Capítulo 11

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Ni el ruido de la puerta abrirse y cerrarse, le hizo despegar la mirada del libro. Eso que había perdido interés hacía un rato cuando sus pensamientos regresaron hacia él. En esa mañana, que había disfrutado de un corto e intenso placer. Recordarlo, no le sentó bien, por una parte, porque estaba añorando sus caricias; por otra parte... le había dejado con la miel en los labios. Eso le escocía aún.

Tenía sentimientos, también, deseos. Era como si hubiera comido un trocito de una exquisita tarta de chocolate con algo de menta para que se lo hubiera quitado de golpe y porrazo.

Hablando de tarta, le entró ganas de comer unos bollitos rellenos de mantequilla y crema, y fue cuando oyó sus pasos acercándose en la biblioteca. Se puso cómoda y fingió que estaba continuando con la lectura. Notó que el tiempo se paralizaba mientras que intentaba respirar tranquila.

Vicent no pronunció palabra, ni siquiera carraspeó. Se dedicó a mirarla a su antojo. ¿Con qué intención? No lo sabía ni él, que sintió cierta tensión ahí abajo. Movió la cabeza, y aunque podía aparentar que le era indiferente, no lo era.

Sin conocer los pensamientos de su esposa, recordaba con bastante nitidez la escena de aquella mañana. Lo que estuvo a punto de suceder si la razón no le hubiera sacudido, recordándole que alguien del servicio podía haber entrado y pillarlos en media faena.

Tienes a una dama como esposa, deberías tratarla con el debido respeto y con el más suave trato, le dijo la voz del sentido común. Sin embargo, ahí parado, enfrente de ella, no se acordaba del por qué tendría que estar quieto.

Apretó los dientes y, aún con la "bofetada" moral por su padre recién dada, no se acercó con la bandera blanca. Aún no. Se sentó en el sofá que ella estaba sentada, a lado de sus pies enfundados por unas medias blancas. La tensión crudeció.

Ladeó la boca en una sonrisa cuando su esposa le negó más tiempo a mirarlos. Le había pillado. No por ello ocultó que estaba disfrutando mucho de su repentino pudor.

- Me puede decir qué desea e irse.

 A ti.

- Siento desilusionarla porque no me iré tan pronto. Quería extender mis piernas y... relajarme.

- Me imagino que la visita de su padre le ha dejado muy agotado.

Había un matiz de ironía.

- Sí, mucho - torció la boca y guardó una sonrisa al mirarla.

- Ya...  y ¿quiere que le ayude a estar más relajado?

-¿Podría hacerlo? - la desafió.

Se prendió de su mirada, de su boca. La garganta la sintió seca, como una lija. Ella acortó las distancias de sus caras sin romper el contacto de sus ojos. Las respiraciones se les aceleraron.

 En un solo parpadeo, lo notó y jadeó con su toque, su empuje suave del empeine contra la forma que se dibujaba en la tela del pantalón. Sus miradas no se apartaron, obsevando quién de ellos dos perdería antes la batalla.

Lo estaba matando, lentamente, en una candente y deliciosa agonía. ¿Cuándo el aprendiz se había convertido en maestro? Sin percatarse todavía en ello, él había perdido la batalla. Cerró los ojos y gimió.

- ¿Más?

Su voz en su oído, lo provocó en lo indecible. Y su mano cuando trepó por su torso, más todavía. Aumentó más el calor y la dulce agonía. Hasta... que ella lo rompió, alejándose como el humo en el aire.

- Pero qué...

Pestañeó y la vio ponerse en pie y calzarse los zapatos.

- ¿A dónde va?

- Tengo otras necesidades que ocuparme, querido. Como comprenderá, no quiero desatendarlas por las suyas.

- ¿No soy su esposo? - en cuanto formuló la pregunta, deseó no haberla hecho.

Era un idiota. Deslizó una mano por su cara, avergonzado. Fue en ese instante cuando lo comprendió. Se había querido vengar por lo que pasó en esta mañana.

- Bonita forma de recordármelo - le lanzó el libro que golpeó su torso y le hizo soltar el aire de los pulmones -. Cuando le conviene, se acuerda de que es mi esposo. Cuando no, se desfoga en otra parte.

- No quería decir eso...

Era demasiado tarde para retratarse.

- ¿Ah, no?

- He cortado cualquier relación con mi amante.

Sasha no se impresionó con el anuncio. Se encogió de hombros, desconcertándolo.

- ¿ Y quiere qué le dé un aplauso por su buena acción?

Frunció el ceño y se levantó igual que ella.

- No, no le pido nada - también, era orgulloso -. Quédese tranquila.

Sasha no entendió su marcha brusca.

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Como me gusta crear malos entendidos  🙈🙈🙈🙈

Hasta el próximo capítulo!!!

Me casaré con usted © #1 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now