Capítulo 10 (segunda parte)

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Como supuso, la visita de su suegro no le sentó bien precisamente a su esposo, que al verle se le cambió la expresión y tomó una postura a la defensiva. Cerró la puerta tras la salida del mayordomo que trajo una bebida para su señor padre, que estaba muy cómodamente sentado mientras le estaba esperando.

- ¿A qué tengo el honor de recibirle?

- Menos sarcasmo, y más seriedad - apretó las manos en sus caderas al oírle, en sus encuentros, no paraba en corregirlo, aquella no era la excepción -. No he venido por gusto.

- Como siempre hace.

La mirada que le echó, le señaló que no se pasara. Contuvo un resoplido y se sentó, colocándose bien el bajo de la chaqueta. Se enfrentó a él.

- Creo recordar que soy mayor de edad para que usted todavía me regañe. No me equivocaré si pienso que esta visita es para darme otra lección moral de muchas que me ha dado.

- Tus últimas acciones no muestran dicha madurez - Vicent no le gustó aquello, ni el cariz que estaba tomando la conversación -. Tu pobre madre ha sufrido un vahído al enterarse de tu desliz con la cantante. Por si no fuera poco, el tema ha sido la comidilla de todos los salones de té, dejando a tu esposa a la altura del betún, ya que no se ha parado de decir las cualidades de la mujer con las cuales has sido atraído a su lecho, abandonando el de tu mujer al poco tiempo de casarte.

No obstante había sido consciente de lo que hacía, y se había arrepentido, no era lo suficiente para evitar que se avergonzara de nuevo. Era como si le hubiera pillado en una travesura y se merecía un castigo. Apartó los ojos y miró sus manos entrelazadas.

- He terminado con la relación.

- ¿La has terminado o la has pausado?

- ¿Podría confiar en mi palabra? - preguntó exasperado.

Su padre levantó una de sus cejas y le alzó un dedo.

- Tu palabra ha sido siempre un disgusto para mí. No has parado desde que llevas calzones en contradecirme. Solo quiero que respetes a tu esposa. Aunque quería que mi nuera fuera su hermana, ha demostrado que tiene más honradez que muchas que conozco, y un saber estar que más de una envidiaría, a pesar de sus orígenes humildes.

- ¿Te lo ha pedido? - no supo por qué, pero se le creó un nudo en la garganta.

- No, ni siquiera tiene esa maldad de ponerte bajo los cascos de los caballos. Tiene mucho orgullo y creo que ha tragado bastante por tu ofensa en público - se puso en pie, dando por finalizada su visita -. Si verdaderamente has terminado con esa mujer, no vuelvas a recaer.

- Lo tendré en cuenta - replicó sin ningún atisbo de burla o sarcasmo.

Lord Wade le palmeó la espalda como gesto de despedida.

- Eso espero. Nunca queremos tu desdicha, hijo, aunque pienses lo contrario.

Se mordió los labios para decirle que no era del todo cierto. Lo observó marcharse de la estancia sin volverse hacia atrás, con pasos seguros que denotaban su seguridad y confianza en uno mismo. Endureció la mandíbula. Él que le había educado y manejado los hilos de su vida hasta el último momento, y que seguía haciéndolo, como había presenciado en ese misma tarde.

Aun así, no podía negarle la razón en cuanto a su esposa. Aunque en un principio tuvo muchas razones, ahora... no había ninguna que pudiera defender su comportamiento. Había sido un miserable. Daba igual si no había estado conforme con ese matrimonio, si no hubiera querido casarse, había hecho daño a su esposa sin que ella se quejara continuamente de ello.

Aunque no quería reconocerlo, tenía que quitarse el sombrero ante ella.







Me casaré con usted © #1 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora