Capítulo 28 (mini)

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Como bien sabéis las escenas íntimas no se me dan muy bien. Siempre lo repito para que luego no sea decepcionante. He intentado poner todo en el asador jajajaa. Es un intento. Os dejo con él. Es muy breve!!

Besitos y ánimo ❤

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Los besos de esa noche fueron el preludio de algo más, más profundo, más intenso, más allá del deseo carnal.  Fueron el inicio, el perdón y el amarse de nuevo sin guerras de por medio, sin las espaldas alzadas, que estaban ya caídas al suelo. También, los muros del pasado se derribaron como castillos de arenas a sus pies.

Se detuvo para tranquilizarse, para coger aire en sus pulmones. Respiró hondo y  la miró con el pecho casi explotándole. La mirada que le devolvió su mujer; su imagen en sus brazos, en esas que comenzaban a estar revueltas, lo encendió. Se inclinó hacia ella y  atrapó sus labios bajo los suyos, sintiéndolos, acariciándolos, engulléndolos como si fueran un manjar se tratara. 

Llamaradas de fuego se deslizaron en sus seres, extendiéndose.

 Sasha le respondió igual de intensidad que él, cogiéndole de sus cabellos, atrayéndole hacia ella, hacia su calidez que lo tenía envuelto y agarrado. No tenía queja; quería quemarse dentro de ella, bañarse en esas aguas cálidas.

Quería ser suyo, como nunca antes lo había sido.

Las caricias fueron más ansiosas, apremiantes conforme los segundos transcurrían, a punto de ser devorados. Las ropas dejaron de ser un obstáculo, desperdiciadas en la cama, olvidadas.

 Las pieles se tocaron, se abrazaron con las respiraciones jadeantes. La necesidad se agrandó, el hambre y las sensaciones se agudizaron, ardiendo más. No obstante, el hombre quiso jugar. Con esa sensual y juguetona determinación, las manos masculinas navegaron, buscaron, tocaron y apretaron. Su boca resiguió el camino tocado, acariciando, serpenteando, provocando en su esposa cosquillas deliciosas que la hicieron arquearse y apretarlo contra ella. 

En la habitación se llenó de suspiros y gemidos. 

No fue el único que jugó, devolviéndosela y enloqueciéndolo. Se cambiaron las tornas, ella subió a su cuerpo, dominándolo, siendo la que mandaba. No duró mucho cuando los dos estuvieron en igualdad de condiciones. Se volvieron a abrazar, sentándose encima del colchón, frente a frente, agarrándose, besándose con acelero, con desesperación. Asiándola por sus glúteos, la embistió, sintiendo casi el precipicio que los iba a hacer caer en un mar bravío. Antes de acontecer a los hechos, sus caderas chocaron, bailaron sin romper el contacto, sin romper el abrazo o la lucha de sus bocas hasta que en un último empuje alcanzaron la cima para caer libremente por el precipicio. 

Ni siquiera cuando llegó la calma a ellos, se dejaron de abrazar. 

Vicent acariciaba la espalda femenina mientras se deleitaba del momento, de estar con ella de nuevo. Porque aquella primera vez que se unieron con los efectos del alcohol, una parte de él, no la había olvidado. No lo había hecho. Un ramalazo de temor le invadió al pensar que podría haberla hecho daño. Ladeó el rostro y la miró arrobado, era un ángel hermoso, sonrojado y con los labios hinchados. 

Sus ojos se abrieron en un aleteo de pestañas. Brillantes y apacibles.

— ¿Bien?

Ella asintió, suspiró y cobijó su rostro en su hombro. 

— Más que bien— posando una mano sobre su pecho —. ¿Y tú?

— Más que bien. Mejor de lo que creía — repitiendo sus palabras, consiguiendo que ella le sonriera, hichándole el pecho de calidez. 

Respiraron profundamente, asimilando la sensación de paz. 

No deseaban más, sino estar así, juntos. 

Me casaré con usted © #1 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now