Capítulo 24

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—¿Qué ha pasado?

—Na... nada. Es sólo que me he asustado, nada más —dijo tartamudeando.

—Ni siquiera estábamos cerca.

—Lo sé. Es sólo que... es la primera vez que me siento en el asiento delantero desde...

No pudo terminar. Su reacción no había sido racional porque la noche del accidente estaba sentada en el asiento trasero. Christopher se quedó muy tenso y no dijo nada. No había duda de que le había recordado la razón por la que la odiaba tanto. Entristecida, _____ giró la vista para mirar por la ventana.

Christopher no perdió tiempo para sacarla del país. A la hora ya habían subido a un pequeño avión privado y unas cuantas horas después, cuando ya era de noche, aterrizaron en Roma. En ningún momento intercambiaron palabra y el trayecto hasta un elegante ático en el centro de la ciudad duró minutos.

Christopher le enseñó dónde estaba la cocina, diciéndole que podía servirse todo lo que quisiera, y a continuación la llevó a una impresionante habitación de invitados. Después de darse una ducha, _____ se sintió invadida por el cansancio y se metió entre unas deliciosas sábanas de algodón para en un instante caer en un sueño profundo por primera vez en mucho tiempo.

A la mañana siguiente, cuando se despertó, se quedó impactada al ver lo que no había visto la noche antes; las ventanas que iban de techo a suelo con vistas a la ciudad. Sintió una pequeña emoción en el pecho. Nunca había estado en un lugar como ese , y ahora... se encontraba saliendo de una cama enorme para detenerse junto a la ventana y contemplar una hermosa vista de la ciudad.

Justo entonces oyó un ruido y se giró. No, no estaba de vacaciones. Christopher estaba en la puerta, alto y poderoso, vestido con unos pantalones oscuros y una camisa gris. _____ no logró adivinar la expresión de sus ojos y se cruzó de brazos, avergonzada por la única prenda de ropa que llevaba encima, una camiseta grande con dibujos de ovejitas.

—¿Has dormido bien? —le preguntó él como buen anfitrión.

_____ asintió, dispuesta a seguir con el juego.

—Sí, gracias. La cama era... muy, muy cómoda.

—Cuando estés lista, baja al comedor. Tenemos cosas que discutir.

Dio un paso atrás y cerró la puerta. _____ le sacó la lengua, aunque ese gesto tan infantil no la hizo sentirse mejor.

Christopher intentó centrarse en el periódico, pero la imagen de _____ y de su silueta contra la ventana llevando nada más que una camiseta y con el cabello alborotado, estaba ardiendo en su retina. Sus largas y esbeltas piernas le recordaron el modo en que lo había rodeado con ellas mientras él se deslizaba en su interior. El deseo que sintió esa noche al acostarse con ella a pesar de saber quién era, era algo que Christopher aún no podía perdonarse.

Cuando oyó un sonido junto a la puerta, alzó la vista y allí se encontró a _____, vestida con la misma ropa del día anterior. Eso lo irritó, y el hecho de verla tan indecisa y con el cabello completamente recogido hacia atrás lo irritó aún más.

—Siéntate y sírvete. Y deja de actuar. _____. Ahora estás aquí y he sido sincero al decirte lo que puedes esperar que suceda, nada va a cambiar eso.

_____ se sentía intimidada ante su irresistible aspecto. Parecía un hombre plasmado en una revista como la quintaesencia del magnate moderno.

Después de servirse café y unas pastas, se sentó para desayunar y a cada mordisco o sorbo que daba no dejaba de repetirse que ese hombre era un autócrata controlador y vengativo.

—Necesitaré tu certificado de nacimiento y tu pasaporte.

—Necesitaré que me los devuelvas.

Christopher sonrió con crueldad.

—No te preocupes, no tengo intención de confiscar tu pasaporte como si fuera una especie de señor medieval. Cuando veas Sardinia, sabrás que escapar será extremadamente peligroso. Sin mencionar el hecho de que, incluso si fueras a intentarlo, la deuda de Joaquín volvería a estar a tu nombre en cuestión de veinticuatro horas, después de que las autoridades pertinentes hubieran sido informadas. Sin embargo, me quedaré con el pasaporte como garantía mientras estamos en Roma.

La taza de _____ hizo ruido contra el plato. Estaba invadida por la rabia.

—Por mucho que me gustaría marcharme y no volver a verte la cara, la idea de estar aquí y convertirme en una molestia constante para ti me atrae.

Christopher se inclinó hacia delante y con una fría sonrisa dijo:

—No me pongas a prueba, _____, y no intentes jugar con fuego. No ganarás.

Más tarde ese día. _____ tuvo que admitir que Christopher Vélez era posiblemente la persona más fría que había conocido nunca. El hombre del club era tan distinto al hombre que ahora estaba sentado en el salón de la boutique, que tuvo que preguntarse si se había vuelto loca al permitir que se convirtiera en su primer amante.

CRUEL VENGANZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora