Capítulo 19

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Lady Wade, la suegra de Sasha y madre de Vicent, al enterarse de la noticia de su nieto, quiso visitar a su nuera. Convenció a su marido de que no fuera con ella, debido que se enzarzaría una discusión con su hijo nada más verlo. Era un hecho que se cumpliría siempre.

Había tenido fe que hubiera cambiado; una, conociendo a su hijo desde que nació, no esperaría de la noche a la mañana, un milagro. No obstante, que su hijo se tragara el orgullo y le hubiera pedido a su padre un trabajo en la empresa fue una sorpresa para todos ellos, incluido su señor marido. Creyó que a partir de ese día, mejoraría la cosa. ¿Y mejoró?

Cabeceó y esperó que el cochero le abriera la puerta del carruaje, se bajó, acompañada por su doncella. Se colocó bien el sombrerito, que había pillado con un afiler en sus cabellos. Le gustaba ser coqueta. Subió los escalones del piso y tocó suavemente la puerta, esperando a que le abriera. Por lo que le había contado Leonard, solo vivía su hijo en ese edificio.

—  Buenos  días,  Watson. ¿Cómo se  presenta  el  día  de  hoy?

— No sé  qué  decirle  señora. No hay ningún cambio  notable.

— Ya  lo veo — su hijo  apareció, bajando las  escaleras, y en cuanto  la  vio,  la abrazó.

Ella  se  apartó  para  mirarlo  mejor.
Su  aspecto  distaba  el  de  estar  saludable  y  despreocupado.  Esbozó una  mueca. Quién dijera  que  su hijo no había  empezado cambiar, mentiría. En parte,  le  tenía  que  dar las  gracias  a  su nuera.

— ¿Y padre?  Me  extraña  que  no venga  contigo.
—  Le  he  pedido  que  no  lo  hiciera.  Te  hubiera  dado  un  sermón,  y  no  me  apetecía  añadirte  más problemas.

—  Gracias— dijo  con burlón;  la  miró y se  disculpó.

— Dale  tiempo.

—  ¿Cuánto  madre?  Lleva  un  mes sin  hablarme. Lo siento, no estoy durmiendo bien y Sasha... — los  hombros  de Vicent  se  hundieron —. Me  hubiera gustado  que  estuviera  bien,  para  irnos  de  aquí,  por  la  salud  de  ella  y  del  bebé.  Pero,  ella  no  da  muestra de  querer hacerlo. Soy un maleducado, ¿quieres  algo?

— Pide un té, voy a subir a verla.

— Gracias por venir.

— Lo hago por mi nieto, Vicent. No quiero que venga al mundo con una familia rota; no lo permitiré.

Aceptó su reproche porque se lo merecía. No era ingenuo, ni iba a tirar balones afuera. Fue hacia la cocina dando espacio a su madre para que fuera ver a su nuera, que se había cambiado de sitio. Estaba sentada en un sillón, abrigada con una bata y una manta en sus piernas. Si había visto a su hijo desmejorado; su nuera estaba peor. Estaba pálida, sus cabellos apagados y sus ojos, vacíos. Se acercó y cogió una silla para sentarse, pidió a Maribelle que saliera de la habitación.

— Sasha — musitó su nombre para ver si llamaba su atención, su voz llegó hasta ella y la miró.

No se lo pidió, pero la abrazó, intuyendo que necesitaría un abrazo suyo.

A Sasha y Tania, las conoció cuando eran unas niñas, cuando aún no habían entrado en la edad de la pubertad. Fue en ese momento que su marido hizo ese estúpido acuerdo porque se sentía culpable de haberle robado la novia a su amigo. ¡Idiota! Nadie robó a nadie. Ella lo escogió a él porque lo amaba. Sin embargo, Leonard se sentía demasiado culpable y le ofreció ese acuerdo, además, de una cuantiosa cantidad porque no quería que su futura nuera viviera en la indigencia. Christobal y Josephine, los padres de las niñas, eran dos señores de clase media, pero pobres. Vivían con pocas libras al año. En un principio, no aceptaron.

Eso era el pasado...

— No quería que me viera así — se lamentó Sasha, con el orgullo alzado — . ¿Se lo ha pedido él que venga?

