Parte Veintiuno.

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Después de esos mensajes los dos se quedaron en sus casas recalculando. Claramente fue una tarde fallida, ella esperaba que él aceptara su invitación, y sin embargo, él que sin dudas esperaba eso, tuvo que rechazarla porque realmente a la noche salía con sus amigos para el Sur, y mañana no podría asistir a su casa.
Pero, ¿por qué dejar para mañana lo que puedes hacer hoy?

Finalmente después de dar varias vueltas, Peter tomó la iniciativa y le mandó un mensaje. Ese que, inconscientemente, ella también estaba esperando.

- Me quedé pensando... ¿y si nos vemos hoy? -escribió y quedó expectante.

- ¡Sí, obvio! ¿Pero vos no te vas? -escribió sin dejar de sonreír entre nerviosa y exaltada.

- Sí, pero salimos a medianoche, me voy directo... bah, no sé si tenías otros planes.

- No, nada. ¡Te paso la ubicación!

- Dale, termino de acomodar las cosas acá, me doy un baño y salgo. De paso te llevo un par de cosas que tenés que firmar de ACTA -agregó para no quedar tan mal.

- ¡Dale, obvio! -contestó.

Con solo un mensaje, una única intensión, todo puede cambiar en menos de un segundo ¿no?
A partir de ese momento los dos comenzaron a sentir algo en el estómago; nervios, adrenalina... no lo sabían con exactitud, pero algo les pasaba. No podían creer que después de tantos meses y después de llevarse tremenda decepción por desencontrarse, finalmente se iban a ver cara a cara, y solos.

No sé si le pondría título de "cita" pero se le parecía mucho, enseguida Lali empezó a pensar que podían comer, porque si bien está hace unos días en Buenos Aires no había ido ni una vez al supermercado. Trató de mirar a su alrededor garantizándose que esté todo medianamente ordenado y limpio. Una sonrisa desde la ventana de su cocina mirando el atardecer de su patio fue señal de lo feliz que le hacía ese encuentro. Se sentía una niña a punto de entrar a un parque de diversiones.

Ninguno de los dos tenía nada planeado, pero esos nervios que sentían eran, sin lugar a dudas, porque finalmente se iba a romper la virtualidad entre los dos, finalmente iban a pasar ese muro de distancia que los tenían aislados y distanciados a miles y miles de kilómetros. Por fin iban a poder tocarse, abrazarse y, aunque entre ellos haya años de historia, era como una gran primera vez.
Nuevamente juntos, nuevamente él visitando algún hogar de ella... nuevamente ellos dos de carne y hueso, solos.

Peter por otro lado, él mucho más mental que ella, sólo depositaba sus nervios en el segundo cigarrillo que se prendía. Mientras acomodaba las últimas prendas en su pequeña y austera valija, donde llevaba lo justo y necesario para pasar una estadía con sus amigos en el Sur, no podía dejar de pensar en éste encuentro. Trataba de justificar esas ganas de verla para ponerse al día con lo de ACTA, para charlar de los proyectos de ambos, y demás, pero en el fondo sabía qué hace meses vienen hablando de lo mismo, que los dos están al tanto de todo eso y lo único que quiere hacer es tenerla enfrente y darle un fuerte abrazo. No pretendía mucho más, los últimos desencuentros virtuales fueron causales de que todo se enfrié un poco, al menos el histeriqueo que sostuvieron a lo largo de meses, se había estancado.

Nadie sabe que va a pasar en ese momento, sólo queda esperar que él llegue a la puerta de ella, y que comience el juego.
Una hora después ella ya tenía unas bandejitas de comida china en la heladera listas para la hora de la cena, ya que calculaba que se iba a quedar a cenar. Decidió dejarse el remerón que tenía arriba del traje de baño.
Él se hizo el rodete típico y desprolijo que se hace por su larga cabellera, y agradeció haber tenido prolija la barba, ya que en Nochebuena a pedido de la madre se afeitó.
Se bajó del auto, se paró frente a la puerta de esa imponente casa y tocó timbre.

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