33. Lo Que Sé

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El set de MØRE fue una hora eléctrica, agotadora, de energía contagiosa y desbordante. Entre tantas novedades que lo tenían cavilando, Stu no dejó de advertir que la nueva formación sonaba mucho mejor que la original, y que C justificaba la respuesta entusiasta de la gente.

El contador del stream acabó en casi diez mil espectadores, superando con creces el pronóstico de Finnegan. En total habían tocado para el equivalente a un estadio mediano completo.

Cuando terminó el festival, Finnegan cerró la transmisión para poner música, O'Rilley trajo más cerveza y Stu ya había dado cuenta solo de un tercio de la botella de vodka e iba por más.

"Bien, tenemos un cuento por terminar," dijo el guitarrista como si nada. "¿Stu?"

"Termínalo tú," gruñó él, hundido en su sillón. "Apuesto a que sabes los últimos capítulos mucho mejor que yo."

"Como gustes." Finnegan se encogió de hombros, prendió un cigarrillo y se volvió hacia O'Rilley, que sentía la tensión que seguía acumulándose entre los otros dos. "A fines del invierno pasado, Jen apareció en una noche de lluvia, como un cachorro extraviado buscando refugio de la tormenta. Y tan pronto obtuvo lo que quería, se marchó sin mirar atrás. Pero al otro lado del mundo, C tuvo que consolar a las hijas de este pendejo, asustadas de lo que sus padres estaban haciendo, y luego tuvo a bien avisarme que el pendejo estaba destrozado y me pidió que lo cuidara. Todo esto sólo un par de horas antes de su presentación más importante hasta entonces."

"¿Tienes que ser tan condenadamente sarcástico?" gruñó Stu.

"Querías que yo cuente esta parte y lo estoy haciendo," replicó Finnegan cortante. "¿O acaso miento?"

"Chicas..." intervino O'Rilley.

Finnegan resopló, revoleando los ojos. "De acuerdo. Conclusión: se separaron, vaya sorpresa. Y los dos aún piensan que ocurrió porque era lo que el otro quería, si puedes creerlo. Perdieron todo contacto entre sí durante los últimos seis meses. Hasta el lunes pasado. Los freaky links del pendejo se activaron, el pendejo me pidió que le pida a C que lo llame, porque imagínate que el rey del rock no puede rebajarse a llamar a nadie. Y eso hice. Y C lo llamó. Y eso es todo."

"¿Y qué?"

Finnegan y Stu enfrentaron ceñudos al bajista.

O'Rilley asintió muy tranquilo, abriendo otra cerveza. "Sí, ¿y qué? Quiero decir, me han narrado un cuento de San Valentín bien bizarro y disfruté de un concierto excelente, pero todavía no comprendo para qué. ¿Qué creyeron que puedo solucionar aquí?"

"Te lo dije: el pendejo pide consejo respecto a C, y yo no creo que pueda seguir ayudándolo."

"¿Por qué?"

O'Rilley se tragó la risa al ver la expresión de Finnegan, que obviamente no esperaba que lo cuestionaran a él. Alzó las cejas y las manos, las bajó meneando la cabeza.

"Porque estoy harto de ver a este condenado egoísta buscarla sólo cuando la necesita, sin que jamás le importe una mierda el precio que C paga por amarlo."

"Que te den," gruñó Stu, llevándose la botella a la boca.

Un gesto de O'Rilley los acalló a los dos. "Me parece que más que hablar de esta mujer, tienen algo que solucionar entre ustedes."

"Que te den," mascullaron Stu y Finnegan al mismo tiempo.

El bajista soltó la carcajada que venía reprimiendo.

"Muy bien, veamos. Dime, Stu, ¿por qué necesitas consejo?"

Stu intentó sentarse más erguido y se pasó una mano por el cabello. "Pues... C me llamó el lunes pasado, gracias a Ray, y volvimos a hablar hace dos días." Respiró hondo. "Y volveremos a hablar el lunes próximo y yo... Sé que hay muchas cosas que debería querer preguntarle, pero..." Se encogió de hombros señalando el televisor con gesto vago. "No sé si realmente quiero hacerlo."

"¿Ves?" rezongó Finnegan. "¡Medio año separados y no tiene nada que preguntarle. ¿Cuán egoísta es eso, eh?"

O'Rilley iba a volver a intervenir cuando Stu meneó lentamente la cabeza.

"Es que ya sé lo que más necesitaba saber," respondió.

"¿Y qué es?" preguntó el bajista con calma.

Stu lo enfrentó moviendo los labios en silencio, como si formar las palabras lo hiciera terminar de asimilarlo. "Que aún me ama," dijo al fin, sonriendo.

