Capítulo 18

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Christopher sintió un escalofrió en la nuca. En ese momento, Martín se detuvo a media frase, Maggie miró a su derecha y él captó un evocador aroma a rosas; un aroma muy reciente en su memoria. Su cuerpo ya estaba respondiendo enérgicamente, de un modo que no había sentido en... semanas, y ser consciente de ello supuso un duro golpe.

Con una extraña sensación en el pecho, se giró y allí estaba _____ Brosnan, mirándolo con esos enormes ojos verdes moteados de avellana. El tiempo pareció detenerse durante un largo rato mientras se miraban.

Oyó a Maggie preguntar con curiosidad:

—¿Conoces a esta mujer?

—No, creo que no —contestó, negando la respuesta que ella estaba evocando en él.

Y así, se dio la vuelta y siguió hablando con Maggie y Martín.

Christopher no estaba acostumbrado a enfrentarse a verdades difíciles de asimilar. Él nunca huía de nada, pero allí, y por primera vez en su vida, estaba reaccionando con tanta fuerza a una emoción que no quería explorar, que estaba escondiendo la cabeza bajo tierra.

_____ no podía creer que él hubiera hecho eso, que hubiera negado que la conociera. La rabia se apoderó de ella y comenzó a temblar incontrolablemente mientras se movía para situarse directamente enfrente de Christopher, que la miró como diciéndole: «Ni te atrevas». Aunque lo hizo. Se atrevió.

—¿Cómo puedes fingir que no me conoces?

—¡Brosnan!

_____ sonrió con aire triunfante.

—Si no me conoces, ¿cómo sabes mi apellido?

Sabía que tenía que aprovecharse del factor sorpresa durante unos cuantos segundos como mucho y se giró hacia la pareja pensando: «Este hombre es colega de Christopher ... Si pudiera manchar su reputación, aunque sólo fuera un poco...»

Se había hecho el silencio entre la multitud que los rodeaba.

—¿Sabían que hace dos meses su amigo estuvo conmigo en Londres? Planeó...

Sus palabras se detuvieron al sentir un fuerte dolor en el brazo: Christopher la había agarrado y la estaba alejando de allí, tirando de ella entre la multitud con tanta facilidad como si pesara poco más que una pluma.

Abrió la boca y, como si le hubiera leído la mente, Christopher le dijo:

—Ni una palabra más, Brosnan.

La multitud se separó como el Mar Rojo y enseguida llegaron a la puerta del salón de baile. Antes de poder darse cuenta, Christopher la había llevado hasta una esquina del vestíbulo.

—No has tenido por qué sacarme de ahí como si fuera una niña de dos años —le dijo ella frotándose el brazo cuando la soltó.

Nunca hasta ahora lo había visto tan furioso... y ¿cómo era posible que, a pesar de ello, pudiera estar fijándose en lo impresionante que resultaba vestido con un esmoquin tradicional? Estaba más guapo de lo que recordaba, si eso era posible, y le dolía como si la hubiera atravesado un puñal pensar que tal vez sentía algo por él a pesar de cómo la había tratado.

—¿Ah, no? ¿Y qué tendría que haber hecho? ¿Dejarte soltar toda la sórdida verdad? ¿Que eres responsable de...?

—¡Para! —le susurró con desesperación, de pronto abrumada por verse tan cerca de él.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Qué estás haciendo tú aquí? —le contestó ella con la intención de ganar tiempo y sabiendo perfectamente bien por qué estaba allí. Su furia estaba disolviéndose y formando una masa de emociones confusas ahora que lo tenía delante.

—Tengo negocios aquí, aunque no es algo que a ti te importe.

_____ respiró temblorosa y miró a otro lado. Ya estaba allí. Tenía que hacerlo, a eso había ido. Él tenía que saber lo que había hecho.

—Bueno, yo también tengo unos asuntos aquí. Algo que tengo que tratar contigo.

Christopher se acercó a ella y vio cómo se abrieron sus ojos y se le sonrojaron las mejillas. Volvió a inhalar su aroma y le sorprendió ser capaz de no bajar la mirada a su cuerpo, a sus pechos. Tenía el vivido recuerdo de haberle cubierto uno de sus pechos, de lo bien que había encajado en la palma de su mano, y de cómo había sido el tacto de ese terso pezón bajo su dedo. ¡Y de cómo había sabido!

En sólo un instante, una erección tomó forma bajo sus pantalones y eso le hizo recordar que ninguna mujer desde entonces había vuelto a encender su libido. Se excitó como un colegial viendo por primera vez a una mujer desnudándose. No podía creerlo.

—¿Y bien? ¿De qué se trata? Dímelo ahora mismo o haré que te echen a la calle.

_____ se negaba a sentirse intimidada y se acercó más a él antes de decirle:

—Estoy embarazada de ti. Me temo que las consecuencias de tu venganza de aquella noche han ido más allá de lo que te esperabas.

Christopher se quedó quieto por un momento antes de dar un paso atrás, —No es posible. Usé protección —le dijo con expresión de alivio.

—Bueno, debió de romperse o algo así, porque, te guste o no, estoy embarazada. De tu hijo.

Christopher visualizó por un momento la imagen de Martín y Maggie y de lo protector y atento que su amigo se mostraba con su esposa embarazada. Después, intentó tranquilizarse con la idea de que _____ estaba mintiendo. Tenía que estar mintiendo.

—¿Has tardado dos meses en planear la forma de volver a mí? —dijo entre risas. —¿Y me vienes con esto? ¿Qué pensabas que sucedería? ¿Que te suplicaría que te casaras conmigo por el bien de nuestro hijo? ¿Es que no has podido encontrar a otro millonario iluso al que timar... a Sebastian Mortimer, por ejemplo? ¿A su padre verdadero?

A _____ se le encogió el corazón.

—Ya te lo dije. No me acosté con ese hombre y, por otro lado, no se me ocurriría un destino peor que tener que casarme contigo. Lo único que quiero es que sepas en lo que han derivado tus actos; sobre todo, teniendo en cuenta tu libertad y la vida tan fácil que llevas. No quiero que después me acuses de haber mantenido en secreto que tenías un hijo.

CRUEL VENGANZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora