Parte Treinta y cinco.

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Cuando la vida te sorprende con cosas inesperadas, parece que el tiempo pasa muy rápido, aunque lo que se hace realmente eterno es la espera.

Lali se despertó ese viernes 9 de abril, día donde la pasaría a buscar por la casa el chico de lunares más lindo del planeta, y la llevaría a un destino inconcluso. No tenía seguridad de nada, aunque las hipótesis principales eran; Cariló o volver a la Isla.
Esos días en los que te levantas renovada, enérgica y espléndida. Que tenés ganas de limpiar, escuchar música y que todo fluya. Aunque la mansión lalística estaba siempre pulcra, ordenó un poco y sacó ropa de su vestidor para donar.
Todo eso, era porque la ansiedad la carcomía por dentro. Peter le dijo que a las cuatro de la tarde la pasaba a buscar, y siendo las tres ya había hecho de todo en la casa. Todo lo que no hizo en estas semanas de estar en Argentina, claro.

Peter por su lado, la conocía tanto que podía imaginarse en qué situación se encontraba la estrella Teen más importante del país, y justamente por eso no quiso ni siquiera mandarle un mensaje.
A diferencia de ella, él estaba con una seguridad tremenda. Estaba muy confiado en la propuesta que le hizo y que le hará en el día de la fecha. Porque tiene varias cosas planeadas, sobre todo una: la más importante desde hace varios años.

Después de varios amagues de abrir y cerrar el chat con Peter, finalmente sonó el teléfono y era él, diciéndole que estaba afuera de su casa. Cuatro y doce minutos, casi perfecto.

Toda esa ansiedad y excitación que sentía Lali, de repente se había transformado en nervios. De pronto, un golpe de realidad le pegó un cachetazo y entendió lo que estaban por hacer, que en realidad no tenía idea, ya que no sabe nada de lo que Peter tiene planeado para este día, pero los nervios podían con ella de igual manera.

Haciéndose la canchera como siempre, y más en esta relación, se subió al auto, no sin antes dejar el pequeño bolso que armó en el asiento trasero. Y mientras Peter no le sacaba la vista de encima, se sentó en el asiento del acompañante.

- Buenas. –sonrió nerviosa y lo miró.

Él estaba tan canchero con unos anteojos de sol, una chomba negra y ese perfume, su perfume. Ella podía empezar a notar de qué se trataba todo esto, y su cuerpo también.

- Menos mal que te dije una mochilita, eh. –carcajeó y se acercó para besar su mejilla.

- Ya me empezas a cagar a pedos. –dijo mientras recibía el contacto de él en su cara.

- No, era un chiste. Euu. –puso primera para emprender camino al destino.

- ¿Me podés decir a dónde vamos a ir?

- ¿Para qué? –la miró sin darle demasiada importancia a la situación.

- ¿Cómo para qué? ¿Tan tranquilo me lo decís? Esto es casi un secuestro. –dijo exagerando, casi sin respirar.

- ¿Querés que te deje en tu casa? –la miró sonriendo.

- ... -lo miró también, sin decir una palabra.

- Claramente no te molesta NO saber el destino, sino NO estarías arriba de mi auto, encarando una propuesta que NO sabes ni de qué se trata. –remarcando los NO.

Le dijo tan canchero y con tanta paz, que ella no pudo evitar sonreír. Lo miró un poco derretida, se mordió el labio cuando terminó de hablar y miró para adelante con seguridad. De pronto, y en menos de cinco minutos, ya estaba entregada a ese plan desconocido. No había un motivo, un porqué y menos una justificación. Él y ella.

Música, miradas, anteojos, sol y Panamericana. Cruzaron dos palabras en todo el camino, ella miraba atenta hacia donde se dirigían, y sin lugar a dudas, era un camino que conocía por otros motivos. Quedaba completamente descartado Cariló.

Puntos SuspensivosWhere stories live. Discover now