Capítulo 16 (mini)

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Al regreso de su dormitorio, casi adormilado porque no había pegado ojo en el sofá, había dado con la conclusión de que no había sido confortable, ni cómodo dormirse allí. Ni siquiera hubiera servido para una apacible siesta. Pero para ser sincero, no era la falta de comodidad del dicho mueble lo que había  dificultado su sueño, sino porque el aroma de su mujer, el recuerdo de sus labios, su textura, su sabor persistían en él, incluso en su duermevela, atormentándolo y recordándole de que había jugado demasiado. Casi quemado. Ahí estaba, sin mucha paciencia de afrontar un nuevo día.

Empujó el picaporte y accedió a su interior, iba a coger la campanilla para que lo asistiera. Necesitaba, también, un baño. Se masajeó los ojos, quitándose la pesadez de sus párpados. Cuando algo atrajo su atención, despertándolo por la completa extrañeza. Se acercó porque no creía que su juicio fuera el más acertado, y después de que estuviera "cansado".

¿Se había llegado a dormir en su cama?

No se enfadó, ni se molestó. Es más, una sensación como una brisa cálida lo azotó mientras continuaba mirándola. Se olvidó de lo que iba a hacer. Creyendo de que estaría incómoda al despertar en su cama porque lo más seguro de que no pudo luchar contra el sueño y se había quedado ahí. Conteniendo un suspiro, se aproximó hacia la orilla de la cama y con cuidado, la levantó en sus brazos. Su perfume natural lo azotó y lo embriagó. Respiró hondo e hizo un gran esfuerzo para no despertarla. Caminó con el cuerpo tenso, teniéndola cerca sin poder hacer nada. 

Sin poder creer en su suerte, notó que se despertaba. Se preparó para las bonitas palabras que le dedicaría en una buena mañana. Pero no llegaron dichas palabras. Sino que percibió su nariz acariciándolo. Se detuvo, paralizado. La miró, intentando que sus ojos no mostraran más allá de su sorpresa.

— ¿Sasha?

 — Como me gustaría que no te enfadaras — le respondió con esa voz melosa, que fue como un guante de terciopelo en su nuca, que lo recorrió por su columna —, ni que te fueras casi siempre.

Sus palabras lo atraparon como abeja en la miel.

— ¿No quieres que me vaya?

— No.

Con esa respuesta que quedó en el aire, inspiró hondo.

— No me iré.

— Gracias — fue en ese instante que ella cerró los ojos, quedándose plácidamente dormida en sus brazos.

Le dio un beso en sus cabellos, y le sonrió de manera tierna, que no tenía nada que ver con las anteriores esbozadas, mientras la llevaba a sus aposentos.


Me casaré con usted © #1 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora