Capítulo 21

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¡SORPRESA!


 Vicent no había cenado con su esposa porque se puso al día con el tema de la casa, los terrenos y los gastos. Además, el mayordomo le avisó que lady Wade había tomado la decisión de cenar en su dormitorio, como iba haciendo unos meses atrás desde prácticamente que se casaron. Un hecho de que él era enteramente culpable.

Se preguntó, si los propios sirvientes tenían conocimiento de su nula relación. No era que le importaba; pero al menos, quería que tuviera cierta intimidad para ellos. Siendo consecuente, no tendría que ser tan melindroso.

Tampoco, cenó después de darse un baño que no fue nada caliente. Necesitaba enfriarse. Hubiera solicitado los servicios del mayordomo o el de una ayuda de cámara, pero no quería que lo asistieran. No lo había hecho desde que era adolescente, ¿lo iba a hacer ahora? Se puso un pantalón de pijama y la bata. Una vez listo, fue a ver cómo estaba su esposa. Si se había instalado bien.

Tocó en la puerta que creyó que pertenecía el dormitorio de su mujer. Acertó, pero nadie le respondió desde adentro. Preocupado, abrió la puerta. El silencio reinaba en la habitación porque la dueña de ella se había dormido.

Se acercó, comprobando si la estancia estaba caldeada, no fría. No lo estaba. Se calentó un poco las manos y echó un vistazo por encima de su hombro. Continuaba durmiendo, sin despertarse, tal como había hecho en el carruaje.

Una sonrisa se dibujó lentamente en sus labios al recordarlo. Como no quería tentar la suerte, ya que le había tentado, solamente se aproximó a las orillas de la cama, no para meterse y abrazarla como le gritaba el cuerpo. No. Sino que se quedó mirando su sueño apacible y acobijó mejor las mantas.

— ¿Vicent?

Su corazón saltó al oírla. Alzó sus ojos sobre ella, esta pestañeó de forma fugaz para luego cerrar los ojos. Estaba demasiado cansada para mantenerse despierta.

— Soy yo — Sasha no se movió esa vez; ni dijo nada.

El esposo de la dama se apartó antes de que su propia cordura se fuera al garete.

— ¡Qué duermas con los angelitos! - le deseó en un susurro.

Ojalá hiciera lo mismo.

***

Atraída por unas risas y exclamaciones infantiles, se acercó al jardín, donde fue sorprendida una vez más por su marido. Se había enterado por la ama de llaves, la buena amistad que gozaba su marido con el administrador de la propiedad. Este era padre de dos niños de 8 y 10 años, que habían ido con él para disfrutar del día. Mientras que el señor Johnson estaba en su despacho, los niños estaban jugando con su esposo. Este no parecía mostrarse preocupado por los asuntos de sus bienes. Sino, realmente, estaba encantado de ser un niño otra vez. A ella le encantaba verlo así, aunque dicho hecho se lo iba a guardar como secreto para sí misma.

Parecía que estaba el partido muy reñido. Los dos pequeñajos se distrajeron con su llegada, y Vicent se dio cuenta de su presencia. La saludó y ella, tímida, le respondió al saludo, pillada en su travesura. No se fue; permaneció en su privilegiada posición. Por nada del mundo iba a irse. 

— ¡Hemos ganado! — exclamaron con la alegría pintada en sus rostros.

Tuvieron la deportividad de ir hacia el perdedor y abrazarlo.

¡Eran unas ricuras! El señor Johnson tendría que estar orgulloso de ellos.

— ¿Cuál es el merecido premio? — preguntó Sasha que había estado observándolos.

— Una prenda de una hermosa dama — no le cuestionó si era verdad. Siguiéndoles el juego, se quitó el pañuelo del cuello y se lo tendió a ellos, que lo izaron como una merecedísima bandera.

— ¡Lo tenemos! — vitorearon y se pusieron a decir a los cuatros vientos que había machacado al señor.

¡Adiós, deportividad! Escondió una sonrisa tras la mano. Vicent, movió la cabeza de un lado para otro, metiéndose de lleno en el papel de melodramático. Se acercó a su esposa, que lo miraba con evidente regocijo. Ladeó una media sonrisa y no tuvo vergüenza en pedirle:

— Creo que me merezco también, un premio, aunque sea de consolación.

— ¡Qué descarado de su parte, reclamar un premio cuando ha sido el perdedor! — no tuvo reparo en pincharle un poquito en su ego.

— Por favor, no pido más que un poco de aliento para una posible revancha.

Se cruzó de brazos, obstinada en su posición.

— Haberse esforzado más.

Pero decidió no torturarlo más, cogió una de sus manos masculinas y la posó sobre su estómago. Él abrió los ojos como platos cuando sintió una patadita.

— ¿Qué le parece?

El hombre se quedó sin palabras, maravillado por sentir su hijo, puso la otra mano. Era inexplicable y mágico. Dulcemente especial.

— Sin duda, el mejor premio que podía recibir — le dio un beso en su frente.

Respiraron con calma mientras una sensación de paz los envolvía. No se apartaron de inmediato, sino que todavía estaba asimilando estar cerca el uno del otro sin discutir, sin tirarse los platos. Una agradable brisa los acarició.

— No iba a privarle de esto — refriéndose al crecimiento de su bebé.

No se alejaron aún.

— Gracias — fue sincero.

Asintió; aunque quiso decirle algo, prefirió callar. Vicent, sabiendo que estaba aprovechándose de más, se apartó. Conforme transcurría el tiempo, le costaba alejarse de ella cuando todo su cuerpo le reclamaba más cercanía, más contacto... más. ¡Dios, la quería besar hasta tragar sus suspiros!

— Nos vemos después — añadió con la voz ronca, muestra de estar afectado, antes de marcharse, antes de caer en la tentación de olvidarse de que era un caballero.

Sasha lo miró irse, frustrada consigo misma.

— Ojalá la paciencia no fuera una condenada virtud— se dijo, suspirando y alzando la vista al cielo.  

Me casaré con usted © #1 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now