Capítulo 21

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A _____ le dolieron esas insultantes palabras y, por un instante, se sintió tan mareada que pensó que se desmayaría.

—Eres un...

—Ah, ah —la detuvo, acercándose un poco más.

Su presencia resultaba enorme y amenazadora, y aun así _____ se dio cuenta de que no se sentía físicamente amenazada... no del modo que Mortimer la había hecho sentir. Ésa era una clase de amenaza muy distinta, y tenía mucho que ver con el modo en que su cuerpo parecía estar lleno de diminutos imanes que querían ir en una única dirección: hacia él. Y eso la mataba.

—La historia de un heredero Vélez ya se ha extendido entre la prensa de aquí y demás lugares.

Va a ser imposible negarlo sin crear una tormenta aún mayor.

—¿Y por qué habría que negarlo? Es verdad —dijo ella con amargura.

Christopher apartó la mirada un instante y se pasó una impaciente mano por el pelo, dejándoselo alborotado. Cuando volvió a mirarla, sus ojos eran absolutamente despiadados, absolutamente fríos.

—¿Tienes pruebas?

Eso le dolió, pero sí que las tenía. Había guardado el informe del doctor en el que decía cuándo nacería el niño aproximadamente, la lista de comidas que tenía que evitar, qué vitaminas tomar, y la fecha de su próxima cita en el hospital. Sacó el papel de su bolso y se lo entregó.

A Christopher no le fue difícil calcular que las fechas encajaban con aquella noche en Londres. El informe parecía auténtico y, aunque tenía la posibilidad de contactar con ese médico para verificarlo, no le pareció necesario.

_____ se cruzó de brazos y dijo:

—¿Lo ves? A menos que después de estar contigo me fuera directamente a la cama con otro... cosa que no hice... el bebé es tuyo.

_____ le había hablado con voz temblorosa y se sentía extraña, mareada. Le oyó decir algo inteligible, a lo lejos, y antes de poder darse cuenta, estaba sentada junto a la mesa mientas Christopher le servía un vaso de agua.

—Bébetelo —dijo él con una actitud que indicaba claramente que le disgustaba estar allí.

Esperando que no notara el temblor de su mano, _____ tomó el vaso y dio un sorbo antes, de dejar el vaso sobre la mesa. Al alzar la vista lo vio de pie, demasiado cerca de ella, y no pudo soportarlo. Se levantó y deprisa se situó en un extremo de la habitación, de pie tras un sillón.

Christopher se metió las manos en los bolsillos y dijo:

—Podrías haberle mentido al médico con las fechas. ¿Cómo puedo saber con seguridad que es mi hijo?

En cuanto habló, esas palabras tuvieron un extraño efecto en él: «su hijo», una afirmación de su maternidad. Y, por mucho que quisiera negarlo, en ese momento creyó que era cierto, aunque no sabía por qué y eso lo irritaba. Odiaba el hecho de no poder basarse en hechos concretos, pero el instinto era abrumador.

—Esa pregunta no es digna de respuesta. Si te sirve de consuelo, te diré que no puedes imaginarte lo mucho que lamento habértelo contado. Yo sólo... Voy a tener un bebé como consecuencia de lo que sucedió... de lo que hiciste...

Él dio un paso adelante.

—¿De lo que hice? En aquella habitación estábamos los dos. ¿Tengo que recordarte que te fuiste y que después volviste directo a mis brazos? Yo no te forcé a nada.

Dio un paso más, y _____ lamentó haberse situado en un rincón de la habitación,

Christopher intentó desesperadamente ignorar sus instintos, intentó ponerle lógica a la situación.

—¿También tengo que recordarte que usé protección? Y digamos que no recuerdo que... funcionara mal.

_____ se sonrojó, ¿Cómo iba a saberlo ella? Estaba claro que carecía de la experiencia que tenía él. De pronto recordó ese exquisito momento, cuando lo había sentido brotar dentro de su cuerpo.

—¿Estás seguro? Quiero decir, ¿cómo puedes estar tan seguro...?

A él le dio vergüenza recordar que en el apogeo de su orgasmo había sentido un placer demasiado intenso y que, después, ni siquiera había comprobado si la protección estaba intacta porque estaba demasiado indignado consigo mismo por haberse dejado llevar por la pasión.

Y sin embargo ahora, con la evidencia en un pedazo de papel en la mano, finalmente tenía que admitir que esa noche no había tenido el más mínimo cuidado.

Prácticamente lo mató la posibilidad de poder haber engendrado un hijo. Su determinación a no tener familia había sido fruto de un juramento hecho hacía mucho tiempo. Incluso su padre sabía que eso era algo que no podía pedirle después de todo lo que había pasado en su familia. Pero después se recordó que su padre había esperado que Valeria lo hiciera abuelo...

Y ahora esta mujer, _____ Brosnan... Tenía algo contra lo que no podía luchar. Era diferente al innumerable número de mujeres con las que había estado, era más peligrosa.

—Ni siquiera has tenido que ir a buscarme, yo he venido a ti. Qué oportuno, ¿no?

—Descubrí que estaba embarazada la semana pasada y después vi el artículo en el periódico diciendo que ibas a venir a Dublín.

—Pero no hay duda de que me habrías informado de mi inminente paternidad tarde o temprano.

—Sí... Te lo habría dicho.

—Por supuesto que sí—respondió él, furioso.

CRUEL VENGANZAWhere stories live. Discover now