Capítulo 32

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—Me temo que no servirá de consuelo, pero es bastante común, sobre todo en las primeras semanas de gestación, como era el caso de su esposa.

Oír al médico decir «su esposa», le caló hondo. Intentó calmarse después del miedo que había pasado cuando, al tirar la puerta abajo, la había visto tendida en el suelo. Ese momento casi había olvidado lo que tuvo que soportar al identificar el cuerpo de Valeria.

—¿Está seguro de que está bien? Quiero decir, ¿no le pasa nada?

—Nada en absoluto. Físicamente está tan bien como usted o como yo, pero psicológicamente le llevará algo de tiempo recuperarse. Nunca es fácil superar un aborto.

Una oscura emoción atravesó a Christopher.

—¿Cómo...? ¿Por qué...?

El doctor sonrió amablemente.

—¿Por qué ha pasado esto? —se encogió de hombros. —Hay muchas razones y es mucho más común de lo que pueda pensar. Es un mito que tener relaciones sexuales pueda provocar un aborto, así que no se castiguen con eso —el doctor sonrió, haciendo que Christopher se sintiera como un verdadero fraude. —Sé que están recién casados... imagino que ha debido de estar bajo mucho estrés para que haya sucedido esto...

_____ abrió los ojos lentamente, pero la luz le hizo volver a cerrarlos bruscamente. Oyó un movimiento junto a la cama e intentó abrirlos de nuevo.

—¿_____? ¿Cómo te sientes?

Esa voz. La voz de Christopher. Pero no era como estaba acostumbrada a oírla, sonó casi como si fuera agradable.

—¿Por qué de pronto estás tan simpático? —le preguntó con voz adormilada antes de ver sé lo oscuridad.

Cuando volvió a despertar mucho rato después, lo hizo bastante más despejada. Recordaba que Christopher le había gritado que abriera la puerta... Abrió los ojos en un instante y al mismo tiempo posó las manos sobre su vientre.

—¿Qué ha pasado? —preguntó cuando él se acercó y apoyó las manos en la cama. Sentía una extraña sensación de vacío.

—¿No recuerdas lo de anoche? —le preguntó, sin mofa ni brusquedad.

_____ negó con la cabeza y se encogió de hombros,

—Recuerdo unos calambres... y después recuerdo haberme despertado y verte... —se detuvo al recordar la sangre. Volvió a centrar la mirada en Christopher. —El bebé... —susurró.

—Hemos perdido al bebé, _____. Lo siento.

«Hemos». Su rostro estaba carente de toda expresión, aunque había dicho «hemos». Que hubiera empleado esa palabra indicaba claramente que había aceptado al bebé como si fuera suyo, pero aun así, _____ sentía una soledad y una tristeza tan profundas que pensaba que no podría resistirlo.

—Vete, Christopher. Vete —le dijo con voz temblorosa.

—_____...

—Eres la última persona en el mundo que quiero ver o con la que quiero hablar ahora mismo, Christopher. Vete.

Él no se movió, pero _____ deseaba que se fuera con todo su ser. Necesitaba estar sola.

Corno respondiendo a su súplica silenciosa, finalmente Christopher se marchó. Ella giró la cabeza hacia la otra pared y lloró desconsoladamente por el bebé. Pero sabía que también estaba llorando por otra cosa, mucho más oscura y perturbadora. Así era. Christopher Vélez no dudaría en echarla de su vida en ese mismo instante y lloró todavía más al reconocer que vivir con Joaquín le había enseñado a no valorarse a sí misma porque... ¿cómo podía estar tan consternada por el hecho de que una conexión tan débil finalmente se hubiera roto entre un hombre que la detestaba y ella?

Christopher caminaba de un lado a otro fuera de la habitación del hospital de _____, como si eso pudiera mitigar los sentimientos que amenazaban con estallar en su interior. El modo en que ella lo había mirado lo había destrozado, desterrando cualquier posible duda que le hubiera podido quedar sobre su paternidad. Sabía que nunca había llegado a aceptar el hecho de que _____ hubiera llevado dentro a su bebé porque la posibilidad de que ese niño existiera había amenazado todas las defensas emocionales que había construido para protegerse a lo largo de los años. Pero ya no podía negarlo más. Y ahora era demasiado tarde.

Sintió una inmensa emoción que lo sorprendió; era la misma sensación terrible y cargada de furia e impotencia que había tenido cuando había mirado el cuerpo sin vida de su hermana. Se trataba de verdadero dolor, de una profunda pena, y por un segundo lo invadió amenazando con arrasarlo todo a su paso. No había aceptado a su propio hijo.

Y lo más inquietante era que ahora sentía el fuerte y visceral impulso de enmendar lo que había pasado.

Eso lo impresionó más que nada porque por primera vez en su vida tenía que admitir que estaba deseando algo que siempre había estado negando.

Las palabras del doctor lo perseguían: «Ha debido de estar bajo mucho estrés para que haya sucedido esto».

Su mujer. Su bebé. Su culpa.

CRUEL VENGANZAWhere stories live. Discover now