Capítulo 35

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Christopher miró hacia donde _____ estaba sentada en el suelo, con las piernas cruzadas y rodeada de papeles. Habían trabajado juntos hasta muy tarde la noche anterior y, cuando había entrado en su despacho por la mañana, se había encontrado a _____ allí, trabajando en lo que había comenzado por la noche.

En las últimas semanas la culpabilidad y una emoción mucho más perturbadora habían estado combatiendo en su interior. Él había hecho todo lo que había podido por darle espacio, pero aún tenía preguntas pendientes... demasiadas preguntas. Lo único sobre lo que no tenía dudas era que no quería dejarla marchar ni tener que decirle adiós.

Ella estaba vestida de negro y tenía el pelo recogido y sujetado por un lápiz. Christopher podía ver la exquisita línea de su cuello y la seductora forma de sus firmes pechos. Sus piernas eran claras y largas. De vez en cuando, ella alargaba una mano para acariciar a Doppo, que estaba tendido a su lado y mirándola con adoración.

Y mientras la veía acariciar la cabeza del perro, Christopher supo que él también quería sentir su mano sobre él, acariciándolo. Por todas partes.

_____ oyó a Christopher moverse en la silla. Era difícil intentar concentrarse en las cuentas mientras lo oía moverse por detrás. Al ver que se acercaba, se levantó. Él se apoyó contra la mesa y se cruzó de brazos. _____ se preparó para lo que pudiera pasar.

—Si no fuiste a la universidad, ¿cómo obtuviste el titulo?

La inofensiva pregunta la sorprendió.

—Lo hice a través de la universidad a distancia... Joaquín no me dejaba asistir a clases en la facultad.

—¿Y siempre hacías lo que tu hermano te decía? —le preguntó él con mofa. —No sé por qué, pero me cuesta creerlo... aunque lo veo lógico. No hay duda de que le eras más útil sin tener que ajustarte a los horarios de las clases que se interpusieran en sus ajetreadas vidas sociales.

_____ apretó los puños, había hecho lo que su hermano le había dicho porque no había tenido elección... a menos que hubiera preferido vagabundear por las calles de Londres desde los dieciséis años. Admitir que había tenido la esperanza de que Joaquín cambiara algún día y se convirtiera en el hermano protector y afectivo con el que siempre había soñado era algo que ahora la avergonzaba.

—Ya te he dicho que mi vida con mi hermano no era como piensas.

—¿Y eso por qué, _____? ¿A cuántas ilusas herederas embaucaron hasta hacerles creer que él las amaba para luego poder quedarse con su dinero?

_____ se sintió dolida, ¿Cómo podía haber olvidado que una vez que estuviera recuperada, Christopher volvería a atacarla? Se giró para marcharse.

—No tengo por qué escuchar esto...

Pero él reaccionó deprisa y la agarró de un brazo, haciéndola gemir... no de dolor, sino por el contacto de su piel. Cuando Christopher levantó la mano, ella agachó la cabeza.

—¿Creías que iba a pegarte? —le preguntó él horrorizado.

_____ tembló y lo miró y entonces supo que, de todas las cosas que temía de ese hombre, la violencia no era una de ellas. Sólo había levantado el brazo para sujetarla y calmarla.

—No —dijo con voz temblorosa. —No sé qué...

—Alguien te ha pegado. ¿Fue Mortimer?

_____ no podía comprender el salvaje brillo en los ojos de Christopher. Negó con la cabeza. Él la agarró con más fuerza. No la dejaría marchar.

—¿Quién te pegó, _____?

—¿Por qué? ¿Por qué te importa eso? —le preguntó con desesperación; quería evitar que él viera su parte más vulnerable y secreta. Nadie lo sabía, ni siquiera Joel. Le avergonzaba, le avergonzaba su debilidad.

—Dímelo, _____.

Y entonces hizo algo ante lo que ella no pudo luchar; comenzó a acariciarle los brazos. _____ bajó la cabeza y dijo:

—Joaquín. A veces cuando bebía, me pegaba. La mayoría de las veces lograba evitar los golpes, pero... otras veces...

Christopher maldijo para sí y la soltó. Inmediatamente, ella puso espacio entre los dos.

—Como te he dicho, no todo era lo que parecía.

En ese momento, alguien llamó a la puerta y allí apareció Lucia.

—El señor Vélez está esperando a _____ en la terraza...

—Ajedrez... —ella miró a Christopher, pero él seguía con esa extraña expresión en la cara. No debería haberle contado nada. —Le prometí a tu padre que echaríamos una partida de ajedrez, pero puedo quedarme aquí...

—No —respondió él bruscamente. —Ve con mi padre. Yo puedo ocuparme de esto.

Christopher la vio salir del despacho y se pasó una mano por el pelo mientras recordaba su cara de terror al pensar que iba a pegarla. Estaba comenzando a sentirse vulnerable ante todas las contradicciones que estaba viendo en ella, y no le gustaba tener que admitir esa emoción porque ya lo había devastado en una ocasión y no permitiría que volviera a suceder.

Esa noche, después de que Leonardo se hubiera retirado, y cuando _____ se disponía a irse a la cama, Christopher la hizo detenerse antes de llegar a la puerta del comedor. Ella se giró con desconfianza y él se Levantó de la mesa y se acercó con las manos metidas en los bolsillos.

—¿Sí?

—Mañana es tu cumpleaños.

CRUEL VENGANZAWhere stories live. Discover now