Capítulo 3

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Perdón por el lenguaje empleado. Puede ser muy coloquial o burdo.

¡Gracias por seguir ahí!

😘😘😘😘

La idea de ser padre le sentó como si le hubiera sacado todo el aire que respiraba. No sabía qué pensar. Se sentó con las piernas en gelatina, aún con el "golpe" que le había dado su adorable esposa.

- ¿Cómo no lo había pensado?

No habían tomado la protección necesaria para prevenir el futuro y posible bebé. Se llevó las manos a la cabeza. El alcohol y lo que no era alcohol les habían llevado a esa situación que se podía empeorar con la llegada de un nuevo miembro a la familia. Por si no fuera poco, sus padres, lord y lady Wade, no tolerarían un divorcio habiendo un nieto de por medio. Aunque había hombres con menos escrúpulos que no le importaban pedir el divorcio y alejar el hijo de su madre. Él no era así; aunque creyera que Sasha no se merecía ni siquiera una pizca de su consideración. Movió la cabeza de un lado para otro. Aún no se sabía si era certero. Era una posibilidad entre otras. Alzó la cabeza y su mirada se enfocó en la puerta por donde se había su mujer.

La mujer que le había cortado su libertad.

***

- Buenos días, querido.

La voz de Sasha lo envolvió, y se preguntó si no tendría una pesadilla. Cuando abrió los ojos a regañadientes, se lamentó para sí mismo y gruñó. No era una pesadilla; era la realidad. Se quiso tapar con la almohada hasta que se dio cuenta lo infantil que era el gesto en sí.

- ¿Quieres castigarme por algo que aún no sé lo que he hecho para merecerme este martirio?

Frunció el ceño cuando vio que encima de la ropa de cama una bandeja de comida: un tarrito de mantequilla, zumo de naranja, rebanadas de pan tostadas, queso, y un poco de fruta. Dio las gracias mentalmente que no hubiera gachas. Era un detalle a tener en cuenta, pero no todavía. Enarcó una de sus cejas mientras intentaba buscar una postura cómoda, cobijando los cojines en su espalda.

- No lo sé - se encogió de hombros y lo miró por encima de su taza de té -. Les he pedido que trajeran el desayuno.

- ¿Quieres que te lo agradezca?

Su tono de voz, arisco, provocó que la joven hiciera una mueca y se levantara. Dejó la taza en la mesita.

- No, no. Quería con esta ofrenda empezáramos una tregua para nuestra salud mental.

- ¿Te preocupa nuestra salud? ¿No la tuya?

Sasha, que había considerado que esa mañana empezar desde cero, trayéndole el desayuno cosa que ella había ayudado a la cocinera a hacer, a pesar del recelo de esta porque no quería que nadie entrara en la cocina.

¿Así se lo agradecía?

Lo observó magnífico en su cama como si fuera un rey en su trono y obvió lo guapo que era, lo guapo y atractivo. Se entrelazó las manos, negándose a sí misma a tocar.

- Piensas lo que quieras - agarrándose a duras penas al orgullo.

-¿No me querrás envenenar? - acercando el vaso de café a su nariz.

No lo pudo evitar, se acercó y le arrebató el café. Reunió toda la fuerza del mundo entero para no echárselo en su hermosa cara, que sonreía como un niño inocente. Ella sonrió a su vez y se bebió el café. Menos mal que no estaba caliente. Odiaba el sabor amargo, pero como quería darle una pequeña lección, se lo bebió.

- Listo. ¿Satisfecho? - le devolvió el vaso -. Lástima que me lo haya bebido todo y no me he muerto.

Vicent encontró cero gracia quedarse sin su café. No le dio la satisfacción que lo supiera, así que lo dejó en el plato y tomó una tostada. Alzó sus ojos sobre ella, que lo estaba ignorando deliberadamente. Se había ido a la ventana. Lo que le permitió a él de observarla. Al igual que la noche anterior cuando la descubrió en su despacho, su cuerpo reaccionó como si tuviera vida propia. Ajeno a él. Como un fogonazo. Sin querer, tosió, yéndose el trozo de pan por el gaznate. Sasha corrió hacia él, asustada y empezó a golpearle la espalda. Sentir sus manos, empeoró más la reacción de su cuerpo.

- Para, Sasha - dijo con la voz ronca.

- ¡Te estás ahogando!

- ¡Estoy bien! - le gruñó y cogió sus muñecas -. Llévate la bandeja, por favor. Ha sido un gran error.

La soltó, tosiendo un poco menos y ella le ofreció su taza de té, que aún quedaba un poco de líquido. ¿Pero él se lo agradeció? No, tenía demasiado orgullo. Ella, también. Se llevó la bandeja sin decir palabra, sintiendo la rabia encenderla. Su ofrenda de paz se había ido a la basura. La próxima vez que tuviera la genialísima idea de agradarle, se quedaría quieta.

Me casaré con usted © #1 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora