49. Un Vestido Blanco

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Stu hubiera dado cualquier cosa por faltar a la conferencia de prensa, porque lo último que quería esa tarde era tener que lidiar con los reporteros. Al menos pudo pasar una hora en la piscina con sus hijas, que ya tenían los deditos arrugados de tanto estar en el agua y las mejillas arreboladas por el sol, y volvió a dejarlas con Ashley para ir a cambiarse y dirigirse al salón de conferencias del hotel.

Allí le presentaron a Jared Leto, el único de los músicos que hablarían con la prensa que él no conocía, y se demoró conversando con Dave Grohl y Julian Casablancas. El regreso de los Strokes a los escenarios atrajo buena parte de las preguntas, aunque entre los cuatro se las compusieron para regresar la atención de los reporteros al problema ambiental que diera origen al Festival.

Stu se consideró afortunado de que pudieran largarse en menos de una hora, mientras los reporteros, cámaras y fotógrafos se reacomodaban y una docena de asistentes preparaban el salón para la segunda conferencia, con los artistas de habla hispana.

Dejaron el salón por una puerta lateral. Stu acordó reunirse con Grohl y Casablancas por la noche, tan pronto sus hijas se durmieran, y se dirigió solo hacia los elevadores. Pero se detuvo bruscamente apenas salió al amplio corredor. Porque entre la gente que entraba al salón por la puerta principal, tuvo un atisbo del ligero vestido blanco y el cabello oscuro recogido en una cola alta. Cambió de dirección para apresurarse tras ella, la mujer que viera en la entrada del hotel, la que se parecía tanto a C. ¿Por qué su corazón se había desbocado con sólo entreverla? ¿Era una periodista? ¿Trabajaba con alguna de las bandas latinas? ¿Quién era?

"¡Papi, aguarda!"

La vocecita de Melody Star a sus espaldas lo obligó a detenerse y girar sobre sus talones, esforzándose por sonreír. Sus hijas llegaban con los Finnegan, Norton y su hijo Mat, un muchachito de dieciséis años alto y delgado como el padre. Se inclinó, los brazos abiertos para que Melody saltara a ellos, y se reunió con los demás para ir a cenar, los bracitos de su hija menor rodeando su cuello.

No se sorprendió demasiado cuando, de regreso en su suite, Ashley se llevó a las niñas con ella para que él y Finnegan pudieran bajar tranquilos a compartir un trago con sus amigos.

"Oye, Ray, ¿tienes el número de C?" preguntó Stu, desabotonándose la camisa.

El guitarrista alzó una sola ceja, suspicaz. "Sí, ¿por qué?"

"¿Podrías dármelo?"

La ceja de Finnegan descendió a fruncirse con su compañera. "¿Tú no lo tienes?"

"No, siempre utilizamos internet, de modo que..."

"¿Y para qué lo quieres ahora?"

Stu le devolvió la mirada ceñuda. "¿Qué carajos te importa?"

Finnegan sacó su teléfono suspirando y buscó algo. El teléfono de Stu vibró en su bolsillo.

"Ahí lo tienes. ¿Vamos?"

"Te alcanzaré en un momento."

"Pero nos están esperando."

"Mierda que eres cargante, pendejo. Adelántate, iré enseguida."

El guitarrista se marchó gruñendo y meneando la cabeza.

Stu terminó de desvestirse gruñendo y meneando la cabeza también. En ocasiones Ray se pasaba. Siempre alardeaba de que no se entrometía entre él y C, pero a veces su vena de cuñado iba demasiado lejos.

Se sentó en un sillón junto a los ventanales abiertos, teléfono en mano, preguntándose qué escribirle a C. Se decidió por un simple saludo y desearle suerte en su próxima presentación. Entonces se le ocurrió que ser un poco más preciso que "próxima presentación" le añadiría un detalle de atención que ella sabría apreciar. Seguramente en su web hallaría la información que buscaba.

Sabía que podía acceder a la web de MØRE desde su teléfono, pero detestaba lidiar con la letra minúscula, ilegible, y tener que cuidarse al milímetro de qué tocaba para no acabar en un sitio de pornografía rusa o afiliándose a un partido neonazi.

Así que no le quedó más alternativa que buscar la laptop, abrirla, esperar que cargara y que se conectara. Prendió un cigarrillo, armándose de paciencia, y aprovechó para terminar de vestirse. Y cuando al fin abrió la web de la banda, el cigarrillo cayó de sus labios sobre el teclado de la laptop. Lo recogió a tientas y fue un milagro que no se quemara al hacerlo, porque sus ojos permanecían clavados en la página principal, donde la imagen de la banda había sido reemplazada por el logo del Festival por el Golfo.

Su corazón se aceleró mientras luchaba como en los primeros días por llevar el mouse al enlace a la versión en inglés del sitio. Y como tardaba en cargar, soltó la laptop sobre el sillón y salió precipitadamente al corredor. Miró a ambos lados agitado y corrió hasta los elevadores. Se detuvo frente al poster del Festival enmarcado. Sus ojos se movieron con rapidez por los nombres de las bandas, en tipografía pequeña al pie del poster, y se abrieron como platos al ver el inconfundible símbolo Ø en un nombre de cuatro letras.

Regresó corriendo a su habitación y cayó de rodillas frente a la computadora sobre el sillón. No se molestó en buscar sus lentes para leer los breves titulares, porque su vista fue atraída por los videos que ocupaban la parte central. Vio uno que decía "Transmisión en Vivo" y lo abrió apresurado.

La sorpresa lo hizo caer sentado en la alfombra. Ni siquiera sintió el filo de la mesita de café cruzando su espalda. Porque allí estaba la mujer del vestido blanco, de espaldas, en un lugar al aire libre con un alegre fuego ardiendo a pocos pasos, en medio de un grupo de gente que bebía y hablaba en inglés en voz bien alta.

Sujetó la pantalla como si fuera a arrancarla, inclinado para ver mejor a esa mujer, el corazón desbocado en su pecho, que pareció estallar con las llamas de ese fuego que veía. Y sintió que le faltaba el aire al ver que la mujer se llevaba una mano a su propio pecho y echaba un vistazo rápido a su alrededor.

"¿C?" resolló incrédulo.

Entonces alguien exclamó algo y todos se volvieron en la misma dirección, la mujer incluida. Y la cámara, maldita fuera, que giró antes de que él pudiera ver la cara de la mujer para mostrar a un hombre que se acercaba sin prisa, cruzando un jardín como el que sea abría bajo su balcón. ¿¡Ray!?

Un segundo después la computadora caía sobre la alfombra, arrastrada por la brusquedad con que Stu la soltara al incorporarse. La puerta de la suite había quedado entreabierta y los pies de Stu intentaban no tropezar al correr escaleras abajo.

A Un Lado - AOL#3Where stories live. Discover now