11. El Intruso

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La vio, la escuchó, la sintió.

Era fuego y era frío. Era furia y era plenitud. Era la música que él conocía de memoria y las palabras que no comprendía. Que no precisaba comprender, porque aunque no hubiera sabido la letra en inglés, su voz vibrante en su propio idioma bastaba para estremecerlo. Iba y venía, su camiseta negra de Slot Coin con la bandera argentina, sus tenis gastados, sus jeans cortados en las rodillas. Una intensidad desconocida, nueva, vibrando en su voz firme. Sus ojos casi líquidos en la luz rutilante del escenario, que no permitía sombras en su expresión endurecida, rabiosa.

Stu la contemplaba atónito, sus ojos de sueño incapaces de apartarse de ella, su aliento de sueño suspendido, su piel de sueño erizada mientras intentaba no retroceder ante aquella avalancha de emoción y energía.

Terminó End y la gente gritó y aplaudió. C saludó y habló un poco, con esa soltura suya que se afianzaba cuanta más gente la escuchaba. La banda largó con Heart y ella retrocedió, como hacía siempre que no estaba cantando, para apresurarse hacia el costado del escenario. Hacia él. En dos pasos estuvo a su lado y aceptó la botella grande de agua que le tendía su hijo. Ella se frotó el pecho mirando más allá de Stu, y sus oídos de sueño entendieron las dos palabras que ella susurró antes de correr de regreso a su micrófono.

—¿Para qué?

Fue como si lo hubiera empujado fuera del sueño. Todo se confundió y se oscureció mientras Stu luchaba por abrir los ojos. Y cuando lo hizo, se sorprendió de escucharla cantar a lo lejos. Entonces registró los pasitos menudos que corrían escaleras arriba y por el corredor hasta irrumpir en su habitación.

"¡Despierta, papi! ¡Tío Ray encontró a C cantando en TV!" exclamó Melody agitada, y se fue corriendo como llegara.

Así que la música no era parte del sueño. Estaba despierto, en su cama, y la estaban viendo tocar en la sala de su propia casa. Su imaginación simplemente había completado las imágenes para acompañar el sonido. Tal como esa mañana, cuando la oyera en sueños hablar con sus hijas por Skype.

Se levantó con tanta prisa que se mareó, y se le enredó un pie en las sábanas usadas, como si quisieran retenerlo. Las apartó de un puntapié y se apresuró escaleras abajo. Más tarde le contarían que Nahuel les había enviado el enlace al stream del sitio oficial del festival, y Finnegan había conectado la laptop de Elizabeth al televisor grande en la sala.

Melody salió a su encuentro y jaló de él para llevarlo a sentarse en el sofá, de nuevo entre ella y su hermana. La transmisión no era de mucha calidad, pero era suficiente para apreciar el gran escenario y la multitud en el campo, que no dejaba de crecer y apretarse.

Sólo entonces Stu advirtió el incremento de población en su casa y volteó hacia su izquierda.

"Hola, Stu," le sonrió O'Rilley, y señaló el televisor. "Tenían razón, son buenos."

"¡Por supuesto que son buenos!" replicó Finnegan ofendido. "Y ahora cállense."

Para evitar nuevos regaños, Stu se limitó a alzar las cejas interrogante cuando vio venir a Norton de la cocina con un six-pack.

"Hola, Stu," saludó el baterista. "Ray nos llamó, y como estábamos en la zona..."

"¡Shhh!" gruñeron Finnegan, O'Rilley y las niñas, todos inclinados hacia adelante para el principio de Again.

Ashley llegó a todo correr desde la cocina, secándose las manos con un repasador, a sentarse en la alfombra frente al televisor con su marido.

¿Para qué? Sus oídos de sueño recordaron las palabras con las que C lo apartara sin la menor consideración.

Y ahí estaba, con sus amigos y sus hijas, viéndola actuar sobre ese escenario que parecía hecho a medida para ella, todos disfrutando el show y él sintiéndose un intruso indeseable. Al otro lado del mundo y en su propia sala, todos la coreaban y la aplaudían. Y desde tan lejos ella cantaba para todos. Menos para él.

"Tú amas lo que no puedes tener," había dicho Ray.

Seguramente tenía razón.

A Un Lado - AOL#3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora