Capítulo 46

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A _____ se le detuvo el corazón. Y el tiempo se paró.

—¿Qué has dicho?

Christopher estaba quieto como una estatua.

—He dicho que es lo mínimo que puedo hacer por la mujer que amo.

—No... —dijo sacudiendo la cabeza, y sintiéndose como si el mundo estuviera derrumbándose a su alrededor.

—Sí. Me he enamorado de ti. Y desde el momento en que me alejé de ti aquella mañana en Londres, no he podido sacarte de mi cabeza. Habría buscado cualquier excusa para volver a tu lado. No tengo derecho a mantenerte aquí cuando lo que siempre has deseado ha sido tu libertad. No seré un tirano como tu hermano. Tienes el poder de vengarte de mí, _____... si te vas. Me parecía justo decírtelo para que pudieras recibir alguna satisfacción. Pero si tu corazón te animara a quedarte y a darle a este matrimonio una oportunidad... me harías el hombre más feliz del mundo.

_____ no tenía ninguna duda de que él se sentía culpable por lo del bebé, de que estaba culpándose por haber desconfiado de ella, pero ¿cómo podría sobrevivir si ahora se dejaba caer en sus brazos para ver cómo, en cuestión de meses o semanas, se cansaba de ella? Había sido un playboy hasta que la había conocido.

Sacudió la cabeza y, al hacerlo, vio el rostro de Christopher ensombrecerse, pero se dijo que estaba tomando la decisión correcta.... aunque no se lo pareciera.

—Tienes razón. Lo que siempre he querido ha sido ser libre y, si estás dispuesto a dejarme marchar... me gustaría hacerlo —su corazón se contrajo de dolor, pero se recordó que estaba protegiéndose a sí misma. No sería capaz de soportar más dolor ni más sufrimiento y, si se quedaba, eso era lo único que obtendría.

—Por supuesto, si eso es lo que deseas, Tommaso te llevará al aeropuerto en una hora. Haré que recojan tus cosas y te las envíen. Te dejaré decidir en lo que respecta a nuestro matrimonio. He destruido el acuerdo, así que, aunque decidas separarte, no te faltará de nada. Lo único que te pido es que lo pienses bien antes de tomar la última decisión.

Si _____ necesitaba una señal, ahí la tenía: él ni siquiera había intentado convencerla para que cambiara de opinión. Al no poder articular palabra, simplemente asintió y después, antes de romperse en dos, salió del despacho.

Una hora después estaba esperando en las escaleras a que Tommaso volviera con el todoterreno. Oyó un ruido detrás y se giró; era Leonardo, e inmediatamente se sintió triste.

—Lo siento —Le dijo con lágrimas en los ojos. El hielo que había cubierto su corazón se estaba derritiendo.

—¿Qué sientes? Tienes que hacer lo que tienes que hacer.

—Gracias por entenderlo.

Tommaso detuvo el coche en la puerta, y _____ se agachó para besar a Leonardo en las mejillas. Él le agarró la mano y le dijo:

—No creo que lo sepas, _____, pero Christopher no había vuelto a esta casa desde que se marchó cuando tenía diecisiete años. Y aun así te ha traído aquí porque creo que sabía que, por primera vez, estaba dispuesto a volver a arriesgar su corazón.

Se vio tentada a ir a buscarlo, a preguntarle, pero tenía que ser fuerte porque al final, pasara lo que pasara, acabaría con el corazón destrozado.

Tenía que marcharse. Inmediatamente.

—Lo siento, Leonardo —y con esas palabras subió al coche y giró la cabeza para que él no la viera llorar mientras se alejaba.

Cuando estaban llegando al aeropuerto y se disculpó ante Tommaso por pedirle que diera la vuelta, el hombre no pareció sorprendido. Y cuando le pidió que se detuviera en Titanos y salió de una pequeña boutique vestida con un sencillo vestido de tirantes blanco estampado con pequeñas margaritas, el hombre no dijo nada.

La villa estaba en silencio cuando regresaron y en ese momento creyó a Leonardo, que en una ocasión le había dicho que hacía mucho tiempo que allí no se respiraba alegría. Se juró en silencio que haría todo lo que pudiera por cambiar eso, pero primero...

CRUEL VENGANZAWhere stories live. Discover now