12. El Mismo Dolor

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"Hola."

"Hola, ¿qué hora...?"

"Deben ser pasadas las once por allí."

C se frotó la cara sin alzarla de la almohada, el cabello revuelto, los ojos enrojecidos, el ceño fruncido.

"¿No es un poco temprano para ti?"

"Me gustan las mañanas de invierno. Está lloviendo, las niñas aún duermen."

"Estás tranquilo," asintió ella. Se presionó las sienes cerrando los ojos. "Maldita resaca," gruñó. "Aguarda."

C había apoyado el teléfono en una almohada a su lado como solía. Stu la vio levantarse y salir de la imagen por un par de minutos. Era evidente que la noche anterior se había desmayado más que irse a la cama, porque todavía vestía la camiseta de Slot Coin que usara para tocar. La cuidaba como a un tesoro y nunca se la dejaba puesta para dormir.

No vestía otra cosa, y pronto Stu vio que sus piernas regresaban. La imagen tembló cuando ella volvió a tumbarse en la cama y él sonrió de costado al contemplarla.

"Mejor que hablemos del clima hasta que se me pase un poco el dolor de cabeza," gruñó C tendiéndose boca arriba, un brazo cubriendo sus ojos.

"De acuerdo." Se preguntó qué decir a continuación.

"Tocaremos de nuevo esta noche. La banda que cubrimos anoche canceló su presentación de hoy también y nos pidieron que volvamos a reemplazarlos," comentó ella con acento fatigado. "No lo puedo creer. Es fantástico. Amé estar en el escenario principal. Después de lo mal que fue todo a la tarde, a la noche salió perfecto. Todos nos sentimos igual. No vemos la hora de volver a tocar ahí. Y querría volver a hacerlo mañana, y la noche siguiente, y la próxima semana. Cada maldita noche hasta que me muera." Suspiró. "Sólo quisiera que hubiéramos llegado hasta aquí por mérito propio. No me gusta debértelo a ti."

"No me debes nada. No fui yo el que hizo saltar y gritar a esa multitud anoche: fuiste tú."

"Ya veo, la jugaremos cortés." C lo miró brevemente desde debajo de su brazo. "Me pregunté cómo sería este momento, ¿sabes? Y me preguntaba cómo debería comportarme. ¿Educada y comprensiva? ¿Debería echarme a llorar? ¿Llorar y rogar, otra vez? ¿Debería fingir indiferencia? ¿O ser dura y hasta hiriente? ¿Debería escucharte? ¿O tal vez no?" Meneó levemente la cabeza. "Te sentí anoche. Estabas allí cuando salimos a tocar. Creí que me alegraría, o que te odiaría, pero en ese momento sólo me preguntaba una cosa."

"Para qué."

"Exacto: ¿para qué? De qué sirve que exista este vínculo entre nosotros que te permitía estar allí en cierta forma, o que yo sienta algo. Porque no importa lo que sienta, a fin de cuentas mis sentimientos no cambian una mierda. Y que nos percibamos tampoco cambia nada para ti, así que, ¿para qué?"

Stu no respondió, aguardando que siguiera. Cualquier cosa que dijera podía ser malinterpretada.

"¿Llamaste sólo para darte el gusto de despertarme temprano? ¿Te sentías solo y necesitabas alguien con quién platicar? ¿O tienes algo que decir? Porque si no, me vendrían bien unas horas más de sueño."

Stu ignoró el desgano de C y optó por ser honesto, esperando que ella lo apreciaría. "Llamé porque quería hablar contigo, nena, pero la verdad es que no sé bien qué decir, ni cómo."

"Guárdate el nena. Nunca he sido tu nena menos que hoy."

"Lo siento."

"Que te den, Stewart. Ten las pelotas de no comportarte como un maldito cordero."

A Un Lado - AOL#3Where stories live. Discover now