¡¡¡Nuevo capítulo!!! Lo he escrito sobre la marcha y en la app del móvil. Espero que os guste ❤ Hasta el próximo finde 😘😘😘😘
Os iré leyendo 😄😘
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Aunque no se dirigieron la palabra durante el trayecto hacia las fueras de Londres, estuvieron pendientes el uno del otro, sutilmente para que no se percataran de ese hecho. La doncella de su esposa podía corroborarlo, que estaba en el medio de sus señores, intentando no fijarse demasiado. Estaba ahí, por petición de lady Wade, que había querido poner un muro, como si fuera eso posible porque lo sentía, percibía su presencia. No era para menos, estaba a unos centímetros de ella.
En algún momento, el traqueteo que no era tan brusco, llegó a mecerla y quedarse profundamente dormida. Ni siquiera el graznido de un pájaro la despertó.
Vicent, que había estado "leyendo" el periódico, notó la respiración suave de su mujer. La miró un largo rato antes de actuar. Pidió a la joven que le cambiara de sitio, en silencio. Pudieron hacerlo sin despertar a la durmiente. Wade, con cuidado, la atrajo a su pecho, acomodándola para no estuviera incómoda. Su corazón brincó cuando la vio pestañear sobre sus mejillas como el aleteo de una mariposa. Pero no se despertó, le acarició tiernamente sus guedejas rizadas que estaban posadas en su frente. Sin importarle que tenía testigos, depositó un dulce beso en ese trozo de piel, aprovechando como ladrón, respirar hondamente su aroma.
La echaba de menos.
Haría lo que estuviera en sus manos para recuperarla.
***
Lady Wade no sospechó que el haber estado tan cómoda como una niña, dormida, se debía a que su marido había sido una almohada para ella. Ni siquiera la extraña sombra que había en la chaqueta de su marido la hizo sospechar o preguntarse del por qué de esa dicha presencia en la tela, si no se habían detenido a comer en una posada. Hablando de comer. Tenía hambre.
— ¿Cuándo pararemos?
Vicent, que había tenido la mirada posada en la ventana del vehículo, al escucharla, la miró. Intentó respirar con normalidad al sentir sus ojos en ella, mientras que su corazón bailaba como un loco, contento por su atención.
¿Tan débil era?
Se mostró indiferente, e imitó su ejemplo, miró la ventana como si lo que ocurría a su alrededor era lo más interesante. El cielo se estaba tiñendo de colores intensos, colores entre el púrpura, el naranja y el rosa. Maravillosos colores de un atardecer. Solo había comido desde esa mañana.
— En unos minutos, entramos en la propiedad. Nos quedará un rato para llegar— en el asiento donde él estaba, había un lugar de que se podía levantar la tapa del respaldo y guardar cosas. Sacó una cesta como si se tratara de un mago sacando un conejo de una chistera —. Le he pedido a la cocinera que nos sirviera unos bollitos de crema. ¿Quieres?
— No está mal — lo cogió sin tocar directamente los dedos del hombre, aun así, por dentro, tembló.
Afortunadamente, fingió muy bien. No le agradeció el gesto, aun así, su estómago lo hizo. Le agradó el sabor dulce de la crema. Sin mediar palabra, su marido le tendió otro. Para que no comiera sola, hizo de anfitrión y le dio también a la otra joven, que fue más simpática en su respuesta. Él, a su vez, participó, comiendo tranquilamente.
— Cuando llegamos, podrás instalarte. Los sirvientes, el mayordomo y la ama de llaves están enterados de nuestra llegada.
Le respondió con un asentimiento de la cabeza, sin musitar ninguna palabra. Vicent, se regañó a sí mismo. Estaba siendo torpe y nada original. No creía que fuera suficiente que la estancia estuviera a la altura de las expectativas de ella. Por no decir, que estaba inseguro, una cosa que no era muy novedad. Intentó mantener una fachada de aparente calma, cuando en su interior, estaba hecho un manojo de nervios.
¿Él había estado nervioso?
No. Ahora más que nunca lo estaba. Cuando el cochero detuvo a los caballos; no hacía falta más señal para saber que el trayecto había terminado. Vicent las ayudó a bajar, alargando los segundos cuando le tocó el turno de su esposa. Los dos se quedaron mirando al estar muy cerca.
— ¡Bienvenidos, milord y milady! — el entusiasmado saludo les hicieron apartarse, aunque con pocas ganas —. Esperamos que vuestra estancia sea de lo más agradable.
— Gracias, Joseph. Os presento a mi esposa, lady Wade.
Empezó con los respectivos saludos y las felicitaciones atrasadas por la boda, y luego, por la buena esperanza que tenía.
— Como estamos todos, quería comunicaros, que cualquier duda, pregunta o sugerencia que tengáis, las podéis consultar tanto a mí como a mi esposa. Tiene la misma potestad que yo — Sasha se sorprendió ante tal consideración de su parte, pero supo fingirlo bien —, se merece el mismo trato. No obstante, no la agobiáis con tanto acelero o con temas nimios.
— No soy una muñeca de porcelana — replicó.
— Lo sé, querida — dejándola muda, la atrajo con cuidado hacia él, para darle un tierno beso en la mejilla. ¡Teniendo más de un par de ojos, observándolos! No lo pudo evitar, se ruborizó—. Lo sé. Cuidamela, por favor.
— Así, haremos milord — dijo la ama de llaves que se acercó a lady Wade —. Su habitación está lista. ¿Quiere un baño?
— Me encantaría...
La voz de Sasha fue desapareciendo conforme se estaba alejando.
— Señor, ¿usted desea también un baño?
— Sí, por favor — sin despegar la mirada de su esposa.
Rezó para que, poco a poco, las murallas que habían entre ellos, cayeran por su propio peso. Se pasó una mano por la cara, sabiendo que sería arduo y lento. Entró en la casa, con las claras ideas en su mente. En ese viaje no era del todo placentero. Tenía que dedicarse a los asuntos que había traído con él respecto a la empresa de su padre. Sí, había llevado el trabajo a casa. No se olvidaba tampoco de sus otras responsabilidades.
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Me casaré con usted © #1 Saga Matrimonios
Historical FictionUna nueva novela que será un borrador. Basada en la novela turca: Hülya, las llamas del deseo. Todos los derechos reservados a Aria Blanc.