Lady Wade, la suegra de Sasha y madre de Vicent, al enterarse de la noticia de su nieto, quiso visitar a su nuera. Convenció a su marido de que no fuera con ella, debido que se enzarzaría una discusión con su hijo nada más verlo. Era un hecho que se cumpliría siempre.
Había tenido fe que hubiera cambiado; una, conociendo a su hijo desde que nació, no esperaría de la noche a la mañana, un milagro. No obstante, que su hijo se tragara el orgullo y le hubiera pedido a su padre un trabajo en la empresa fue una sorpresa para todos ellos, incluido su señor marido. Creyó que a partir de ese día, mejoraría la cosa. ¿Y mejoró?
Cabeceó y esperó que el cochero le abriera la puerta del carruaje, se bajó, acompañada por su doncella. Se colocó bien el sombrerito, que había pillado con un afiler en sus cabellos. Le gustaba ser coqueta. Subió los escalones del piso y tocó suavemente la puerta, esperando a que le abriera. Por lo que le había contado Leonard, solo vivía su hijo en ese edificio.
— Buenos días, Watson. ¿Cómo se presenta el día de hoy?
— No sé qué decirle señora. No hay ningún cambio notable.
— Ya lo veo — su hijo apareció, bajando las escaleras, y en cuanto la vio, la abrazó.
Ella se apartó para mirarlo mejor.
Su aspecto distaba el de estar saludable y despreocupado. Esbozó una mueca. Quién dijera que su hijo no había empezado cambiar, mentiría. En parte, le tenía que dar las gracias a su nuera.— ¿Y padre? Me extraña que no venga contigo.
— Le he pedido que no lo hiciera. Te hubiera dado un sermón, y no me apetecía añadirte más problemas.— Gracias— dijo con burlón; la miró y se disculpó.
— Dale tiempo.
— ¿Cuánto madre? Lleva un mes sin hablarme. Lo siento, no estoy durmiendo bien y Sasha... — los hombros de Vicent se hundieron —. Me hubiera gustado que estuviera bien, para irnos de aquí, por la salud de ella y del bebé. Pero, ella no da muestra de querer hacerlo. Soy un maleducado, ¿quieres algo?
— Pide un té, voy a subir a verla.
— Gracias por venir.
— Lo hago por mi nieto, Vicent. No quiero que venga al mundo con una familia rota; no lo permitiré.
Aceptó su reproche porque se lo merecía. No era ingenuo, ni iba a tirar balones afuera. Fue hacia la cocina dando espacio a su madre para que fuera ver a su nuera, que se había cambiado de sitio. Estaba sentada en un sillón, abrigada con una bata y una manta en sus piernas. Si había visto a su hijo desmejorado; su nuera estaba peor. Estaba pálida, sus cabellos apagados y sus ojos, vacíos. Se acercó y cogió una silla para sentarse, pidió a Maribelle que saliera de la habitación.
— Sasha — musitó su nombre para ver si llamaba su atención, su voz llegó hasta ella y la miró.
No se lo pidió, pero la abrazó, intuyendo que necesitaría un abrazo suyo.
A Sasha y Tania, las conoció cuando eran unas niñas, cuando aún no habían entrado en la edad de la pubertad. Fue en ese momento que su marido hizo ese estúpido acuerdo porque se sentía culpable de haberle robado la novia a su amigo. ¡Idiota! Nadie robó a nadie. Ella lo escogió a él porque lo amaba. Sin embargo, Leonard se sentía demasiado culpable y le ofreció ese acuerdo, además, de una cuantiosa cantidad porque no quería que su futura nuera viviera en la indigencia. Christobal y Josephine, los padres de las niñas, eran dos señores de clase media, pero pobres. Vivían con pocas libras al año. En un principio, no aceptaron.
Eso era el pasado...
— No quería que me viera así — se lamentó Sasha, con el orgullo alzado — . ¿Se lo ha pedido él que venga?
— No, he venido porque quería. Sabe que la quiero como una hija, mi dulce y pequeña Sasha — desde que la conoció, tuvo ese sentimiento protector hacia su hermana y hacia ella, aunque tuvieron pocas ocasiones de verse —. No me llore, por favor.
— Estoy más sensible — sonrió entre lágrimas y cogió un pañuelo —. Parezco que estoy diluviando.
— Es lo normal del embarazo — le correspondió a la sonrisa con otra suya y un apretón de manos —. Es una revolución de sentimientos.
— Casi lo pierdo, madre. No me lo hubiera perdonado — confesó —. No me preocupé por él cuando discutía con su hijo. Luego, esa mujer… Me da vergüenza decirlo, pensará mal de mí.
— ¿Cómo voy a hacerlo? Mi hijo debería haber sido más cauto, más pendiente de su estado.
— Él no lo sabía — se mordió el labio, algo culpable de no haberle dicho su embarazo.
— ¿Y a él se le exime de cualquier responsabilidad? Tenía que haber tenido la bragueta cerrada en cuanto a esa mujer.
Notó que alguien entraba y era Vicent, que personalmente traía la bandeja con su té. Ella asintió, y se fijó que Sasha no había notado la presencia de él. Sarah, aprovechó para observarlos. Le dio pena que no se hablaran. Le dio cierta lástima la impotencia que brilló en la mirada de su hijo. Se marchó en silencio tal como vino.
— No lo exime — dijo Sasha —. ¿Sería tan malvada de querer que padezca el mismo sufrimiento que tengo yo?
— No. Puede hacerle sufrir un poquito. Aun así, creo que debería aceptar su propuesta e instalaros en una casita de campo. Un cambio de escenario os haría bien. Necesitáis estar solos, lejos del bullicio y de ex-amantes.
La joven embarazada se ruborizó.
— Si no nos matamos antes — al darse cuenta de que lo había dicho en voz alta, añadió —. Lo siento.
— No lo sienta — Blanche se rio ante la espontaneidad de la joven —. Conozco los antecedentes de vuestro matrimonio, querida. Conozco a mi hijo y a usted. No pasa nada si hay chispas, pero que esas chispas sean buenas.
— Aún no le he perdonado.
— No lo perdonará de inmediato. Tiene todo mi apoyo y el de mi marido. Si se pone cabezón, tiene dos opciones para que se arrodille, no dirigirle la palabra o…
— ¿O…? — intrigada con lo que le iba a decir.
Una sonrisa picarona se dibujó en los labios de su suegra.
— O seducirlo, querida — el rubor de su nuera se acentuó — . Nosotras tenemos algo que ellos ansían desesperadamente. Tenemos ese poder que no deberíamos avergonzarnos. Lástima que hemos sido educadas para ser esposas sumisas, sino habríamos cambiado la historia. La propia naturaleza es sabia; hay que saber aprovecharla. Bueno, con tanta cháchara, no he bebido mi té.
— ¿Quiere que le pida otro?
— No, es hora de irme. La próxima vez que la visite, espero ver a mi nieto entre mis brazos.
Se levantó y le dio otro abrazo, que animó más a Sasha.
— Gracias.
—No hay que darlas. Piensa en lo que le he dicho y acepta la propuesta de Vicent.
Sasha asintió, agradecida por la visita de Blanche Wade. Respiró hondo y… reflexionó sobre ello. Tenía razón, era mejor marcharse de allí. Los recuerdos la azotaban sin compasión, no estaría cómoda en una casa donde recibió la ex amante. Había otros recuerdos. Aun así, no obtendría su perdón tan pronto.
Si se ponía cabezón, tenía dos opciones para elegir, no dirigirle la palabra o…
Seducirlo.
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Me casaré con usted © #1 Saga Matrimonios
Historical FictionUna nueva novela que será un borrador. Basada en la novela turca: Hülya, las llamas del deseo. Todos los derechos reservados a Aria Blanc.