Vélez no estaba sufriendo la caída de la economía mundial.

Desvió la mirada y pasó corriendo, mientras sentía una sensación de náusea cada vez mayor. Las náuseas ya le eran una cosa familiar. Había estado vomitando cada mañana desde el último mes, y cada vez se sentía peor. Finalmente, y tras una visita al médico la semana anterior, le habían confirmado el peor de sus temores: estaba embarazada. Todavía no lo había asimilado y, mucho menos, había podido decidir si ponerse en contacto o no con Christopher.

Bajó la calle a punto de estallar en lágrimas. Lo más importante ahora mismo era conseguir un trabajo. Sólo le quedaba dinero para pagar un mes más el alquiler de su estudio, ¿cómo iba a traer a un bebé al mundo? Contuvo el pánico que la invadió y se detuvo junto a un puesto de periódicos para comprar la prensa, ignorando las pocas monedas que llevaba en el monedero.

Un rato después, se bajó del autobús y se dirigió a su apartamento. A medio camino el cielo se abrió y en cuestión de segundos acabó empapada hasta los huesos. Una pareja pasó por delante de ella, agarrados de la mano y riendo, la mujer se protegía con el abrigo de su novio. _____ se sintió como si algo infinitamente valioso le hubiera sido arrebatado para siempre. Era la inocencia y el optimismo. Durante aquel breve momento antes de que Christopher Vélez hubiera lanzado la bomba, ella había saboreado algo de felicidad por primera vez en años.

Su corazón se endureció cuando abrió la puerta; él había destrozado sus sueños y esperanzas y lo odiaba con una intensidad que la asustaba.

En el cuarto de baño, se quitó la ropa mojada y se puso una bata. Al ver su reflejo en el espejo, se quedó paralizada. Se veía demacrada. Las pecas destacaban con intensidad sobre su pálida piel. Se veía la cara demasiado larga, los pómulos demasiado marcados, los ojos sombríos, y su brillante cabello oscuro se había apagado.

Se llevó las manos al vientre y no pudo contener las lágrimas. Tras la muerte de Joaquín, había pensado que sería libre para empezar de nuevo, libre para vivir su propia vida, pero el destino la había golpeado en la cara. Se secó las lágrimas y se sonó la nariz. Tenía que comer. Tenía que cuidarse. Tenía que encontrar un trabajo. De algún modo tenía que mantenerse a sí misma y al bebé. Aún la sorprendía el inmediato y devorador amor y protección que había sentido por ese pequeño ser desde el momento que descubrió que estaba embarazada, a pesar de las circunstancias de su concepción. Además, había una emoción más profunda unida a eso, pero _____ no quería analizarla. Fue a la cocina a calentarse la sopa casera que le había sobrado del día anterior y, cuando se sentó, se fijó en la carta que había sobre la mesa a su lado; una carta que había abierto esa misma mañana. El pánico amenazaba con volver y arrebatarle el apetito. La amenaza contenida en la hoja de papel la hizo temblar por dentro. Se obligó a comer, a no pensar, y entonces se dispuso a ojear los periódicos. Rodeó las ofertas de trabajo y las colocó en orden, de modo que al día siguiente, y una vez más, pudiera comenzar a hacer llamadas y a dejar su currículum en distintas empresas.

CRUEL VENGANZAWhere stories live. Discover now