— No, he venido porque quería. Sabe que la quiero como una hija, mi dulce y pequeña Sasha — desde que la conoció, tuvo ese sentimiento protector hacia su hermana y hacia ella, aunque tuvieron pocas ocasiones de verse —. No me llore, por favor.

— Estoy más sensible — sonrió entre lágrimas y cogió un pañuelo —. Parezco que estoy diluviando.

— Es lo normal del embarazo — le correspondió a la sonrisa con otra suya y un apretón de manos —. Es una revolución de sentimientos.

— Casi lo pierdo, madre. No me lo hubiera perdonado — confesó —. No me preocupé por él cuando discutía con su hijo. Luego, esa mujer… Me da vergüenza decirlo, pensará mal de mí.

— ¿Cómo voy a hacerlo? Mi hijo debería haber sido más cauto, más pendiente de su estado.

— Él no lo sabía — se mordió el labio, algo culpable de no haberle dicho su embarazo.

— ¿Y a él se le exime de cualquier responsabilidad? Tenía que haber tenido la bragueta cerrada en cuanto a esa mujer.

Notó que alguien entraba y era Vicent, que personalmente traía la bandeja con su té. Ella asintió, y se fijó que Sasha no había notado la presencia de él. Sarah, aprovechó para observarlos. Le dio pena que no se hablaran. Le dio cierta lástima la impotencia que brilló en la mirada de su hijo. Se marchó en silencio tal como vino.

— No lo exime — dijo Sasha —. ¿Sería tan malvada de querer que padezca el mismo sufrimiento que tengo yo?

— No. Puede hacerle sufrir un poquito. Aun así, creo que debería aceptar su propuesta e instalaros en una casita de campo. Un cambio de escenario os haría bien. Necesitáis estar solos, lejos del bullicio y de ex-amantes.

La joven embarazada se ruborizó.

— Si no nos matamos antes — al darse cuenta de que lo había dicho en voz alta, añadió —. Lo siento.

— No lo sienta — Blanche se rio ante la espontaneidad de la joven —. Conozco los antecedentes de vuestro matrimonio, querida. Conozco a mi hijo y a usted. No pasa nada si hay chispas, pero que esas chispas sean buenas.

— Aún no le he perdonado.

— No lo perdonará de inmediato. Tiene todo mi apoyo y el de mi marido. Si se pone cabezón, tiene dos opciones para que se arrodille, no dirigirle la palabra o…

— ¿O…? — intrigada con lo que le iba a decir.

Una  sonrisa  picarona  se  dibujó en los  labios  de  su suegra.

— O seducirlo,  querida — el  rubor  de  su  nuera  se  acentuó — .  Nosotras  tenemos  algo  que  ellos  ansían desesperadamente.  Tenemos  ese  poder  que  no  deberíamos  avergonzarnos.  Lástima  que  hemos  sido educadas  para  ser    esposas  sumisas,  sino  habríamos  cambiado  la  historia.  La  propia  naturaleza  es sabia;  hay que  saber aprovecharla. Bueno, con  tanta  cháchara, no he  bebido  mi  té.

— ¿Quiere  que  le  pida  otro?

— No, es  hora  de  irme. La  próxima  vez  que  la  visite,  espero  ver  a  mi  nieto  entre  mis  brazos.

Se levantó y  le  dio otro abrazo, que  animó más  a  Sasha.

— Gracias.

—No hay que  darlas. Piensa en lo que  le  he  dicho y  acepta  la  propuesta   de  Vicent.

Sasha  asintió,  agradecida  por  la  visita  de  Blanche  Wade.  Respiró  hondo  y…  reflexionó  sobre  ello.  Tenía razón,  era  mejor  marcharse  de  allí.  Los  recuerdos  la  azotaban  sin  compasión,  no  estaría  cómoda  en una  casa  donde  recibió  la  ex amante. Había otros recuerdos. Aun así, no obtendría  su perdón  tan pronto.

Si  se  ponía cabezón, tenía dos  opciones  para elegir, no dirigirle  la palabra o…

Seducirlo.

Me casaré con usted © #1 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now