30. Lanes

77 18 6
                                    

"Hola," saludé en voz baja.

Me sonreíste con esa calma tan tuya. "Hola, nena."

Y todo parecía como antes, como si nada.

Pero no era así.

Me preguntaste cómo había sido mi semana, cómo iba todo con la banda.

Mis novedades de los últimos meses podían parecer exclusivamente laborales, pero no sentía el menor deseo de adentrarme en el análisis que seguramente demandaría contarte lo de los chicos. Por suerte aceptaste mis respuestas vagas y que te preguntara por tu vida.

Esa noche me contaste sobre tu divorcio.

Fue una conversación más bien triste. No dejaba de sorprenderme lo que había pasado, incluso que hubiera pasado, aunque creí detectar un cambio en vos. Ya no hablabas de tu ex como antes, con ese acento cargado de amor y amargura. Ni siquiera la nombrabas con rencor: tu tono sólo delataba hastío. De pronto dabas la impresión de estar resignado a lidiar con ella mientras compartieran la custodia de las nenas, pero que hubieras preferido poder dejarla fuera de tu vida de una vez por todas.

No hice ningún comentario al respecto. Antes hubiera mencionado el cambio que advertía, o al menos preguntado. Antes. Ahora me limité a escuchar, asentir, intercalar los "oh" y los "¿de verdad?" que correspondía, sin pronunciar una sola palabra que pudiera sonar a opinión personal.

Cayó la noche en San Francisco mientras hablábamos y bajaste con la laptop a hacerte algo de comer. Yo me había sentado en la cama con la gorda acústica, pulsando acordes al azar mientras te veía cocinar y terminabas de contarme cómo se había resuelto todo en el tribunal de menores.

"¿Podría pedirte un favor?" preguntaste de pronto. "¿Tocarías Lanes para mí?"

Asentí sonriendo de costado. Sí, a los dos nos había pegado cierta melancolía. Te sentaste en la isla frente a la computadora, con una copa de vino y la cara apoyada en tu mano. 

Me acompañaste en voz baja, provocándome un escalofrío. Volver a cantar con vos era algo que nunca había esperado, ni siquiera así, por internet y con el mundo de por medio.

Sonreíste al terminar la canción. "Gracias," dijiste en tu tono sereno, grave. "La tengo en el DVD de la gira, pero tú sabes que no es lo mismo."

"Sí, eso me lo enseñaste tú. La sensación nunca es la misma en una grabación. Aunque sea una grabación en vivo."

"Sí."

Te serviste y volviste a sentarte frente a mí. Te pregunté por las nenas, contestaste sin explayarte, no insistí.

"¿Tocas este fin de semana?" preguntaste para cambiar de tema.

"Sí. Un evento para juntar donaciones para los afectados por las inundaciones. Vamos a ser tres o cuatro bandas de rock alternativo."

Me quedé viéndote comer, de pronto atragantada de preguntas. Y aterrorizada de hablar de más si formulaba siquiera una sola. Pero la inesperada desaparición de escena de tu ex le daba un matiz completamente distinto a todo.

¿Había alguien más en tu vida? ¿Qué significaba para vos que volviéramos a hablar? ¿Por qué me contabas algo tan íntimo como tu divorcio? ¿Significaba que todavía me querías un poco? Y si era así, ¿en calidad de qué? ¿Simplemente volvías a confiarte en tu antigua amiga virtual? ¿O en quien fuera tu amante por unos pocos meses? ¿Qué esperabas, qué buscabas al compartir conmigo algo tan importante? Mi GPS mental soltó el tradicional recalculando. ¿Buscabas algo? ¿O es que había llegado a haber tanta confianza entre nosotros que te resultaba natural compartir conmigo un suceso como ése?

Me inclinaba por lo último, y tal vez incluso una forma tardía de darme la razón. Decirme de alguna forma que al fin habías comprendido los juegos de tu ex y habías sido capaz de ponerles límite.

"Pagaría por saber lo que estás pensando," te escuché decir, y al alzar la vista encontré tu sonrisa vaga. "Pareces a punto de firmar una sentencia de muerte."

Sí, la mía. "Oh, no importa."

"Cuando dices eso, sé que estás callándote algo importante."

Tu comentario me tomó tan por sorpresa que me puse colorada.

Reíste por lo bajo, esa risita que me mataba. "Vamos, nena, llegué a conocerte un poco, ¿sabes?"

Tu expresión y tu acento eran tan cálidos. Me obligué a latigazos a recordar que siempre habías sido así conmigo, y nunca había significado absolutamente nada.

De pronto sentí que estábamos entrando en terreno peligroso para mí, y advertí lo tensa que estaba. Algo que jamás había creído que sentiría: no quería seguir conversando con vos. Todo me daba miedo, más que nada la posibilidad de estar entendiendo mal tus actitudes y lo que decías. Bostecé mientras llevabas tu plato vacío a la pileta.

"Te ves cansada, nena," notaste con suavidad. "Como la otra noche. ¿Semana difícil?"

No tenés idea, querido. "Un poco," sonreí como disculpándome.

"Tal vez deberías irte a dormir. ¿Qué hora es allí? ¿Medianoche?"

"Más como la una y treinta."

En el momento de despedirme me agarró otro tipo de miedo. No podía cortar sin arreglar para hablar de nuevo.

"¿Qué te parece si hablamos la semana próxima?"

Tu pregunta me tomó por sorpresa. De pronto parecías tener un genuino interés en que siguiéramos comunicándonos de forma regular.

"¿Puedes el lunes?" pregunté, guardándome el domingo para dormir mucho y soñar aún más.

Asentiste con una sonrisa amplia, espontánea, que te bailó en los ojos. Dios, cómo hubiera querido abrazarte en ese momento, y más que nada, que vos me abrazaras a mí.

"Te..." Me atajé justo a tiempo. "Te llamo el lunes, entonces."

"Aquí estaré. ¡Buena suerte este fin de semana!" Sonabas tan animado.

"Stu..."

"¿C?"

No, no podía decírtelo. Necesitaba hacerlo, moría por hacerlo, pero no podía decirte que te amaba. Porque antes nunca me había importado que no pudieras responder honestamente "yo también". Pero ahora sí me importaba.

"Que descanses, Stu."

Sonreíste de costado, como si adivinaras que me había callado algo, tal vez incluso qué.

"Que descanses, nena."

A Un Lado - AOL#3Where stories live. Discover now