O'Rilley acalló a Finnegan con un gesto, sin apartar la vista de Stu.

"¿Y entonces qué consejo precisas?"

"Es que tengo miedo, ¿comprendes? Temo decir algo que la empuje a volver a alejarse. Quiero que forme parte de mi vida, y..."

"¿Por qué?"

"¿Por qué qué?"

"¿Por qué quieres que forme parte de tu vida?"

Stu le mostró las palmas de sus manos como si sostuviera en ellas la respuesta. "Porque mi vida es mejor cuando C está en ella."

"¿Por qué?"

"Porque... Porque me hace sentir tan bien, y me hace reír, y puedo compartir tantas cosas con ella, y... Ella tiene la fuerza y el valor de sobrellevarme, ¿sabes? Y me conoce y me comprende tanto. Somos tan diferentes, y al mismo tiempo iguales. Y ella... Ella me ama, Scott. Conoce lo peor de mí y aun así me ama."

"¿Lo oyes?" exclamó Finnegan, poniéndose de pie indignado. "¡Yo, yo, yo! ¡Eres el centro de todo! ¿Verdad, maldito pendejo? ¡La quieres cerca porque te sirve! ¡Porque te resulta práctico! ¡Y no sabes una mierda de ella, ni te interesa saberlo!"

"Oye, Súper Ray, ¿Por qué no traes más cerveza?" terció O'Rilley. Aguardó a que el guitarrista saliera ofendido de la habitación y le guiñó un ojo a Stu. "Es un cuñado difícil."

"Sí, pero está bien. No puedo decírselo, pero me gusta ver cuánto se preocupa por ella."

"Alguien tiene que hacerlo," masculló Finnegan, regresando con otro six-pack. "Ya que es lo bastante estúpida para amar a un imbécil como tú, incapaz de ver más allá de su maldita nariz."

"Ray," intervino O'Rilley.

"¡No uses ese tonito conmigo, porque tú no has visto lo que yo!" Finnegan se volvió hacia Stu otra vez. "Tú sabes cuánto tiene para darte porque ya te lo ha dado todo, Stu. Pero estas cuestiones son ida y vuelta, ¿recuerdas? Siempre aceptaste de buen grado todo lo que te daba, pero, ¿qué le has dado tú a cambio? ¿Qué, más que dudas y distancia y un corazón roto? ¿Hubo tan siquiera una noche que pasaras con ella en la que no hayas deseado, aunque fuera por un instante, que fuera Jen a tu lado en su lugar? ¿Hubo siquiera un día en que no la usaras como a un maldito bastón? ¿Qué le has dado a cambio de su vida y su alma? ¿Qué estás dispuesto a resignar por ella? ¿Qué tienes para darle para que su vida sea mejor? ¡Porque cuando se trata de ella, siempre te encuentro con las manos vacías!"

Bufó iracundo y se dirigió a la computadora, que seguía conectada al televisor, sin que los otros dos osaran decir palabra.

"¿La viste realmente esta noche? ¿Prestaste atención? ¡Lo ha logrado, Stu! ¡Está brillando! ¿Te has molestado tan siquiera en googlearla alguna vez?" continuó Finnegan al tiempo que el televisor se cubría de fotos de ella. En estudio, en vivo, con seguidores. "¡Mírala, Stu! ¡Mírala e intenta verla por una condenada vez! ¿Notaste cómo le responde el público en vivo? ¿Te diste cuenta que había diez mil personas más viéndola desde otras partes del mundo?" Se irguió junto al televisor para enfrentar a su amigo. "Y esta semana has comprobado que no ha cambiado en lo más mínimo. Es la misma maldita pendeja con la que platicábamos hace año y medio en Hawai. Siempre hace que la gente coree nuestros nombres porque aún siente que te lo debe todo. ¡Porque es lo que le has permitido creer! ¿Sus compañeros? Tú ni siquiera sabes sus nombres, pero son gente excelente, talentosa, que la respeta, la respalda, la acompaña como ella necesita." Finnegan suspiró meneando la cabeza. "C ya no está sola, Stu. Y en este momento, con su fama creciente, podría tener a cualquier hombre que quiera. Si tan sólo tú tuvieras las pelotas de dejarla tranquila."

Los ojos de Stu permanecían clavados en el televisor, en la sonrisa de C, el brillo de sus ojos, la gente tendiendo sus manos hacia ella.

La rabia de Finnegan se convirtió en un ruego. "Déjala tranquila, Stu, por favor. Déjala en libertad. Tú sabes que nunca dejará de amarte. Pero debes permitirle buscar la poca felicidad que pueda tener lejos de ti. Porque ella en realidad no te importa. No tanto como debería. No como ella se merece."

A Un Lado - AOL#3Where stories live. Discover now