|Malas decisiones|
Narra Lauren
Recorría con cansancio los pasillos de la clínica, habían sido las semanas más dolorosas de mi vida y unas de las más horribles, acababa de salir de «la sala expresiva». Dicha sala no era más que un aburrido lugar donde hacíamos pequeñas terapias grupales; hablábamos sobre nuestros problemas con las drogas, como nos iniciamos en ellas, luego fingíamos comprendernos y dedicarnos estúpidas palabras vacías como «Entendemos cómo te sientes...»
De ninguna manera. Ellos no saben lo que se siente que tu hermano menor tenga leucemia, así como yo tampoco sé lo que se siente ser abusada sexualmente, abandonada o maltratada por mis padres.
Simplemente no sé cómo se sienten aquellos chicos y ellos no saben cómo me siento yo. Si no lo hemos vivido es imposible entender a alguien que sí.
Sin embargo aquellas terapias grupales eran un maldito descanso entre tanta mierda.
Detuve mis pasos en uno de los ventanales al encontrar a Khalif echado sobre la grama artificial del jardín, tenía los brazos explayados al igual que sus piernas. Vacilé en acercarme pero finalmente lo hice, había pasado alrededor de una semana de la última vez que lo vi. Me acerqué con cautela y noté que tenía los ojos cerrados
“¿Debo buscar una rama y pincharte para ver si estas vivo?” Consulté mirándole desde arriba.
Abrió uno de sus ojos y al verme lo volvió a cerrar. “Hola Lauren.” Saludó.
En silencio me senté en una gran piedra que estaba a un par de pasos de distancia de él y me quedé mirándolo.
“¿Estás bien?” Pregunté extrañada, porque en mi vida he conocido a una persona que hable más que él, así no estés prestándole atención Khalif hablaba y hablaba sin parar... ni siquiera para tomar aire. “Quiero decir... no te he visto desde hace unos días.” Mencioné.
No hubo respuesta durante unos segundos, cuando había tomado la decisión de marcharme su voz rompió con el silencio;
“Tuve una recaída...” Susurró, dio un largo suspiro y abrió sus ojos. “Ya sabes... el deseo y la necesidad de sentir la droga correr por todo tu cuerpo.” Podía notarse el deseo en su voz. “Tuve una crisis.” Con su dedo índice tiró hacia bajo del cuello de su camiseta mostrándome el catéter un poco más abajo de su clavícula.
Instintivamente posé mi mano sobre el mío, recordando la terrible semana que había tenido; pruebas de sangre, exámenes de orina y miles de muestras más. Eso solo fue el inicio. Con los días, al igual que Khalif apareció la necesidad, la desesperación... el malestar físico y emocional. Había terminado atada en la cama luego de haber golpeado a uno de los médicos y haber intentado huir.
No recuerdo absolutamente nada más después de haber impactado el rostro del doctor con mi puño, solo sé que desperté al día siguiente sobre una camilla con una cinta reteniendo mis brazos a cada lado de mis costados y otra en mis piernas.
Asentí casi en comprensión, sabía muy bien de lo que hablaba, después de todo era lo único que podíamos entendernos nosotros mismos en aquel lugar.
“¿Qué tiempo llevas aquí?” Curioseé tras un breve silencio.
Khalif se apoyó sobre sus codos y levantó un poco su tronco. Sus ojos se perdieron en alguna parte del jardín. “Quince meses.” Confesó.
Abrí mis ojos atontada y casi me ahogo con mi propia saliva. ¡De ninguna manera yo podría pasar tanto tiempo en este lugar!
“Tranquila, tu pareces muy normal para tener solo un mes.” Finalmente se sentó con las piernas cruzadas como un indio. “La verdad es que antes de venir aquí...” Hizo una pausa, sus manos jugando con la grama. “Me pasaba casi todo el día drogado.” Reconoció. “Ni siquiera recuerdo muy bien los últimos meses de mi vida antes de llegar aquí.”
