23. Una Interestatal sin Canciones de Amor

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La lesión del brazo izquierdo le impedía a Stu tocar la guitarra y lo había obligado a cancelar su gira solista a Australia. Por suerte para quienes lo rodeaban, Sophie Schaullen había tenido una idea brillante para aplacar su humor huraño y taciturno, y no incluía asesinarlo. Como el plan original de la gira de Slot Coin por la Costa Oeste era recorrer California de extremo a extremo, en cuestión de días ella incluyó los estados de Washington y Oregon y agregó dos semanas más antes de la primera fecha programada.

Así que allí estaban, en el camino antes de lo previsto, disfrutando esos kilómetros extra. Los cinco aún la pasaban tan bien de gira como en los primeros años, y como los iconoclastas contestatarios que se jactaban de ser, Slot Coin salía de gira de acuerdo al canon más purista del rock: en autobús. A esa altura de sus carreras hubieran podido ir cada uno en su propio trailer de lujo, como una pequeña caravana moviéndose de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad. Pero no. La tradición exigía que fueran todos juntos y eso hacían, con otro autobús para el personal auxiliar y un camión para los equipos que siempre iban varias horas por delante de ellos.

Antes de dejar San Francisco hacia el norte, para abrir la gira en Seattle y desde allí bajar tocando por la Interestatal 5 hasta San Diego, Finnegan le había comentado a Ashley que estaba preocupado por C, y no podía dejar de preguntarse cómo estaría sobrellevando su ruptura con Stu.

La respuesta de Ashley fue una de esas cosas que solían recordarle porque seguía tan enamorado de ella como el primer día.

"¿Es que aún no has vuelto a hablar con ella?" había exclamado. "¡Buen Dios, Ray! ¿Qué clase de amigo eres?"

Teniendo en cuenta las cinco horas de diferencia entre San Francisco y Buenos Aires, llamó a C la mañana siguiente.

Y ella le había hablado de los problemas en su banda. Lo que le contó hizo sospechar a Finnegan que la crisis no tardaría en surgir abiertamente. Y sólo unas pocas semanas después de que Stu la dejara, el guitarrista sabía que C estaba sola y golpeada para hacer frente a un conflicto así sin respaldo.

Por eso volvió a llamarla el fin de semana siguiente, y se enteró del drástico vuelco que diera la situación: la banda que él conociera en Buenos Aires ya no existía, y C, su agente y Kurtie saldrían en busca de músicos a primera hora del lunes.

Desde entonces hablaban un par de veces por semana. Conforme C iba teniendo buenas noticias y su ánimo mejoraba, quedó a la vista que ni ella ni Finnegan querían perder la amistad que naciera entre ellos el año anterior. No sabían si alguna vez podrían volver a encontrarse y no les importaba en absoluto. Los unía un cariño sincero y profundo, y aunque ninguno de los dos lo puso en palabras, era evidente que se negaban a no seguir en contacto porque ella y Stu ya no estuvieran juntos.

Así, mientras Slot Coin terminaba de cosechar éxitos en Washington y se aprestaba a invadir Oregon, C y sus nuevos compañeros dejaban Buenos Aires con el mismo espíritu de rock y aventura, a recorrer el interior de Argentina y tocar en cuanto lugar pudieran.

Ese mediodía, cuando se detuvieron a almorzar, Finnegan notó el aire retraído de Stu, y cómo evitaba todo contacto visual con él. Era obvio que su amigo imaginaba con quién había estado hablando un rato antes y moría por preguntarle por ella, pero no lo haría. Porque ya lo había hecho dos semanas atrás.

"Si quieres saber cómo está C, ya puedes hacer como yo: llamarla y preguntarle," había replicado Finnegan cortante. "Esta vez no seré tu cómplice, Stu. No oficiaré de abogado de tu cobardía."

Stu se había limitado a gruñir por lo bajo y jamás había vuelto a nombrarla.

No hablaba de las dos semanas en Argentina, ni de la gira por Latinoamérica, ni de las vacaciones en Hawai con C y los hijos de ambos. Y en alguien tan afecto a contar anécdotas y convertirlas en narraciones, sus omisiones obstinadas terminaban obrando el efecto contrario. En vez de negar lo que callaban, parecían aludirlo a cada paso. Ninguna mujer le interesaba después de un par de citas porque no eran C. Evitaba nombrarla porque la tenía siempre presente. Ya no cantaba Fade Out en vivo porque hubiera querido cantarla con ella.

Sin embargo, Finnegan no se dejaba ablandar como Ashley, que se reunió con ellos en Portland para pasar unos días con su esposo. Y antes de irse le reprochó que fuera tan duro con Stu, cuando era el único capaz de comprender cabalmente la situación y ayudarlo.

"¡Pero si es precisamente lo que intento hacer, amor!" argumentó Finnegan, desafiando el ceño enfadado de Ashley. "Estoy haciendo lo único que puede empujarlo a enfrentar lo que siente y hacer algo al respecto, en vez de hundirse en la melancolía y perder a C para siempre."

Era una pulseada de obstinación entre ellos, como tantas otras en el pasado. Sólo que en esta ocasión Finnegan estaba decidido a no dar el brazo a torcer. Le dolía tomar esa actitud con su amigo, pero estaba convencido de que hacía lo correcto.

A Un Lado - AOL#3Where stories live. Discover now