Capítulo 29 (mini)

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No se lo podía creer, se dijo a sí misma, exaltada por la emoción.

Aun así las zonas enrojecidas y rosadas de su cuerpo se lo demostraban. También, las agujetas de sus músculos.

Una sonrisa bobalicona se expandió por sus labios cuando retazos de la noche de pasión que había vivido con él, la invadieron. No fue una vez, sino tres veces que jugatearon en esas sábanas, revueltas y perfumadas por el olor a sexo. Tres veces que le hicieron encoger los dedos; tres veces, perdiéndose en sus brazos.

Ninguna de esas veces se arrepintió de haberlo hecho.

Lamentablemente, la mañana había llegado y con ello, las obligaciones. Vicent, a regañadientes, tuvo que salir del lecho no sin antes de prometerle que sería suya de nuevo.

No lo evitó, y gimió para sus adentros, echándole de menos. Tuvo que ser fuerte, llamar a los sirvientes para que recogieran las sábanas y pusieran otras nuevas. Mientras ella disfrutaba de un buen y reparador baño. Aparte que necesitaba recuperar fuerzas.

Una vez limpia, salió de la bañera para secarse. Se colocó una bata. Fue en ese instante cuando la oyó. No hizo falta preguntar quién era porque era el llanto de su hija.

— Oh, mi niña. ¿Me has echado de menos? —la cogió cuando su suegra y ella aparecieron en el umbral.

— La pobre no ha aguantado más su hora de comida.

 —Ya mi cielo  —se acomodó con ella encima de la colcha, menos mal con la nueva ropa de cama —. Lo siento mucho.

— La culpa es mía, quería alargar más el tiempo, pero nada se puede hacer con el hambre. Veo que no está mi hijo.

— Ha ido a encargarse de los asuntos de la finca.

Besó la cabecita de su niña mientras esta tomaba el pecho ya más tranquila. No estaba enfadada, el berreo había desparecido por arte de magia. Era una ricura.

—  ¿Cómo ha ido la noche?

La tarea de ser madre no evitó que su suegra le preguntara. Ella se mordió el labio, tímida, y la miró.

— Puede decirse que hemos dado un paso.

— ¿Querrás decir uno grande? — se le notó una nota de interés en su pregunta.

— Creo que sí.

Blanche Wade que no perdía los papeles por nada, se levantó de un brinco y con un grito de júbilo.

— Te abrazaría ahora mismo, pero no creo que la pequeña querría que lo hiciera — como si supiera de que estaba hablando de ella, abrió los ojitos para luego cerrarlos.

— Pero aún me pregunto si será lo suficiente para que ame — porque no quería que solo le hiciera el amor, quería totalmente su entrega.

¿Estaría pidiendo demasiado? O, la cuestión sería si se estaría ilusionando demasiado y fuera un espejismo en realidad.

— Ay, querida los hombres son como niños — puso los ojos en blanco —. Se mueven por instintos. Aun así, te diré que ha sido un avance dado que mi hijo odia y le aterra dejar el control a otros de sus sentimientos. Un poco más de empujecito, lo tendrás.

— ¿Así de simple? — no pudo evitar que se le colara la incredulidad en su voz. Su suegra estaba confiando mucho en ella.

— Está arrepentido, se le nota. Nunca lo he visto así. No por el hecho de que nosotros estemos aquí, que le desespera, no me digas lo contrario, sabemos que sobramos. Aun así, se le ve con otros ojos cuando te mira.

— Oh — un rubor se tiñó de sus mejillas —. ¿De verdad?

— Créeme, de verdad. Podría presumir que el cambio se había producido desde antes. No te atosigo con mi cháchara. Querrás descansar.

— Pues no, me siento con inusitadas energías — Daphne hizo un ruido, indicándole que había acabado. La puso sobre su hombro y le palmeó suavemente la espalda para que erutara. 

La bebé erutó, ahora sí quedándose tan pancha. Depositó unos besos en su carita tan feliz, ella, dichosa de recibirlos. Tanto que abrió la boquita para dibujar una sonrisa, profundizando sus hoyuelitos y sus mofletes rechonchos.

— Entonces, aprovecha y sorpréndele. 

Así sin más, su hija fue cogida por su abuela, dándole entender de que tenía el camino libre. 


Me casaré con usted © #1 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now