Parte Treinta y uno.

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El teléfono de la casa de Lali comenzó a sonar y esa fue la única excusa que encontraron para separarse de ese abrazo eterno. Ambos sentían algo raro en el pecho, una especie de presión que no podían sacársela, capaz un poco de angustia mezclada con el amor inmenso que sienten cada vez que estos encuentros se prestan para que todo ese sentimiento contenido estalle por los aires.

Lali se paró de las piernas de él, dejándole un beso en su mejilla y dedicándole una sonrisa un tanto tímida, agarró su traje de baño que quedó tirado en una parte del piso, y salió corriendo al interior de su casa para llegar al teléfono. Peter aprovechó para pararse de esa silla también, y se dirigió al baño, mientras Lali le hacía señas que la que estaba detrás del teléfono era nada más y nada menos que Majo.

El próximo encuentro fue en el sillón del living, los dos habían pasado por el baño y la verdad es que estaban un tanto cansados. Lali acercó una bandeja de mate en su pequeña mesa y esperó a que Peter se reincorporara a la situación, ya que se quedó un rato debajo de la ducha.

Estos momentos siempre suelen ser incómodos, sobre todo cuando es una relación NI; ni tierna, ni formal, ni cursi, ni solo por ganas... es una mezcla, una mezcla peligrosa. Aunque ellos tenían un beneficio y ventaja: la confianza. Se conocen como nadie y pasaron miles de veces por este escenario a lo largo de estos años.

Finalmente Peter llegó al living y, junto a una sonrisa, se sentó en el sillón al lado de ella.

- ¿Qué quería Majito? -agarró un almohadón.

- Me quería llevar al aeropuerto. -dijo revoleando los ojos.

- Jajaja, ella está en todas.

- Igual le dije que no. -le dedicó una sonrisa y se acercó un poco más a él.

- Hiciste muy bien. -esta vez fue él quién se acercó a la boca de ella para darle un lindo beso. - Qué linda sos.

- Mmm, no me quiero ir. Te juro que congelaría este momento. -se mordió el labio con un poco de sufrimiento pero sin dejar de mirarlo.

- No te voy a decir lo que te digo siempre para calmarte, porque la realidad es que yo también me quedaría acá con vos. -hizo puchero para que ella se ría.

- Me angustia te juro. -arrugó el entrecejo.

- ¿No tenés fecha de regreso? -jugó con un mechón de pelo de ella.

- No, se supone que no son muchos días. Serán una o dos semanas. -pensó.

- Ahhh, entonces no es nada.

- Pero estoy harta de irme. Aparte... -lo miró fijo.

- ¿Qué? -preguntó serio.

- Ya conozco todo esto. Te conozco y me conozco... después empezamos de cero y no quiero. Es horrible. -negó con su cabeza y agarró el mate para empezar a prepararlo.

- Bueno, no hablemos más. Ya está. Disfrutemos, nos quedan unos minutitos todavía. -le sonrió y ella lo miró con odio.

- ¿Vos te volvés a Cariló?

- Si, mañana vuelvo.

Entre palabra y palabra se generaban unas pausas eternas y espantosas. El clima había cambiado, pero no sabían muy bien para dónde ir. Peter empezaba a ponerse el escudo nuevamente y ella odiaba tener que atravesar por eso otra vez. Sólo necesitaba y quería que le diga cosas lindas y le prometa que nada va a cambiar cuando ella vuelva de España. Pero nada de eso pasará, porque no están preparados. Los fantasmas del pasado en la historia de esta pareja, hacen que la negación se multiplique de repente y ni con todo el amor del mundo puedan con ella.

Puntos SuspensivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora