29. Los Días son Números

59 18 9
                                    


Al día siguiente Mariano me pasó a buscar sin avisar para ir a San Telmo, lo cual vino a confirmar lo preocupado que se había quedado. Le di cinco minutos para preguntar lo que quisiera saber. No preguntó nada, así que en el siguiente semáforo en rojo lo enfrenté sonriendo.

—Gracias, Marian —le dije—. Estoy bien, ¿sabés?

—¿Segura? —terció, por si su expresión no bastaba para reflejar sus dudas.

Asentí. —Ayer... —Respiré hondo—. Anoche hablé con él. Nada para alquilar balcones, pero hablamos, que ya es mucho.

—¿Entonces vamos a México nomás?

—¿Y por qué no iríamos?

—Viendo cómo te pusiste anoche, se me ocurrió que tal vez no fuera tan buena idea.

—¿Qué? ¡No! ¡Por favor! ¡Tenemos que ir!

Rió por lo bajo. —Tranquila, que ya estamos confirmados.

—¿Entonces qué preguntás? ¿Otra vez tratando de quedar como un señor?

Volvió a reír, concediéndome el punto.

—¿Qué otras bandas van, además de SC y nosotros?

—Agarrate. Maná, Luis Fonsi y Molotov en español. Y los Foo, los Strokes y Thirty Seconds to Mars en inglés.

Me retrepé en el asiento. —¡Jodeme! ¿Y nosotros?

Asintió con sonrisa de agente satisfecho. —Y eso es muchas bandas. Va a durar todo el día. La idea es que ustedes sean la bisagra entre el bloque en español y el bloque en inglés.

—¿Prueba de sonido uno o dos días antes?

—El día anterior. Y después, dos semanitas de vacaciones.

—Hum, suena a que el Gran Jefe nos va a exprimir duro a la vuelta.

—Todavía pretende recuperar su inversión.

—¿Cree en los Reyes Magos también?

—Qué hacerle.

De pronto mi cerebro se acordó de atar cabos.

—¿Fue por eso que acortaste la gira por el interior? —pregunté.

Mariano asintió sonriendo. —El país no se va a ningún lado. Ya retomaremos la vuelta más adelante.

—O sea que las vacaciones, en realidad, son dos semanas que vos necesitás para planear nuestras próximas fechas.

Me lanzó una miradita de costado que me hizo retrepar en el asiento.

—¿Qué estás cocinando, Ibáñez?

—Cuando me llamás por mi apellido, sé que estoy en problemas —dijo riendo por lo bajo—. Estoy esperando que me contesten de un par de lugares.

—¿Lugares? —repetí, inclinándome hacia él.

—Brasil y Chile. —Me eché hacia atrás boquiabierta—. Pero si les decís una sola palabra a los chicos, te mato.


Los días pasaron rápido.

Hablar de nuevo con vos había sido tan fuerte que no alcancé a ponerme nerviosa esperando el jueves: todavía estaba tratando de recuperarme del lunes.

Objetivamente sólo habíamos charlado un rato, y de nada importante, así que no significaba demasiado. Por dentro, sin embargo, era enorme. Haber sido capaz de llamarte, conversar ese rato... Sí, porque México y mi ataque de llanto y Ray. Aun así. Era como si me hubiera sacado un peso agobiante de encima.

Muy pronto volverían las dudas, la ansiedad, las necesidades. Por ahora, sólo quería que siguiéramos en contacto hasta que nos encontráramos en el Festival. Y luego... Bien, ya vería cómo suicidarme, llegado el caso. De momento te mostrabas contento de volver a hablar, y dispuesto a que nos llamáramos una o dos veces por semana, como yo solía hacer con Ray. Suficiente.

Por supuesto que mi cabeza ya había dibujado mi final feliz al detalle, que comenzaría al reencontrarnos dentro de veinte días.

Pero conozco a mi cabeza de toda la vida y ya sé dejarla correr sin seguirla.

Los sueños, las ilusiones estaban ahí y era obvio, porque te amaba, y era lógico que quisiera volver a estar con vos. Y más. Esta vez quería ser capaz de conquistarte. Quería lograr que sintieras por mí bastante más que el cariño siempre dulce, y siempre distante, que evidentemente todavía me profesabas.

Ya te había tenido a medias, ya te había perdido y había sobrevivido. Así que me sentía lo bastante atrevida para apostar más fuerte, aun arriesgándome a una catástrofe.

De momento, aplicaba la política Jack el Destripador: vamos por partes. Primero tenía que llegar a México.

Así llegué al jueves a la noche, a volver del ensayo y cenar con Nahuel, al momento de llamarte.

Le robé la tablet a mi hijo porque no quería verte todo chiquito en mi teléfono, pero no tenía ganas de estar clavada frente a la computadora. Me tiré en la cama. Atendiste de inmediato y te encontré recostado en tu cama leyendo. Daba la impresión de que estabas ahí al lado mío, que con sólo estirar la mano podría tomar la tuya. Reencontrar esos paralelismos me emocionaba.

A Un Lado - AOL#3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora