Capítulo 13

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¡Hasta la próxima publicación! 😘😘😘😘

(Es mini)


Quería saber la verdad.

Quería saber si estaba ahí. 

Entró en la estancia con el silencio roto por el crepitar del hogar, que estaba encendido, para calentar el espacio que rodeaba las cuatros paredes. Sin embargo, no sintió ese calor en sus carnes. Mantuvo a raya el deseo de mirarla. No lo iba a hacer. Apretó la mano condolida en un puño, conteniendo en ese gesto las ganas de hacerlo, los nudillos volviéndose de color blanco. Aunque no echó un vistazo de donde estaba, era consciente de su presencia, acostada en la cama, ajena a su intrusión. Ni siquiera se despertó, lo cual agradeció para seguir con su propósito. No hizo falta buscar mucho porque estaba delante de sus ojos. 

Se acercó al tocador de madera caoba, un mueble que encargó traerlo su esposa. Encima de él, había varios botes de líquido ambarino, colocados en una bandeja de plata, que se imaginó que serían sus perfumes, un peine con alguna hebra dorada entres sus púas, deslizó sus dedos por cada objeto hasta detenerse en el que estaba buscando.

Antes de atraparlo, en su mente apareció la sonrisa petulante de cierto caballero que no titubeó en presumir el detalle que le había hecho para su esposa delante de él y de otros pares suyos en el club. Un claro insulto, una presunción de su parte y un claro triunfo para él. Inspiró hondo, intentando controlándose. Pero no lo hizo, tiró la caja con un manotazo, derribándolo hacia el suelo.

 No se despertó. Estaba profundamente dormida.

No la miró tampoco esa vez porque sus pensamientos se perdieron.

— ¿Cómo le ha sentado de que su mujer haya aceptado mi regalo públicamente?

Un tic palpitó en la sien del hombre cuando lo oyó y se dio la vuelta para enfrentarlo.

— ¿Cómo dice?— observó las caras serias de sus amigos, que no intervinieron, ni dudaron de las palabras del caballero. 

— Su esposa, lady Sasha, la vi en la tienda de Garbage. Estaba tan triste que decidí darle un presente para animarla. No se preocupe, es un delicado pañuelo que se puede poner cualquier día. No me ha supuesto un significante gasto porque ha merecido la pena. Por lo que me han dicho, se puso dichosa con él otro tic  nervioso en la sien —, cualquier hubiera pensado que usted, mi buen amigo, no la hace feliz como merece.

En un impulso, se acercó de forma amenazadora. Quería partirle la cara, si no fuera porque lord Silver lo agarró del brazo por precaución.  El muy ... seguía sonriendo. 

— Aléjese de mi esposa. 

Giró sobre sus propios pasos, liberándose de la sujeción que lo mantenía quieto.

— Si no quiero...

¡Pum!

Unos segundos después, lo vio en el suelo, mirándolo con un mal odio poco disimulado  desde su posición, en el suelo, y  la nariz sangrando. Al menos le había borrado su idiota sonrisa. Sus compinches lo levantaron del suelo y le tendieron un pañuelo. En cambio él, se arregló los puños, se quitó una pelusa invisible de su chaqueta  y se fue con la sangre enervada. Aunque sus amigos lo quisieron detener; los ignoró deliberadamente. 

 ¿Cómo se había atrevido? ¿Cómo ella pudo aceptarlo?

 Se puso de cuclillas y recogió el pañuelo que estaba tirado con la caja y la tapa volcadas. Lo deslizó entre sus dedos e hizo una pelota con él, arrugándolo sin consideración alguna. Se irguió y, fue cuando miró a su esposa, dormidita como un angelito. 

¿Con qué intención?

¿Con humillarlo por sus afrentas o porque tenía sentimientos hacia ese petulante hombre?

Al pensar esto último, sintió casi sin quedarse sin aire y sentir que la sangre se le enervaba más. Era como si alguien le hubiera echado aceite ardiendo. Y escocía.  Mucho. Cerró los ojos, notando la textura del pañuelo en su palma. Tan condenadamente suave. 

"Es un delicado pañuelo que se puede poner cualquier día".

No era un delicado pañuelo y dicha suavidad no le estaba maravillando, le estaba incomodando, molestando. La soltó con aparentemente indiferencia, cayéndose sin ningún ruido al suelo. Un minuto después, la metió dentro de la caja y colocó la tapa, volviéndola a poner en su sitio, en el tocador como si nada hubiera pasado.

 Sin embargo, había pasado, se dijo topándose con los ojos de su reflejo. No prestó atención a su intensa mirada, a su expresión indescifrable, a sus hombros tensos... sino a ella. A su esposa.


Me casaré con usted © #1 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora