Capítulo 26

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Esa noche _____ salió del dormitorio para dirigirse al salón principal. Había oído a Christopher llegar a casa y ya eran las siete en punto, la hora a la que tenía que estar lista. Odiaba sentirse nerviosa. Quería aferrarse a la rabia que había sentido antes, pero estaba abandonándola como un cobarde traidor. Respiró hondo y entró para encontrarlo sirviéndose un whisky, o algo parecido, en un vaso de cristal. La noche caía sobre como una manta malva, con las luces parpadeando haciendo de la escena algo impresionantemente seductor. Se giró para mirarla y _____ tembló, al sentirse demasiado arreglada y expuesta.

Christopher agarró el vaso con fuerza en un acto reflejo. El vestido no tenía mangas, era negro y ajustado, con un solo hombro al aire. Le llegaba justo por debajo de las rodillas y tenía el detalle de un bolsillo en la cadera que acentuaba su esbelta figura. Unas sandalias de tacón de aguja plateadas llamaron la atención de Christopher, que se fijó además en sus pequeños pies y en el delicado tono coral de sus uñas haciendo que se sintiera extrañamente protector hacia ella.

Tenía el pelo recogido en un moño suelto y llevaba unos pendientes de aro que le rozaban el cuello. Ni un maquillaje exagerado ni joyas caras, sólo esas pestañas increíblemente largas y su evocativo aroma. Su boca de un suave tono rosado le hizo lamentar no haberla besado de nuevo y de pronto quería besarla con intensidad.

—No estaba segura de cuánto tenía que arreglarme...

—Así está bien —la interrumpió. La voz de _____ hacia que su cuerpo se tensara contra sus pantalones. Se bebió la copa de un trago y se acercó para agarrarla del brazo y sacarla de allí antes de llegar a cometer una estupidez como besarla.

Había estado en su mente todo el día, y lo único en lo que había sido capaz de pensar era en la revelación de su virginidad y en lo mucho que deseaba volver a hundirse dentro de ella.

_____ estaba sentada en la parte trasera del coche junto a Christopher y aún no sabía si le había disgustado la elección de su vestido. Él llevaba un traje negro, una camisa negra y una corbata azul oscura. Tan moderno y clásico a la vez que le robó el aliento porque el negro del traje lo hacía parecer más oscuro, más peligroso. Estaba mirando al frente, ofreciéndole sólo los duros rasgos de su perfil.

Llegaron a una casa palaciega con lucecitas centelleando en árboles y a lo largo del muro que la rodeaba. El coche fue aminorando la marcha al situarse tras una fila de otros vehículos.

—Darío, para aquí. Iremos caminando.

El conductor asintió diligentemente, y Christopher salió deprisa para rodear el coche y abrirle la puerta a _____. Y cuando ella le dio su mano, recordó el momento en Londres en que había creído que esa noche estaba marcada por el destino.

Tras una suntuosa cena, durante la cual _____ había intentando no sentirse fuera de lugar rodeada de tanto lujo, ahora estaba junto a Christopher mientras él charlaba con otros hombres. Se había fijado en sus abiertas miradas reflexivas y en las de las mujeres sentadas alrededor de la mesa, algunas de las cuales la habían mirado con desdén y le habían recordado a algunas de las conquistas de Christopher. En un momento de debilidad, lo había buscado en Google y había sentido náuseas ante el desfije de impresionantes mujeres que habían pasado por su vida. Se le encogió el estómago. ¿Tendría una amante en la actualidad? ¿Habría estado viéndose con alguien durante las últimas noches? ¿Era ésa la razón por la que había llegado tan tarde a casa? Odiaba admitirlo, pero se había estado quedando despierta hasta oírlo volver al ático.

Y ¿por qué pensar que pudiera tener una amante le dolía tanto? Dio un sorbo de agua y tosió cuando el líquido se le fue por otro lado. Inmediatamente sintió la cálida mano de Christopher en su espalda, aunque verlo con esa expresión de preocupación casi hizo que volviera a atragantarse. Durante toda la noche había estado comportándose como el prometido perfecto, pero ella prácticamente lo apartó y lo ignoró.

CRUEL VENGANZAWhere stories live. Discover now