Capítulo 15

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¡Sorpresa!

Con este capítulo me despido hasta el siguiente finde.

Hay escenas de contenido adulto💣💣💣💥

Se estaba secando la cara con una toalla cuando entró en su alcoba sin su autorización.

Había supuesto de que estaba dormido, y se encontraba con la escena de que que estaba totalmente lúcido y de pie. Aunque su aspecto parecía denotar cansancio. Se sobrepuso de la sorpresa, y al recordar su sueño y lo que había experimentado después, la sangre se le encendió, pero por el enfado y la frustración. No por la excitación de verlo.

¿Había sido un sueño todo?

No se dignó a mirarla, sino que se dio la vuelta y dejó la toalla junto con la jofaina, tomándose su tiempo, ya que parecía estar tranquilo ante su presencia.

Lo que le puso de mal humor.

- ¿Se puede saber con qué motivo me ha atado en mi propia cama?

Le señaló la prueba del delito, que él miró con absoluta indiferencia. Se cruzó de brazos, tensando la camisa sobre sus músculos.

- El mismo diría con el que aceptó sin remordimiento tal despropósito.

Sasha entrecerró la mirada. ¿Celoso? Seguro que se lo estaba imaginando. Él nunca lo estaría. Incluso, cuando la otra vez la pilló en la casa de los Giles, a la espera del encuentro con lord Porte. Al igual que esa vez, lo más probable era que sintiera el orgullo herido por haber aceptado un regalo que no era de él, públicamente.

¡Se lo tenía merecido!

Aun así, todavía no era suficiente.Para provocarle hasta lo indecible, se rio, cruzándose de brazos también, atrayendo la mirada hambrienta del hombre hacia su figura.

No se percató de que estaba fijándose en las curvas de su cuerpo. Teniendo la suerte a su lado, el camisón que llevaba puesto era lo suficiente holgado que cubría la pequeña redondez de su estómago. Lo que no sospechó de su embarazo. Por otra parte, la prenda no tapaba mucho la zona de su cuello, ni gran parte de sus senos. Estaba tan airada por su culpa que no se preocupó por su descuido, ni sintió pudor.

- Vamos Vicent, ¿no me digas que te sientes ofendido porque lo haya aceptado? - moduló la voz para que sonara infantil y casquicavana -. Si ha sido atento conmigo y amable al regalármelo. ¿Qué podía hacer? ¿Rechazarlo?

Sabía que estaba jugando con fuego. No le importaba, porque para él no era más que un trapo que debería estar lejos de su persona. ¿No era así cuando le anunció su intención de divorciarse de ella? ¿No se lo demostró cuando se fue con la cantante, humillándola y dejándola de lado, sola?

- Sí, hubiera sido mejor que lo rechazara porque - se acercó sin mediar la consecuencia y el grado de intimidad que había entre los dos - ahora se comporta como un pavo real que se pavonea por el simple hecho de que usted lo aceptara. Se cree el dueño de su afecto.

¿Ella le había prestado atención? Apretó la mandíbula cuando la vio, admirar de forma ensoñadora el pañuelo.

Enfadado, enardecido e insatisfecho, le arrebató el dichoso pañuelo.

- Mírame - fustigado por su indiferencia, fustigado porque aún notaba el sabor prohibido en su paladar, le cogió de la barbilla, alzando su rostro hacia él.

Sus miradas chocaron y el aire crepitó entre ellos.

- ¿Por qué lo tendría que hacer?

- Porque soy tu marido.

- Ay, Vicent. ¿Cuándo te vas a dar cuenta de que hay otros hombres que serían mejor marido que tú, más cariñosos y respetuosos con su mujer? - no hizo falta que lo abofeteara porque lo hizo con sus palabras -. Dime otra razón para mirarte y no desear a otro.

Sabía que debería callar, no llevarlo a un lugar del que no había retorno. Pero no hablaba ella, sino el resquemor que tenía por su humillación.

- ¿Deseas a otro?

Su voz rasgada y áspera la sintió por todo el cuerpo. Como una caricia, un susurro del viento rodeándola.

- Sí - respondió sin vacilarle, sin apartar su mirada de él, que se había convertido en puro fuego y quemaba.

Queriendo hacerle daño, se encontró con la sorpresa de que él sonrió de medio lado y acortó la distancia. La atrajo hacia su cuerpo duro. Intentó mantener impasible, aunque por dentro, se sentía arder.

¡Maldito fuera!

- Si la toco, ¿desearía a otro? - sin haber tenido suficiente un rato atrás, alzó la mano y la posó sobre esa desnuda piel que lo estaba tentando desde mucho antes, antes de que entrara en sus aposentos. La bajó hasta rodear su seno henchido. Desnudo y caliente en su palma, sospesándolo.

Se le cortó la respiración y reunió toda la fuerza de su voluntad para no suplicarle. El dedo pulgar empezó a hacer de las suyas, tensando aún más su férreo control.

- Sí - sin romper aún el contacto de sus miradas.

- Entonces, querida, creo que no lo estoy haciendo nada bien.

Si no fuera porque estaba molesta, le hubiera quitado del error, pero no lo hizo y se mordió el labio. Por otra parte, un diablillo se había adueñado de ella, porque estaba disfrutando. Oh, Dios, sí que estaba disfrutando, estaba haciendo que se derritiera.

- Si la beso - sí, por favor - ¿seguiría deseando a otro?

Su respuesta la iba a condenar, que así fuera.

- Sí.

Se pasó la lengua por los labios masculinos y le dedicó otra sonrisa ladeada. Más perversa y traviesa que la anterior. Antes de que pestañease, la besó, pero no en sus labios que necesitaban de los suyos, sino en su pezón duro.

No lo pudo evitar, gimió en voz alta y se arqueó. Si no fuera porque la tenía sujeta con un brazo en su espalda, se habría caído. Lo siguió besando, torturando (volviéndola loca) y jugueteando con él hasta que explotó en mil esquirlas.

Creyendo que se había detenido, se equivocó porque capturó sus labios y la besó con ahínco sin dejarle sin aliento. Sin dejarle sin resuello. La besó hasta encontrar su lengua y bailar con ella. Pero de pronto paró, tan rápido como la había besado. Lo miró sin poderlo creer.

Él respiraba con esfuerzo. Como si hubiera corrido en vez de haberla besado.

Antes de preguntarle el porqué no continuaba. Le escuchó decir:

- ¡Qué lástima a quién no desea es a mí, querida!

Incrédula, lo observó alejarse de ella y dar un portazo, que seguro despertó a los sirvientes.

Temblorosa, fue con pasos lentos e inseguros hacia la cama de su marido, donde se sentó, aún con el deseo latiendo en su cuerpo.

Se tenía que haber callado. Lo tenia que haber hecho porque... ¡Oh! Había querido que le hiciera el amor.

Tonta y, mil veces, tonta.

Me casaré con usted © #1 Saga MatrimoniosKde žijí příběhy. Začni objevovat