8. Lo de Siempre

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Ashley no se sorprendió al ver llegar a su marido en el auto, no trotando. Había recibido un mensaje cuando estaban por salir a correr y le había dicho que se adelantara, porque él tenía que hacer un llamado urgente.

"Tenemos que ir a lo de Stu, amor" le dijo Finnegan, arrancando apenas ella subió a su lado. "¿Te importaría cuidar a las niñas un rato?"

"Por supuesto que no. ¿Qué sucede? ¿Quién te escribió?"

"Era C. Tal parece que Jen pasó la noche en lo de Stu, con Stu. Y ahora se fue y él está hecho el desastre esperable."

"¿Y ella cómo...?"

"Liz la llamó temprano a la mañana, para contarle y pedirle ayuda. Mierda, amor, no sé en qué está pensando Jen, ¡hacer algo así! ¿Cómo puede...?"

"Está defendiendo su territorio, Ray."

"Yo también lo pensé. Ya me gustaría ir a verla y decirle cuatro cosas respecto a sus derechos territoriales."

"Pero no lo harás. No te corresponde, amor. Stu es el que tiene que ponerle un límite."

"Como si pudiera."

"Ya sé que no puede, y es una pena, porque su incapacidad hace sufrir a todos a su alrededor."

Finnegan asintió gruñendo por lo bajo. Era cierto. Mientras Stu se lo permitiera, Jen seguiría encargándose de que no volviera a levantar cabeza.

Lo encontraron jugando Monopoly con las niñas. Saltaba a la vista que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no derrumbarse frente a ellas. Ashley ocupó su lugar en el juego y los dos amigos subieron al estudio de Stu, en el amplio ático de la casa.

Elizabeth corrió tras ellos y detuvo al guitarrista, tironeando de su mano para que se inclinara hacia ella.

"Intenta alegrarlo, tío, por favor," le dijo al oído. "Está tan triste por mamá."

Finnegan sólo pudo asentir, obligándose a sonreír.

Stu dejó que su amigo cerrara la puerta y fue a dejarse caer en su sillón favorito con un suspiro.

"C te pidió que vinieras, ¿verdad?" dijo cuando Finnegan le alcanzó una cerveza.

El guitarrista hizo un gesto afirmativo.

Stu prendió un cigarrillo con expresión fatigada y se reclinó contra el respaldo, cerrando los ojos.

"La escuché hablar con las niñas temprano en la mañana," murmuró. "Y era tan... Dios, soy tan imbécil, Ray. Ella no me ama, ¿sabes?" Resultó evidente que ya no se refería a la misma persona. "Ni un poco, ya no, y aun así pasó la noche aquí conmigo. Pero era todo mentira. Ella no quiere estar conmigo. ¿Entonces por qué necesita asegurarse que todavía la amo? Y yo... ¡Cómo pude ser tan estúpido, tan ciego! ¿Cómo pude creer siquiera por un momento que ella...?" Meneó la cabeza, sin molestarse por ocultar las lágrimas que caían de sus ojos cerrados. "Debe estar tan herida," musitó, y de nuevo resultó evidente a quién se refería. "Fue tan dulce con las niñas, Ray. Dios, cómo quisiera que estuviera aquí ahora. Daría cualquier cosa por volver a abrazarla. Si tan sólo estuviera aquí..."

"¿Estás prestando atención a lo que dices, Stu?" El acento de Finnegan rezumaba desaprobación.

Stu asintió. "¿Por qué crees que todavía no la he llamado?" Sonaba agotado, resignado, débil. "¿Cómo está, Ray? Hablaste con ella, ¿verdad?"

"Sí, hablamos."

Stu sonrió de costado cuando su amigo evitó responder a la pregunta que a él más le importaba. Una sonrisa amarga, irónica.

A Un Lado - AOL#3Where stories live. Discover now