6. El Fin del Sueño

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Stu abrió los ojos a la mañana de lluvia en su habitación. Estaba solo en la cama. Suspiró, cubriéndose la cara con un brazo. Le pareció que la risa de sus hijas lo había acompañado al despertar, hasta que cayó en la cuenta de que las oía reír desde su dormitorio, con la puerta abierta. En ese momento la voz de Jen llegó desde la planta baja, como cualquier otra mañana.

"¡Liz, Mel! ¡Ya está el desayuno! ¡Despierten a papá y bajen!"

Se levantó sintiéndose de un humor raro.

Quería hablar con Jen de inmediato. Quería saber qué había soñado. Quería saber cuánta verdad había en lo que escuchara decir a sus hijas. Quería saber qué estaba ocurriendo en realidad.

Y al mismo tiempo no quería nada de eso. Sólo quería bajar a desayunar con su mujer y sus hijas, disfrutar de tenerlas a las tres a su lado. Quería abrazar a Jen y besarla, decirle lo que sentía por ella, volver a hacerle el amor. Quería escucharla decir que ella también lo amaba. Quería que se quedara con él, y que su sonrisa borrara todo el año anterior de dolor y ausencia.

Las niñas salieron de su dormitorio, lo vieron vistiéndose y bajaron hablando en susurros. Stu se detuvo ante la puerta de sus hijas y vio la laptop nueva de Elizabeth sobre la cama, el Skype abierto en pantalla. Frunció el ceño vacilante y continuó hacia la escalera.

Se detuvo otra vez en la puerta de la cocina, absorbiendo la imagen de Jen ahí, las voces animadas de las niñas, el olor del desayuno en el aire. Entonces Jen giró y lo encontró allí parado, y Stu sintió que una garra helada le retorcía las entrañas al encontrar su sonrisa forzada y su mirada esquiva. Se obligó a actuar como si nada y cruzó la cocina sin prisa para ir a sentarse con sus hijas. Jen le sirvió el té, consultó la hora y lo enfrentó con una mueca apologética.

"Tengo que irme," dijo en voz baja, y se volvió hacia sus hijas. "Hasta mañana, chicas. Vendré por ustedes después del almuerzo."

"Regreso enseguida," les dijo Stu a las niñas, y siguió a Jen hacia el recibidor. En vez de abrirle la puerta de calle, apoyó una mano en el picaporte para detenerla. "¿Por qué te marchas?" preguntó en voz baja.

Aguardó la respuesta dándose cuenta que sería una mentira. Tragó esa amarga certeza, el dolor, la rabia, obligándose a permanecer en silencio. Jen sacudió la cabeza ruborizándose y evitó mirarlo.

"Yo..." Se encogió de hombros.

"¿Por qué viniste anoche, amor?" le preguntó con suavidad, y vio con claridad el eco de rechazo que ella se apresuró a ocultar al escucharlo llamarla así.

"Yo... Lo siento, Stu, fue un error. Creí..." Lo enfrentó igual que la noche anterior, implorando comprensión. "Tengo que irme, Stu. Perdóname, por favor. Olvida que vine, olvida lo que pasó. Fue un error."

"¿Cómo podría? Volviste, hicimos el amor. Tú... No puedes pedirme..."

"Por favor, Stu, te estoy diciendo que fue un error."

De alguna forma él consiguió no alzar la voz. "¿Un error? ¿Volver a estar juntos fue un error?"

"Estaba confundida. Yo... Perdóname, no debería haber venido, ahora lo sé. Pero necesitaba..." Volvió a sacudir la cabeza. "Tengo que irme, Stu. Si todavía me quieres, déjame ir y olvida que estuve aquí."

"No te quiero, Jen. Te amo."

Lo sorprendió que ella alzara la vista con una expresión repentinamente fría en sus ojos, escrutándolo. "Me cuesta creerte."

"¿Perdón?" ¿Cómo podía dudarlo? ¿Y por qué expresaba su duda como un reproche? "No lo ama, está celosa," había afirmado Elizabeth, mientras él la escuchaba en sueños hablar por Skype a Argentina. El dolor se le endureció de golpe. "¿Te cuesta creerme? ¿Por eso viniste? ¿A asegurarte de que siguiera siendo tu maldito perro faldero?"

Ella volteó la cara ofendida. "¿Podrías abrir la puerta, por favor?" pidió con desdén.

Stu retrocedió. "Está abierta," gruñó.

Pero Jen vaciló, y buscó sus ojos. "¿Es verdad, Stu?" susurró con acento tenso. "¿Todavía me amas?"

Él asintió con un suspiro de resignación. "Sí, amor, es verdad," dijo, vencido. "¿Cómo puedes siquiera dudarlo?"

"Pero esa mujer... Vi tus fotos con ella. Te veías tan feliz."

Stu meneó la cabeza, deplorando que cada palabra, cada gesto de Jen confirmara lo que le oyera decir a Elizabeth.

"Sabes que eres el amor de mi vida, y que haría cualquier cosa por volver a estar contigo."

"¿La dejarías?"

"¿Qué dices, amor? Sabes que renuncié a ella por ti anoche." Se esforzó por ignorar el vacío en la boca de su estómago. "Lo hice en el momento mismo de besarte. ¿Qué más precisas para estar segura? ¿Qué más necesitas para volver conmigo?"

Jen bajó la vista con los labios apretados y meneó la cabeza una vez más. "Perdóname, Stu, pero no puedo. Creí que quizás... Pero fue un error. No puedo volver contigo. Ya no."

Él no intentó detenerla cuando abrió la puerta y se marchó a paso rápido, la cabeza gacha para hurtar la cara al viento frío que llegara tras la lluvia. Permaneció allí parado, viéndola irse. Se estremeció al sentir la mano pequeña de Elizabeth deslizándose en la suya.

"Ven, papá," le dijo su hija con dulzura. "Calentaré tu desayuno."

Estrechó los dedos frágiles, asintió secándose los ojos, se dejó conducir de regreso a la cocina. Mientras Elizabeth se afanaba con el microondas, Melody se paró sobre el banco de la mesa junto a él para poder echarle los brazos al cuello. Stu apoyó la cabeza en el pecho de su hija menor, incapaz de ocultar lo que sentía.

Todo dolía tanto que costaba respirar. Él, las niñas, C al otro lado del mundo. El sueño hecho realidad por una breve noche. Las esperanzas descabelladas que abrigara por unas pocas horas. Tanta confianza pisoteada. Tanta felicidad perdida.

Melody le acarició el cabello como él solía hacerle a ella. "No estés triste, papi," le dijo. "Es que mami no quiere mentir."

Él se apretó los ojos que le ardían, sin poder evitar que las lágrimas cayeran.

Melody lo estrechó con fuerza. "No llores, papi, por favor."

Stu asintió secándose los ojos.

"Deberías llamar a C, papá," dijo Elizabeth trayéndole el té. "Ella sabrá explicártelo mejor que nosotras."

"Sí, papi, ella sabe. Llámala."

Él trató de sonreír. "Sí, la llamaré luego," mintió, tratando de sonar convincente.

A Un Lado - AOL#3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora