Capítulo 27

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Como me gusta tensar la cuerda. Mucho. A todo esto, no sé si puse a Vicent como hijo único o no, luego lo entenderéis a leer una frase. Perdóname por mi memoria de pez.

Os dejo con el capítulo!!

Ánimo!

😘😘😘😘😘

A los pocos días, la casa se llenó de un nuevo bullicio, inesperado pero nada extraño, nada desconocido, porque los padres de lord Wade fueron a visitarlos para conocer a su nieta que aún no la habían visto. Pero no fue una visita breve como se imaginaron y se previeron en un principio, desorganizando completamente los deseos de su hijo, desbaratándole los planes. Desesperaron a este que vio su tiempo reducido con estar con su esposa e hija. No era para menos, los abuelos estaban encantados con su nieta. La adoraban y la mimaban demasiado. No debería ser tan egoísta, pero tenía cierta paciencia. Un hombre casado y, recientemente padre, quería disfrutar de esa felicidad.

Incluso, los muy oportunistas, aprovecharon para decirles en una ocasión que les podía dejar perfectamente a su nieta, a su cuidado mientras ellos podían dedicarlo a atender a los eventos sociales que había en esa pueblo de pocos habitantes. 

— ¿Cuándo os marcháis? — no pudo aguantarse en soltarles en una cena.

Sasha mantuvo la boquita cerrada. Mientras la suegra de ella, se rio.

— Oh, Vicent. ¿Quieres que nos vayamos? ¿No nos echaba de menos?

— Estaba perfectamente con mi esposa e hija antes que vinierais — en otras palabras, no.

— Pero no lo querrás todo para ti, chaval — su padre no era muy fino hablando —. Vosotros, no os preocupéis. Seguro que no habéis tenido tiempo para vosotros.

— No nos podemos quejar — aventuró a decir Sasha, pinchando con el tenedor un trozo de asado —. Vicent, míralo por el lado bueno, puedes ocuparte los asuntos de la fábrica.

— Le doy vacaciones — dijo lord Wade con una gran sonrisa al ocurrírsele esa gran idea —. Disfrutad de vuestro matrimonio. Un hijo cambia la vida completamente, antes que os deis cuenta, os estaréis preguntando cuál fue la última vez que intimaron.

No se supo quién se sonrojó más, si Vicent o Sasha. El primero no apartó la mirada de su progenitor. 

— Querido, les estamos avergonzando.

— No he dicho una cosa que no fuera mentira, mujer.

Vicent carraspeó y se rindió.

— Está bien, podéis quedaros el tiempo que queráis — notó la mano de su mujer en la suya, como muestra de apoyo.

Lamentó que fuera su contacto breve. Lo lamentó mucho, y tener público, más todavía.

— No os vais a arrepentir. Veréis que has tomado la mejor decisión.

Enarcó una ceja y cabeceó al observar las sonrisas de sus padres como si hubieran ganado. ¡Quiénes les entendían!

***

— Será pasajero. Ellos necesitan a su nieta — dijo Sasha cuando sacó la colcha de la cama y se metió en ella, después de cambiarse, claro está, en el vestidor porque su marido estaba presente en el dormitorio —. Es la primera para ellos. Además, les recordarán cuando os criaron a tu hermano y a ti. Hasta que tengan más, estarán como locos con ella. 

Se paralizó al darse cuenta de su desliz. ¿Había dicho de tener más? Su marido no se percató de de ese detalle. Su subconsciente le había traicionado. Estaba con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Mejor correr un tupido velo. 

— Vicent ... 

— Si, dime. Estaba intentando no pensar en sacar a mi padre a patadas.

— ¡Vicent! — se tapó la boca para no reírse —. Ha llegado hace unos días con tu madre y ya estás pensando en echarlo. Muy mal. 

— Desde hace una semana están aquí y ya me están colmando la paciencia. Mi madre lo apoya en sus fechorías. Se comportan peores que dos niños — resopló y la miró al percibir su sonrisa—. ¿Te hace gracia?

— Mucha — no lo pudo evitar, sonrió ampliamente.

— Oh, querida, no deberías hacerlo — se rio más cuando este la tumbó encima de las sábanas echadas a un lado —. Soy tu esposo y debes apoyarme, no reírse de mi pobre desgracia.

— No sea dramático — no lo tuteó. Puso los ojos en blanco y deslizó sus manos sobre sus brazos, cubiertos por la camisa de lino, hasta apoyarlas en sus hombros. 

Él siguió su caricia con los ojos y, otra vez, enarcó una ceja. 

— ¿Ah, no? ¿Qué te apuestas a que no tardarán en un segundo en aparecer? — se inclinó sobre ella, mirándola con intensidad —. ¿Qué te apuestas a que aparecerán, salvándote de que te bese? Porque no he dejado de pensarlo chiquita mía desde que me no pediste que te besara. Fue una mala decisión.

— Oh, no fue mala, Vicent.

Jadeó cuando él, en un ágil movimiento, pegó su cadera con la de ella, chocándose y rozándose como olas contra la orilla. No fue un gesto casual, inocente porque lo repitió, haciéndola jadear de nuevo y arder con su duro contacto.

— Estás a tiempo de cambiar de opinión — le susurró —. Pídemelo. 

— Convénceme — sus piernas rodearon su cintura, abrazándolo.

Cerró los ojos cuando sintió otro empuje de su pelvis  mientras que él despositaba besos ardientes en su cara y la sujetaba con una de sus manos. Una nueva espiral creció dentro de ella, encogiéndole las entrañas y palpitando ahí abajo. No se quedó quieta, lo apretó más. 

— Sasha...

Entreabrió los ojos para observarlo. 

Tenía los labios abiertos y el iris de sus ojos, dilatado. Notó sus dedos acariciando su boca, resiguiendo la comisura con sus yemas, calentando la piel que tocaba. Notó más cosas. Aunque sus labios no se llegaron a tocar, aumentaron las llamas con sus movimientos, con sus rozamientos. Sin imaginárselo siquiera, alcanzó la cúspide, haciéndola arrancar de su garganta, un grito de placer que él no calló. 

Tardó en recuperarse, cuando lo hizo, Vicent, estaba ahí, ardiendo por el deseo no consumado. Antes de preguntarle si lo ayudaba a... fue cuando la besó, la besó hasta tocarle el alma, abriendo completamente sus bocas, besándose como si fueran dos fugitivos antes de ser pillados, revivando el fuego que no se había apagado, que nunca lo había estado.

Me casaré con usted © #1 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora