Capítulo 34

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—Yo no le habría deseado a nadie esto por lo que has pasado, _____ —su rostro reflejaba furia... y algo más. Algo que hizo que _____ se sonrojara. Ella sabía instintivamente que, independientemente de lo que hubiera pasado entre los dos, Christopher no era tan despiadado y que tal vez él ya estaba sufriendo su propio caos interno.

—Lo siento, no me refería a eso. Lo que quería decir es que ahora querrás que me vuelva a mi casa.

—¿No estás olvidándote de la deuda?

_____ palideció, y Christopher se maldijo a sí mismo; no sabía qué le pasaba con esa mujer que le hacía decir sin pensar lo primero que se le pasaba por la cabeza... lo primero que se le pasó por la cabeza para intentar que se quedara allí, bajo su control.

—Mira, olvida lo que he dicho. No estás en condiciones de ir a ninguna parte. _____. Estás débil y aún no te has recuperado emocionalmente. Mi padre está preocupado por ti.

Se sentía dolida por el hecho de que, a pesar de todo lo que había sucedido, Christopher siguiera teniendo en mente su venganza. ¿Por qué, si no, había mencionado la deuda que todavía le debía?

Se forzó a parecer más fuerte de lo que se sentí.

—Sí, pero no me importa irme. Tal vez sea lo mejor, antes de que tu padre llegue a esperar algo más de nosotros...

—No, _____. No dejaré que te marches así. Necesitas descansar y recuperarte. Eso, por lo menos, debes admitirlo —la miró de arriba abajo antes de añadir—: No puedes mantenerte en pie y estás tan pálida como un fantasma.

En ese momento, como si su cuerpo estuviera aliado con Christopher, se mareó y se balanceó ligeramente.

—Ya está. No discutas. _____. Voy a decirle a Lucia que te suba algo de comida —le dijo sentándola en la cama — y que te ayude a meterte en la cama. Tienes que dormir.

_____ intentó protestar, pero lo cierto era que no tenía fuerzas. Apenas se dio cuenta de que Christopher se había marchado ni de que Lucia volvió para llevarle un delicioso plato de pasta, un zumo y pan. La mujer, muy amablemente, la ayudó a ponerse una camiseta, se aseguró de que comiera y la metió en la cama.

_____ estaba dormida cuando Christopher volvió a entrar en la habitación un rato después.

Se sentó en una silla en una esquina para verla dormir. _____ Brosnan era un enigma. O era la caza fortunas y manipuladora hermana de un hombre tan corrupto como ella... o era algo para lo que él no tenía referencia. Recordaba que la noche que sufrió el aborto le había dicho que su vida no se había parecido en nada a la de su hermano y ahora tenía una cosa clara: no la dejaría marchar a ninguna parte tan pronto, no hasta que descubriera quién era en realidad.

Después del aborto, _____ estaba mucho más débil de lo que ella había pensado y concluyó que todo lo que le había sucedido, la muerte de su hermano, su embarazo y su infructuosa búsqueda de trabajo, le estaban pasando factura ahora. Al caer la tarde ya se encontraba exhausta y todos los días se iba a dormir a la misma hora que Leonardo.

Casi tres semanas pasaron mientras se recuperaba. Christopher se mostraba cortés en todo momento, pero distante. En ningún momento volvió a mencionar la deuda ni le dijo que se marchara. _____ encontró un gran consuelo en la compañía de Leonardo, con el que hablaba a diario, leía o jugaba al ajedrez.

Doppo, el perro de Valeria, también había demostrado ser aliado suyo al seguirla a todas partes con clara devoción. Christopher aparecía por la casa de vez en cuando, después de viajar a Roma o a cualquier otra parte, y siempre que lo veía, no podía evitar sentir una sacudida por dentro, que se hacía más y más difícil de ignorar a medida que se recuperaba.

Una noche después de que Leonardo se hubiera ido a la cama, _____ salió a la terraza a tomarse una taza de té. Se tropezó al ver a Christopher sentado junto a la mesa de hierro forjado tomándose un café. Estaba mirando dentro de la taza, pero alzó la mirada al oírla.

El corazón de _____ comenzó a palpitar con fuerza.

—Lo siento... —se dio la vuelta para marcharse. Él se levantó, y dijo:

—No, espera.

—Mira, en serio... —le dijo ella al girarse de nuevo hacia él. Se sentía algo incómoda.

—_____, siéntate. No voy a morderte.

Él parecía cansado y, al acercarse, _____ pudo ver que tenía una pila de papeles sobre la mesa. Se sentó y, tras un momento, le preguntó tímidamente:

—¿Estás trabajando?

—Podría decirse —respondió él con una carcajada antes de mirarla fijamente. —Estoy arreglando lo que hizo tu hermano; estudiando la oferta de adquisición que nos hizo para que no vuelva a pasar.

—¿Aún sigues trabajando en ello? Si hay algo que pueda hacer... Conocía a Joaquín, tal vez yo vea algo que a ti se te escape —y añadió a la defensiva—: Tengo estudios.

Christopher la miró; sus ojos se veían rojizos bajo la luz de la vela que titilaba sobre la mesa en el tranquilo aire de la noche.

—¿Por qué no? —dijo él tras pensárselo un instante. —Me vendría bien que alguien me ayudara con las cuentas. En unos días tengo que marcharme a Roma, pero me gustaría dejarlo todo solucionado primero.

_____ no dudó de que la estaba poniendo a prueba de algún modo y al instante se vio en el despacho de Christopher por primera vez. Era enorme, con ordenadores y fotocopiadoras por todas partes. Todo lo que se podría necesitar en una oficina moderna. La llevó hasta una mesa sobre la que había una hoja impresa con columnas y cifras e, inmediatamente, _____ se sintió como en casa. Sabía de números; se había refugiado en ellos durante los últimos años para escapar de Joaquín.

—Lo que ves delante de ti es el desastre que aún intento solucionar. Una parte del ataque de tu hermano fue soltar numerosos virus en nuestro programa de contabilidad. He estado intentando solucionarlo primero aquí, para asegurarme de que no queda nada suelto.

_____ lo miró e intentó ocultar su impacto. Ver la realidad de lo que había hecho su astuto hermano resultaba desconcertante, por decir poco.

—Aunque ahora la empresa tiene más seguridad que nunca, no puedo evitar estar nervioso, y por eso estoy asegurándome de saber qué hizo tu hermano antes de que se enteren los demás.

_____ se sintió avergonzada.

—Tengo que admitir que el hecho de que tú, su hermana, esté ofreciéndose a solucionarlo es bastante irónico.

_____ alzó la barbilla, no permitiría que nada de lo que él dijera la afectara.

—¿Por qué no me dices qué quieres que haga?

CRUEL VENGANZAWhere stories live. Discover now